sábado, 30 de mayo de 2009

Arriesgarse

«A mi juicio, el escritor se asemeja realmente a ese atracador que proyecta un robo a costa de indecibles esfuerzos, que durante una noche, en una soledad fatal, fuerza una caja fuerte, sin saber cuánto dinero ni cuántas joyas encontrarà. Sin saber cuál será su botín, arriesga veinte años de cárcel o la deportación y la colonia penitenciaria. Con cada nuevo trabajo, los escritores y poetas arriesgan, a mi parecer, todo lo que han escrito hasta entonces. Es el riesgo de encontrar la caja vacía, de ser sorprendido, de perder los beneficios de todos los robos anteriores. Sin duda, el autor se caracteriza por el hecho de ser quien es, con su estilo, con su filigrana que lo distingue de los demás, con su sello de maestro. Pero la auténtica prueba comienza cuando los otros, los lectores y los críticos, le otorgan ese sello. Entonces, el escribir no siempre significa “no tener otra alternativa”; a veces, puede convertirse en una mera rutina, en una rutina con el sello de maestro, desde luego. Para el atracado experto y para el boxeador experto, cada nuevo atraco, cada nuevo combate es más duro y peligroso que el anterior, pues la inocencia ha desaparecido y su lugar ha sido ocupado por el saber. Lo mismo debería sucederle al escritor, y puedo asegurar que para muchos, en efecto, es así, aunque cuelgue en la biblioteca el diploma de maestría con el sello del gremio. Un artista tiene muchas posibilidades, sólo una le ha sido negada: retirarse, jubilarse. Desconoce el concepto de hora de cierre, aunque sea un gran concepto, un concepto humano, digno de envidia, a no ser que “ya no tenga qué decir”, para siempre o por un período limitado, y decidiera aceptar este hecho como irreversible. Entonces dejaría de ser artista. Es algo que en mí no tiene cabida. Leí una vez, en una reseña cuyo autor he olvidado, que una mujer no puede quedar un poco embarazada; a mi juicio, tampoco se puede ser un poco artista, sea cual fuere la profesión que uno ejerza.

“No tener otra alternativa” es una frase altisonante, pero no he encontrado mejor respuesta a la pregunta de por qué escribo. El arte es una de las pocas posibilidades de vivir y de mantenerse vivo, tanto para aquel que lo ejerce, como para aquel que lo recibe. Nacer y morir, y todo ocurre entre estos dos extremos, no pueden convertirse en rutina; tampoco el arte lo puede. Sin duda, existen personas que llevan una vida rutinaria. Hay artistas, maestros, que se han convertido en meros rutinarios; sin confesarlo a los otros ni a sí mismos, han dejado de ser artistas. No es haciendo algo mal como uno deja de ser artista; uno deja de serlo cuando comienza a temer los riesgos.»



El riesgo de la literatura, 1956
Más allá de la literatura

Heinrich Böll

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