domingo, 26 de abril de 2009

Aprender a premeditar

He llegado a un punto en mi evolución como lectora, que ya no me gustan las novelas. Es que no puedo leerlas, simplemente no me interesan. ¡Yo, que havia sido la mayor devoradora de novelas de entre toda la gente que conozco y he conocido a lo largo de toda mi vida! ¿Qué me ha pasado? ¿Me he hecho vieja? Es caso es que eso no sería demasiado grave sino fuera por un pequeño detalle: para ser “escritora”, todavía creo que tengo la obligación de escribir una novela. Es decir, que pienso que debo escribir una novela por el prestigio y la comercialidad que tiene este género; siento que he debo escribir una novela para ser “escritora” de verdad... ¿Cómo se explica esto? ¿Una escritora de novelas que no lee novelas? ¿No parece una contradicción? No sólo lo parece, sino que lo es.

¿Y que leo ahora? Pues, principalmente, poesía y ensayo. La poesía me va muy bien porqué los poemas suelen ser piezas cortas, que se pueden leer de una tirada, incluso releer, no hace falta que te estés demasiado tiempo concentrado, y puedes pasar rápidamente a otra cosa: es la cultura del “click”, aunque lea sobre papel; me doy cuenta que me he vuelto muy impaciente. Cuando tengo ganas de leer un ratito largo, de estar concentrada durante más tiempo, escojo el fragmento del libro de no-ficción que esté leyendo en ese momento, normalmente un capítulo entero. Así, siempre leo trozos autónomos, que pueda empezar y acabar de una sentada. Este es mi régimen de lecturas; ninguna novela desde hace ya bastante tiempo. (Y no cuento como novelas las lecturas medievales sobre Tristán e Isolda y el rey Arturo, aunque son ficción, porque es un material muy diferente a las novelas actuales.)

¿Y que escribo? Pues posts. Fragmentos cortos de no-ficción donde voy al grano y me desahogo, pero que no tienen ninguna supraestructura entre ellos ni están planificados externamente. “La odiosa premeditación de la novela”, lo que da valor a las novelas, está ausente. Tal y como no soy capaz de planificar los posts más allá de a un día vista, tampoco soy capaz de planificar los personajes de una novela, no soy capaz de mover los hilos por detrás, que es lo que ha de saber hacer un novelista. No soy capaz de escribir ni de planificar nada para ser escrito, por ejemplo, a un año vista. Soy muy consciente que, si quiero escribir una novela, he de aprender a planificar, a mover los hilos; y, primero de todo, saber ser consciente de cómo se mueven estos hilos, como están planificadas las novelas buenas... y para ello, claro está, hace falta leer novelas...

Conclusión: me parece que debería revisar mis ambiciones...

sábado, 25 de abril de 2009

Boquita de piñón

No hace demasiado tiempo decía que Oriol Junqueras y Xavier Sala-Martín tenían ideas muy originales que resultaría curioso ver traspasadas a la política. ¡Caramba! Ahora resulta que ambos se han “pasado a la política”... Lo que sabe peor, pero, es que eso ya ha significado en un caso, y significará pronto en el otro, ¡qué dejarán de hablar por la radio! ¡Esto sí que es grave! Espero de verdad que el ansia de poder, de privilegios y de reconocimiento no les juegue una mala pasada (aunque, claro, es bien legítima su sed de ellos). Por mi parte, los echaré de menos, y aunque creo que son más competentes de lo que es la gente que se dedica normalmente a la política, el hecho que se hayan “pasado” los rebaja un poco en mi sistema de puntuación. Lisa y llanamente: me han decepcionado. No me esperaba que pudieran dejar la radio, que, yo creo sinceramente, era lo suyo. Cuanto se tiene la posibilidad de hacerse escuchar se pueden soltar ideas muy originales, llenas de sentido común, pero me imagino que cuando tengan la oportunidad de “pillar cacho” en esto del poder, sus ideas pasarán a ser iguales que las de todos los políticos (y ya sabemos como son los políticos)... En fin, que no me lo esperaba de dos personas tan competentes, esto. Y si no puedo escucharles hablando por la radio (y yo no hago otra cosa), ya no me interesa para nada saber de ellos...

jueves, 23 de abril de 2009

Pasión incendiaria

Hoy he sabido que un compañero mío del instituto, que es un actor reconocido, publicará su primera novela. Evidentemente, me alegro mucho por él, pero... llevo toda mi vida leyendo y escribiendo, y todavía no estoy en condiciones de escribir mi “primera novela” (por no hablar de hacer que se publique). En cambio esta persona no ha hecho más que lo que podríamos llamar “vivir la vida” durante todo este tiempo: es actor guaperas (que no digo que no sea buen actor, ¿eh?) Pero os podéis imaginar que no se ha pasado demasiadas veladas solo en su casa leyendo... y ya veis, sin mucho ruido, ¡ya publica! No pienso comprarme la novela (a mucho estirar, si de aquí cinco años todavía se habla de ella haré un esfuerzo), pero me muero de la curiosidad de saber si escribe bien. Más concretamente, si “vivir la vida” le ha servido para escribir mejor que yo, que me he quedado en casa leyendo y escribiendo. Es buen actor... ¿podría ser bueno en dos actividades artísticas tan alejadas? Si alguien me dice que pinta y que escribe, todavía puedo llegar a pensar que sea bueno en ambas cosas, porqué son dos artes que tienen mucho que ver... pero, un actor, ¿puede ser bueno escribiendo? Esto es como cuando un periodista habla muy bien por la radio (y no diré nombres); normalmente lo que escriben es ilegible, los compases temporales de la escritura y del habla son diferentes; incluso Rubianes, que en el lenguaje gestual no tenía rival, escrito era otra cosa; un actor está acostumbrado a hablar con su cuerpo... ¿puede hacer un buen papel sólo con palabras? Pero, de hecho, aquí no me interesan las preguntas genéricas, sólo quiero saber si este actor concreto escribe bien o no sin tener que comprarme el libro.(No fuera el caso que fuese un engendro como Las primeras veces de Jordi Mollà). O lo que yo considero que es escribir bien, que este también sería un tema del que habría mucho a discutir. Algo que estoy tentada de decir es aquello de “sólo faltaría que fuera bueno”. Mi librero me lo dijo esto, a mí: me dijo que, después de haberme pasado la vida haciendo el vago, sólo faltaría que fuera buena escribiendo. Por tanto, sé que esta frase es una imbecilidad y no voy a usarla. Si claro, sólo faltaría que después de haberme (yo) pasado la vida leyendo y escribiendo llegase (él) que no ha leído nada (o quizá sólo sea yo que lo crea, esto), ¡y escribiera mejor que yo! ¡Faltaría más! Pero no lo diré. Si es bueno escribiendo, mejor para él. Como mínimo el argumento promete: habla de una pasión “incendiaria”, y eso ya es un adjetivo usado de una manera sugerente y original. Quizá sí que sabe algo, de escritura, al fin y al cabo... ¿Cuantos de nosotros no perderíamos la cabeza si en nuestras vidas entrara una pasión “incendiaria”, aunque fuera en forma de novela? Aunque, en mi caso, si quisiera eso me parece que primero tendría que ir a Lourdes...

domingo, 19 de abril de 2009

La magia del paso del tiempo

Como persona que hasta ahora siempre ha sido joven, siempre había pensado que los “viejos”, hablando del paso del tiempo y de sus estragos, eran unos pesados. Me había hecho el firme propósito de no hacerme pesada yo también, una vez fuera mayor... Por qué, ¿a quién le interesa lo viejo que te haces? A mí jamás me ha interesado lo viejos que se hacen los otros, os lo aseguro... Pero, como dice Jaime Gil de Biedma, pronto esto se convierte en el único argumento de la obra... Me doy cuenta que yo también me haré mayor y me convertiré en una voz quejica más de las que hablan con más o menos acierto, con más o menos sentimiento, del paso del tiempo y de sus estragos... y me convertiré en uno de estos pesados, un poco sin quererlo, pero de manera inevitable, porqué el tiempo no puede dejar de pasar. Ya sé que la manera como yo me hago vieja tampoco le interesará a nadie, y que, como yo cuando era joven, los demás pensarán “¿a quién le interesa esto?”. Pero resultará que “eso”, este tema, interesará profundamente a la persona que escribe, persona que ahora piensa: ¡ojalá hubiese escuchado más cuando me hablaban de ello! Así, como por arte de magia; la magia del paso del tiempo...

sábado, 18 de abril de 2009

Las primeras nieves

El otro día vi una mujer con el cabello blanco largo sin teñir. No lo acababa de tener del todo blanco, todavía le quedaban algunos mechones negros. Me sorprendió, porqué, normalmente, las mujeres con el cabello largo acostumbran a ir teñidas; las que se lo dejan blanco se lo cortan cortito. La verdad es que le quedaba bien. Es justamente la manera como yo querría llevarlo, cuando me empiecen a salir cabellos blancos; no quiero teñirme. Todavía no sé como voy a tomármelas, las primeras nieves... La verdad, no creo que esté preparada para dejar de ser joven y lustrosa. Pero veo que a todo el mundo le pasa y que las personas inteligentes se resignan a ello. Es ley de vida. El tiempo pasa, y me doy cuenta con pesar que todavía no he “escrito”... Aunque sé perfectamente, que, para escribir, lo que de verdad hace falta es madurez... precisamente estas nieves...

martes, 14 de abril de 2009

El factor no comprable

Sé que últimamente os vengo dando la lata con mi fantástica teoría de que el barça gana porqué es el equipo que más ha invertido económicamente en todos los apartados (desde los oteadores a los jugadores pasando por el material hasta el césped del campo de entrenamiento), pero, ahora se me ha ocurrido: ¿no es cierto que en las relaciones entre las personas hay algo “no comprable”? ¿Y no sería bonito que las victorias del barça fuesen también debidas a algo más, a algún imponderable “no comprable”, un imponderable a quien puede que el dinero ayude, pero que es también un factor diferencial? Es más, este imponderable tiene un nombre... se llama Guardiola. Y él es el factor “no comprable” que hace que le barça funcione... y supongo que plantearse si podría hacer lo mismo con la mitad del presupuesto no sólo resulta absurdo, sino que es de una mala fe imperdonable...

lunes, 13 de abril de 2009

La fuerza del anonimato

«Nadie es un desconocido total. Hay quienes ni siquiera pueden intentar serlo. Otros consiguen prolongar un poco más su intriga, aunque no se tarde en desenmascararlos demasiado y, como suele decirse, “ponerlos en su lugar”. Es a quienes somos capaces de mantener por más tiempo una apariencia de clase media que nos es dado gozar de comarcas en las que reina sólo la comunicación, en algunos casos hasta exaltada por todo tipo de emociones compartidas. La ecúmene del lenguaje nos ha rescatado de lo real, nos ha deparado la ilusión de que era posible ser nadie, ser cualquier, ser todos; perder nombre y domicilio; no haber nacido antes de ese momento. Habíamos creído que nos era dado esconder nuestra vida, pero no hemos podido; nunca podemos del todo. Siempre brindamos más información sobre nosotros de la que nos imaginamos y de la que desearíamos. Seguramente tenía razón Ortega y Gasset cuando, en uno de los artículos del volumen VIII de "El espectador", el titulado "El silencio, gran brahman", escribía: “Somos transparentes, los unos a los otros”. Benjamin llegó a una conclusión parecida cuando, en su famoso ensayo sobre Baudelaire, reconocía que “nadie es del todo indescifrable”. Por eso es inútil resistirse a la identificación, porque nos pasamos el tiempo aplicando sobre los demás lo que los demás aplican sobre nosotros: un entramado preexistente de categorías, algunas de las cuales excluyentes e incapacitadoras. Porque los participantes en cualquier encuentro aplican esquemas perceptuales y reproducen principios normativos que determinan la definición y el transcurso de cada secuencia de acción, no podemos evitar que los pequeños detalles nos delaten. Podemos sacrificar nuestra identidad en orden a ser aceptables para los otros, pero falta que los otros acepten y den por buena la ofrenda. No existen, salvo en el campo de lo virtual o de la fantasía, sociedades desencarnadas, relaciones inmateriales entre seres sin un cuerpo. Más tarde o más temprano aquellos con quienes estamos reconocerán las marcas visibles o invisibles que detentamos sin querer y en las que está inscrito quiénes somos, cómo hemos llegado hasta aquí y a dónde es donde queremos ir a parar. »
(lo publica Manuel Delgado, pero no sé quien lo ha escrito)

A vueltas con la sinceridad

Volviendo a la sinceridad, a lo difícil que resulta a veces ser sincero, yo también me planteo a veces si no soy demasiado sincera, en el blog: si debería evitar decir según qué. Por ejemplo, que tengo una enfermedad mental... que he intentado suicidarme tirándome al tren... que tengo un empleo haciendo el mismo trabajo que los discapacitados... es evidente que todo eso no debería decirlo, porqué son cosas personales de las que si las dices se pueden derivar más perjuicios que beneficios. Es evidente que todo eso que explico está estigmatizado. Explicar todo eso soy consciente que es como ese muñequito el día de los inocentes que yo misma me cuelgo. Pero me doy cuenta que, si bien resulta difícil explicarlo, ha llegado un punto que para mí lo difícil sería no explicarlo... Quiero decir que reprimir la necesidad de decir algo que tienes muchas ganas de decir rompe el flujo de la creatividad; eso me ha pasado: se me ocurre un post que descarto por demasiado comprometedor, no lo escribo y entonces no se me ocurre nada hasta que finalmente lo escribo, a pesar de todo. Es decir, que me quedo bloqueada hasta que no digo lo que realmente, inconscientemente, quiero decir... Esta manera de funcionar es un poco cabreante... Es decir, que a pesar del estigma, a pesar de la dificultad de decir según qué, digo lo que digo porqué es lo que quiero decir, lo que me sale de los cojones decir. Y, en realidad, no me gusta demasiado que sea así... Como escritora, veo que me gustaría hablar de temas más “honorables”, “intelectuales” y “políticamente correctos”... Pero en fin, volvemos a aquella reflexión con la que empezaba este blog respecto a que he de aceptar mi material... Y si no puedo tener una enfermedad honorable, si no puedo ser tan intelectual como me gustaría, y si a veces no puedo ser todo lo políticamente correcta que debería... pues he de aceptarlo. Ahora, a buen seguro que las vecinas, sobretodo aquellas que miran cuantos juegos de sábanas colgamos en el balcón, se escandí lazarían profundamente... (en caso de poder leerlo, que no sé ni si saben...) ¡Y no hace falta decir que es así como me gusta!

domingo, 12 de abril de 2009

La infinita contradicción

Ya lo veis: yo que siempre os digo que quiero ser una autora de culto, leída por unos pocos lectores que entiendan un poco del asunto, y hoy me descuelgo diciendo que querría estudiar el porqué una autora como Corín Tellado es tan leída. ¿No significa eso que yo también querría ser así de leída?

El caso es que en eso, como en tantas cosa en la vida, no creo que esté en condiciones de escoger. Yo escribiré lo que pueda y será leído por quien le guste. Y eso no podrá ser nunca fruto de un cálculo. Cómo mínimo, yo no puedo calcularlo, ¡ya me gustaría estar lo suficientemente informada para poder hacer una obra que fuera muy leída conscientemente! Sí, sí, me gustaría ser muy leída. Ahora, eso no quita que quiera hacer una obra de calidad. Es decir, me gustaría la popularidad de Corín Tellado, pero escribiendo como Borges... (No hace falta que os ahorréis la media sonrisilla, que no os veo...) Pero claro, llegar llegar, sólo llegaré donde modestamente pueda, seguramente quedándome ni tan solo a medio camino de ambos, aunque me gustaría más quedarme a medio camino de escribir bien como Borges antes que quedarme a medio camino de ser popular como Corín Tellado, francamente...

Otra cosa es la sinceridad. Parece que, por lo que he dicho, cualquiera que se ponga a escribir sinceramente ha de tener éxito. Y, por ejemplo, en el mundo de los blogs, la mayoría de los que escribimos somos sinceros y tampoco es el éxito que tenemos fuera del coto... Por tanto, con la sinceridad solamente no es suficiente. Pero es muy importante, y es un elemento más difícil de conseguir de lo que parece. Poco a poco, intentaré descubrir el resto de ingredientes, y la alquimia de su combinación. Para mí, ¡una aventura más emocionante que ir a la luna! (O que salir de casa...)

Sinceridad y éxito

Ayer murió Corín Tellado, la autora de novelas rosa en lengua castellana más popular de todos los tiempos. Yo no he leído nunca nada suyo, pero una vez leí que Julio Cortázar la había leído alguna vez, como evasión, y eso hizo que me la mirarse con un poco más de respeto. Quiero decir que no todo ha de ser lectura “elevada”; a veces va bien inyectarse una pequeña dosis de escritura que no ha sido repasada. Porqué también leí eso, que Corín Tellado no repasaba nunca nada de lo que escribía. Lo que más me sorprende de esta manera de trabajar es que no fuese incoherente, pero en fin, cada cual tiene sus métodos. Jamás la he leído, pero alguna vez me había planteado leerla para saber “como escribía” alguien tan leído; pero por otras experiencias con autores muy populares que he leído por la curiosidad de ver qué escribe alguien que tiene tanto éxito, sé que esta clase de libros no me gusta. Además, Corín Tellado tuvo éxito durante una cierta época en unas circunstancias históricas concretas, diferentes de las actuales; me parece que últimamente no debía vender tanto... De lo que estoy segura es que ser la más leída no fue algo que ella estudiara y que dijese “escribiré así y seré la más leída”, sino que escribió como le salió del corazón, y, por circunstancias que ella no pudo controlar, se convirtió en la más leída. Por tanto, la enseñaza es obvia: estudiar sus novelas para intentar deducir qué las hizo tan leídas sólo me llevaría a la conclusión que para ser muy leído, lo primero que debe hacerse es ser sincero con lo que realmente te interesa y disfrutas escribiendo. Por lo que puedo deducir, ella escribía sobre sus fantasías románticas más íntimas... Yo misma decía que escribiendo sin repasar se podían colar incoherencias... Bueno, quizá no era incoherente precisamente porqué era absolutamente fiel a lo que sentía que debía escribir, a lo que a ella le gustaba pensar. Eso, ser coherente con uno mismo, con lo que realmente te interesa y te pasa por la cabeza, no es tan fácil como puede parecer a primera vista. Por ejemplo, a mí me daría un poco de vergüenza escribir mis fantasías románticas, que también las tengo: pensaría que nadie tiene porqué meter la nariz en ellas; además, a mí me gusta parecer una persona seria. Pero es precisamente aquí, donde se juntan la imaginación y la fantasía, donde nos desnudamos realmente. Y escribiendo se trata de desnudarse, ni que sea pudorosamente. Pero, a veces, sobretodo si has de salir a la intemperie, te hace sentir más segura ir un poco guarnecida...

viernes, 10 de abril de 2009

Garabatos

El poder es como un violín: se coge con la izquierda y se toca con la derecha.”
(escrito en una pared)

Las personas que no escriben tienen una ventaja: que no se comprometen.”
Goethe

Mea culpa

Me doy cuenta que ayer hice un par de consideraciones sobre dos escritoras: que si una hace unos poemas “igual de malos”, que si a la otra “le falta grado”... Me parece que tener mala leche no es lo mismo que ser una buena crítica literaria, por tanto os ruego que no me hagáis demasiado caso cuando me ponga a juzgar por encima del hombro obras contemporáneas, porqué no tengo ni la más remota idea. Escribo, y por tanto tengo pretensiones de saber algo del asunto, pero no puedo rellenar aquella casilla que había en los cuestionarios escolares y que decía “justifica tu respuesta” (que es lo que más disfrutaba contestando). En cuestión de crítica literaria, justificar la propia respuesta es casi más difícil que expresar una opinión sincera, o incluso que tenerla. Si trabajase en un periódico o una editorial, dejaría bien a los autores de “la pandilla” y diría pestes de los demás, pero de momento estoy un poco pez en lo que se refiere a los intereses a los que me sería imperativo servir que ello me diese de comer, o sea que no sé exactamente a quien he de dejar bien y a quien he de criticar para conseguirlo. Escribo lo que me dice el corazón; a favor mío puedo decir que las críticas no son fruto de un cálculo económico o de un interés, sino de una opinión desinformada. (La desinformación también podría ser la razón por la que no estoy en un periódico, que no todo es cosa de interés, también hay que saber un poquito...) Los poemas son suficientemente buenos (y me gustan) y Amélie Nothomb es una escritora mejor que la media de los escritores contemporáneos, estoy segura de ello, aunque no lea a muchos escritores contemporáneos. (Todos los escritores contemporáneos me parecen leche desnatada frente a las obras que leo normalmente.) Supongo que la culpa de que yo sea tan exigente con la obra de los demás la tienen mis lecturas “elevadas”. Ojalá pudiera ser tan exigente con mi propia obra, e igual de objetiva... A buen seguro que no tendría tantas pretensiones...

jueves, 9 de abril de 2009

Escribir en femenino

Hoy he encontrado una página con poemas de una persona que fue profesora mía de escritura creativa. Todavía no me he recuperado. Ha sido un gran impacto el saber que, ¡ella también! ¡¡¡tiene un blog!!! (sí, sí, como esta que viste y calza y que fue su humilde alumna). La verdad es que hacia años que no pensaba en ella, pero habría sido la última persona que me hubiera pensado que se pondría a escribir... ¡gratis! Los poemas continúan siendo igual de malos que los de cierta persona a quien quiero mucho (es sólo puro narcisismo?), ¡pero ella enseña a escribir novelas!

Luego, he leído un texto sobre Amélie Nothomb, una escritora que descubrí hace poco, y que me gustó, pero no para leer de ella más de un libro, aunque igual me lío la manta a la cabeza y reincido el día que necesite algo ligerito. Es como el champán: hace mucha burbuja, pero como bebida alcohólica le falta grado. Es leche desnatada. Pero lo que más me interesa de esta escritora es que escribe cada día durante cuatro horas... ¿seguidas? Yo no escribo durante cuatro horas al día. ¿Significa eso que nunca publicaré nada? No sé, yo procuro estar por la calidad, no por la verborrea. A veces es mejor escribir menos y profundizar más. Quiero decir que escribiendo durante cuatro horas seguidas, como mínimo si yo lo hiciera me pasaría, se vomita mucha paja. Y se debe ir al grano. Pero, claro, ella vive de escribir y yo no. El día que pueda pasarme cuatro horas vomitando grano ya seré vieja. Dicen que lo que te hace libre no es el dinero, sino cumplir años. Estoy esperando a cumplir un par de docenas más para decir cuatro cosas bien dichas que hace años que tengo ganas de decir... pero son cosas de aquellas que “después de mí el diluvio”, o sea que quizá mejor esperar a peinar canas. Tengo 32 años y todavía ninguna cana... hay quien se encarga de informarme que si no me salen canas quiere decir que me quedaré calva... ¡no sabéis con qué impaciencia las espero! Aunque creo que calva también estaría muy guapa. ¡Entonces sí que daría la campanada!

Dos escritoras publicadas (tengo un libro de cada una) que tampoco saben como hacérselo para que alguien las ame... veo que no soy tan única como eso... (¿es cosa de mujeres? – lo que pasa es que un hombre no lo confesaría. De hecho, ellas tampoco lo confiesan con todas las palabras.) Una vez un elemento me dijo que las mujeres (que somos el diablo) estamos muy necesitadas de afecto. Jamás había caído que eso pudiera pasar alguien más que a mí... hablo poco con la gente, ya lo sé. Pero es que la gente tampoco te dice estas cosas. Ni tan sólo se lo dicen a si mismos. Supongo que, en el fondo, a todo el mundo le pasa. Escribir... buscar el amor.. buscar el amor.. escribir... De hecho, es comprensible que haya quien meta la cabeza en el horno. Cómo mínimo se está calentito...

Pensamiento vivo

«No queda excluido que, muy pronto, veamos escritos teóricos redactados de una manera más personal y más fragmentaria, es decir, asistemática. El fragmento, el escrito íntimo, la meditación personal son susceptibles de convertirse en los instrumentos más adecuados para comunicar un pensamiento vivo. »

(traducción de Victoria Cirlot y Amador Vega)
Mircea Eliade
Notas sobre el Diario de Ernst Jünger
El vuelo mágico

miércoles, 8 de abril de 2009

El vuelo de la reina de la ruda

Parece que ponerle al blog el monárquico nombre de El vuelo de la reina de la ruda me había hecho perder un enlace muy querido... Sé que había prometido que explicaría el porqué de este nombre, pero me doy cuenta de que lo he liquidado y todavía no lo he explicado.

Una reina de la ruda es como se llama en catalán a una clase de mariposa amarilla. Cuando éramos pequeñas encontramos una oruga verde con motitas preciosa y la guardamos en un tarro y le dimos hojas de morera. Al cabo de un tiempo, se recubrió con un capullo verde, como si fuese un gusano de seda en color, y al cabo de un poquito más, salió del capullo una mariposa, amarilla, preciosa. Alguien la quería pinchar con una aguja para la colección, pero yo abrí el tarro, abrí la ventana, y voló: el vuelo de la reina de la ruda.

La primera vez que estuve internada en el psiquiátrico, se me pidió que hiciera un dibujo, y dibujé a la reina de la ruda, volando, en colores: el vuelo de la reina de la ruda.

Para mí, este nombre no tenía un significado monárquico –y vérselo me parece ser más papista que el papa, de un republicanismo mal entendido, exacerbado y exagerado-. Lo escogí para indicar que, para mí, escribir es la capacidad de volar en libertad: el vuelo de la reina de la ruda.

lunes, 6 de abril de 2009

La satisfacción

He estado casi una semana sin escribir nada. Circunstancias, desgana... ¿Qué sentido tiene escribir el blog? ¿No le cuadraría mejor a mi ambición escribir lo mismo en un papel y guardarlo en un cajón durante diez años? Pero hoy he leído no sé dónde que el acto de escribir no se realiza hasta que el lector le aporta su granito de arena... Quiero decir que escribir sabiendo que nadie ha de leerlo es un acto estéril... y, de acuerdo, antes de “publicar” se debería madurar un poco... ¡pero poner los propios garabatos en el escaparate es tan tentador! ¿Qué se busca realmente? ¿Qué buscamos? No es la gloria, no es el dinero.... pero es algo de lo que no puede prescindirse tan fácilmente... ¿Es el amor? ¿Sentirnos leídos equivale a sentirnos queridos? ¿Es la satisfacción de la vanidad o del orgullo? Se busca, buscamos, la satisfacción. Lo dejaría aquí.