domingo, 30 de noviembre de 2008

Tres maestros

Sé que el otro día me pasé un poco criticando a tres personas conocidas. Además, haciendo gala de mi esnobismo habitual, tuve el atrevimiento de insinuar que no leían lo suficiente. Para compensar un poco, hoy hablaré de tres personas que leen lo suficiente.

Una de ellas es Xavier Sala-Martín, economista de reconocido prestigio. No sólo entiende mucho, de economía, sino que además sabe expresar muy bien los conceptos un poco abstractos de esta materia. Escuchándolo me quedo con la sensación que sé un poco más, de economía, sensación que sin duda es irreal, perqué cuando una cabeza es de corcho sólo flota, por más bien explicados que estén los conceptos, pero siempre me deja con la sensación que ha valido la pena escucharlo. Sin duda un hombre de muchas lecturas, aunque no “humanísticas”, pero que como mínimo le han aprovechado para batallar con la vida real, y aquello tan bonito de “hacer dinero”.

Otra voz de la radio que me fascina es Oriol Junqueres, historiador. Este hombre no sólo sabe mucho, de todo lo que ha ocurrido en el pasado, sino que además tiene un sentido del humor que yo encuentro muy divertido y desmitificador de lo que es el típico sabio aburrido que sólo te vomita datos históricos. Tiene un punto de picardía que le hace ideal para escucharlo un día de lluvia, y cada vez que le oigo me asusto de las muchas tardes, con lluvia o sin ella, que debe haber pasado él solo leyendo para saber todo eso.

Algo que comparten Sala-Martín y Junqueres, aparte de ser cada cual un experto en su campo, es una comprensión global de lo que es el mundo y lo que lo mueve, cosa que les permite a ambos opinar de política de un modo que deja en evidencia a los políticos. Ellos son la prueba fehaciente que cuando uno está verdaderamente preparado no se dedica a la política (y espero que ninguno de los dos no tenga una carrera política que yo desconozca, pero pondría la mano en el fuego a que no). Tengo la sensación que si nuestros dirigentes tuvieran una mínima parte de su visión de las cosas, el mundo marcharía mucho mejor, por más que tengan a veces unas ideas que no son precisamente de las que triunfarían en una elecciones. Pero precisamente por ello.

Otra persona que creo que también está muy preparada, pero pongo aparte de los demás porqué trata una materia muy diferente, es Toni Padilla. Es periodista y es una especie de enciclopedia con patas de las anécdotas futbolísticas que se sabe desde el color de los calzoncillos de George Best al lado de la boca en el que usa el mondadientes Maradona, y se conoce todos los jugadores de todas las divisiones de fútbol de Europa, y no sólo los nombres de los jugadores sino que sabe explicar como juegan. Por no hablar del presente, el pasado y la épica de todos los equipos. Yo, que todo ello tenga alguna utilidad más que la de poder explicar siempre la anécdota más divertida e interesante (que no es poco, de hecho), no lo veo claro, pero es evidente que su preparación está muy por encima de lo que es un periodista deportivo habitual, y como los otros dos, tiene una comprensión del hecho futbolístico que ya querría para sí mas de uno. Nunca le he oído hablar de política, pero pondría la mano en el fuego que si analiza igual de bien a los políticos que a los futbolistas, no debe hablar de ella muy a menudo.

Y hasta aquí. Para que no sea dicho que sólo critico. A ver si algún día en un futuro puede hablar de alguna mujer que sea el equivalente de alguno de estos tres personajes como tertuliana radiofónica, pero de momento no conozco a ninguna.

Mirar y criticar

Estos hermanos gemelos son la simetría más exacta que se haya visto paseando por nuestro pueblo. Si su padre estuviera vivo, Dios le haya perdonado, los estaría pintando indistinguibles entre los árboles del otro lado del parque. Ellos han sido siempre unos gemelos para ser contemplados un poco de lejos. El paseo de los gemelos desde la casa familiar de la calle Levante hasta la plaza, y de la plaza hasta la casa familiar, es un espectáculo de sombras y contraluces, de movimientos precisos y pasos largos. Los gemelos tienen un caminar lánguido que se aguanta sobre una estructura ósea, tan robusta como aparentemente quebradiza. La evolución les ha llevado hasta una lentitud de movimientos esquelética, precisa y ágil, harmónica desde cualquier punto de vista.

La gente ha contemplado a menudo los hermanos con una mezcla de compasión y burla, tan injustas, y seguramente absurdas, la una como la otra. Los gemelos van en silencio a cámara lenta y deja un rastro de aire oscilante que despierta la memoria. Hacen revivir tiempos pretéritos de cuando el aire llegaba hasta la parte baja de la plaza de la calle de la Rambla y se extendía, como por inercia, hasta las huertas.

Hay quien dice, quien sabe si delirando, que si les juntásemos, encajarían formando un nuevo hermano todavía más alto, más delgado y más delicado. [...] Y que dure por muchos años. Ha comerciantes que, viéndolos pasar, se los imaginan luciendo las ropas de sus escaparates convertidos en hombres anuncio. Tienen mucha tirada los gemelos, es verdad, se hacen mirar. Los hay, también, que hablan de cómo van peinados, de los zapatos que llevan, de los abrigos que cargan durante el invierno, de la voz, de las orejas, de las bolsas en los ojos y la nariz. La gente fija la mirada en las piernas y no sabe que es en las manos donde guardan todo el testamento de colores que les dejó su padre.”

Hoy, un poco por casualidad, he encontrado este texto sobre dos pintores gemelos de mi pueblo. Lo escribe, como no, una persona “típica” de mi pueblo. Yo escribo, pero puedo decir que ni haciendo un esfuerzo habría podido reproducir tan fielmente el espíritu gilipollas que ilumina a la gente de mi pueblo cuando se les pone ante las narices una criatura que no comprenden. ¿Artistas? ¿Se hace dinero con eso? ¿Esta gente es rara, no? El habitante típico de mi pueblo arruga la nariz, procurando apartarse un poco del extraño ser, no fuese el caso que la extrañeza se pegara, sin olvidar la sonrisa burlona. Este texto me llena de admiración porque es que ni que me esforzara hubiera podido escribir un retrato tan fiel de la limitadísima mentalidad pequeño burguesa de la gente de mi pueblo. Ellos son exactamente así, describen la gente así, los miran así y los critican así... ¿Cuántos tipos de sábanas tiendes en el balcón? ¿No crees que te gastas demasiado en sábanas? ¿Artistas? ¡Pobrecitos! Este texto no me lo invento, pero, es que ni que me lo hubiera inventado habría podido encontrar algo tan exacto que mostrase la manera de pensar de una gente que superficialmente quizá sí que llevan zapados de diseño, pero que todavía tienen el interior vestido con esparteñas de cintas, con la mentalidad de cuando había miseria.

Supongo que es por eso que hace muchos años que vivo aquí, pero no participo de la comunidad. Estoy exiliada de toda esta pobreza intelectual (mirar y criticar) entre las cuatro paredes de mi casa. No voy a sus fiestas, no compro en sus tiendas, no salgo con sus mozos. Todo lo que huela a persona de mi pueblo me hace poner los pies en polvorosa. No y no. Puedo ser parte de física de esto, pero mi mundo está en otra parte. No me gusta esta gente. ¡“Vade retro”!

viernes, 21 de noviembre de 2008

Nada qué decir

Hace días que no escribo nada. Me siento apática y desganada, parece que el blog no me hace tanta ilusión como antes... pero... Pero. Sí, hay un pero. Muchos peros. La sensación de “publicar" continua siendo incomparable, y yo continuo tan adicta a ella como siempre... pero, ¿qué decir si no hay nada que decir? Pues no digas nada... Susurra la nada, y esto tan negro...

domingo, 9 de noviembre de 2008

Fútbol primitivo en un país primitivo

En las Islas Fidgi, hay un equipo que recibe el patrocinio de las instituciones de allí y que ha jugado cuatro partidos y ha hecho 28 goles... ¡ahora imagínate qué debe ser para sus seguidores ver este festival en cada partido! Pero aquel es un país primitivo, en que el fútbol no es competitivo. Eso, en nuestro país, no pasa. No hay equipos especiales que tengan más dinero para gastar en fichajes que los demás (no, claro que no, ¡porqué aquí a buen seguro alguien se plantearía de donde sale este dinero!), a los equipos no los patrocinan las instituciones y todos los equipos de la liga pueden ganarse el uno al otro, en un momento dado, porqué tienen presupuestos equiparables... ¡Qué primitivos que son estos de las Islas Fidgi y que adelantados que estamos nosotros, verdad?

sábado, 8 de noviembre de 2008

Reflexiones de sábado desocupado

Leo en Saragatona que, para transmitir los mensajes que componen la comunicación, lo más importante es el lenguaje corporal. Y me doy cuenta que eso que yo hago, comunicarme con los demás a través de la lectura y la escritura, es, de hecho, una manera muy imperfecta de comunicarse, porque me pierdo el tono de voz, me pierdo la gestualidad... Seguramente por eso me he equivocado más de una vez pensado que eran amigos míos personas que en realidad no lo eran... Es evidente que si ya me equivoco en la vida “real”, pensar que por Internet lo acertaré más es una completa utopía. Nota mental: recordar que lo que escribe alguien es un subconjunto de esa persona, que le define inequívocamente (si el texto es bueno) y aquella persona sólo puede generar aquel subconjunto y no otro, pero sólo es una parte de todo el conjunto que es ese alguien, que está compuesto de más elementos, elementos que, incluso viéndolo gestualizar, quizá no seriamos capaces de calibrar. Dickens dijo que cada persona está hecha de un material que constituye un profundo misterio para los demás... Puede ser que la escritura parezca clara y limpia como un paisaje de primavera, pero a buen seguro que quien escribe tiene rincones oscuros que, con la escritura, puede controlar de no comunicar, pero que si nos encerrasen con él en una habitación durante tres días, nos enteraríamos muy bien de cuales son... No sé porqué prefiero la comunicación escrita a la que se lleva a cabo con la gestualidad del cuerpo... Creo que es una manera de defenderme, de mantener a raya un mundo exterior muchas veces hostil. Con la gestualidad sólo consigues darte cuenta de cosas que no te gustan y que muchas veces no puedes asumir... Prefiero la comunicación escrita, prefiero quedar escondida de las agresiones del mundo, aunque sean agresiones sólo mentales. Y puede parecer que soy muy transparente, que me vacío en cada post y que yo soy completamente aquello que escribo... pero no veis mi mirada insegura, no sabéis el tono de voz con que pronunciaría lo que escribo (aunque yo siempre he pensado que si el texto es bueno, el tono de voz ha de poder deducirse), no me veis mover las manos como un molinillo, arquear la espalda, poner un pie tras el otro torcidamente cuando camino y se me ocurren los post... para suerte mía, claro. Tampoco estáis dentro de mi cabeza para vez mis paranoias. Pero, si la comunicación fuese completa y no hubiera este filtro... ¿os interesarías más por mí? ¡Más bien creo que aprovecharías la primera oportunidad que se os diese para huir corriendo! Pues así, ¿no es una gran cosa que tenga la posibilidad de mostrar-me sólo en subconjunto?
(Eso de quedarse encerrado en una habitación tres días con alguien me parece que lo he sacado de un chiste que me explicaba un compañero de clase del instituto sobre la legión: se ve que en la legión, como “prueva iniciática”, te encierran tres días en una casita con una cabra... y al final, claro, ha de ser o tú o la cabra...)

Me doy permiso para escribir

Últimamente, he estado yendo a unas conferencias donde el conferenciante sostiene con toda su buena fe que no debería escribirse. Piensa que, en siglos pasados, cuando todavía no estaba todo escrito, se podía realmente escribir, un escritor con talento podía aportar su granito de arena, porque todo estaba por hacer. Pero que, después que hayan escrito todos los clásicos que han escrito durante todas las épocas de la humanidad, escribir más no tiene ningún sentido, que la aportación que podrá hacer un escritor cualquiera es irrisoria, que nunca podrá estar a la altura de la riqueza de la tradición, y que, siendo así, más vale no hacer el ridículo balbuceando palabras vanas que nadie recordará.

¿Qué os parece? ¿Es una buena razón para dejar de escribir, no? Cómo no puedo ser un clásico, no me parece que tenga derecho a escribir... Porqué, una persona cualquiera, ¿tiene derecho a escribir aunque ni por educación ni por medios pueda ser un clásico?

Es evidente que si fuese un poco más vulnerable de lo que soy, este buen hombre ja me habría convencido para que dejara de escribir. Pero, como me dijo últimamente mi librero, soy “cerril”, es decir, tozuda como una mula, y escribiré, sí, escribiré, aunque no pueda ser un clásico, aunque no lo lea nadie, aunque mía palabras vanas se las lleve el viento... Reclamo mi derecho a escribir siendo una escritora mala, que carai aquí. Porque las palabras, cocinadas a fuego lento, amasadas con cuidado, preparadas con la alquimia del instinto, tienen un sabor incomparable... tienen el sabor de la gloria, y esto cualquiera que escriba (a pesar de no ser un clásico), lo sabe perfectamente. Y sabe que, aunque sea un sentimiento puramente imaginario, no puede dejarse así como así...

domingo, 2 de noviembre de 2008

Tímida contricción

Un comentario de un lector me hace reflexionar: es sobre eso que hago a veces de exponer los defectos de los demás en el blog como si fuesen un venado descuartizado que gira sobre las brasas. Dice esta persona que no quiere ser amigo mío precisamente porqué hago esto, y no quiere ver un buen día sus defectos “expuestos” en mi blog. El caso es que yo no creo que exponga los defectos de mis amigos en el blog, principalmente porque tengo muy pocos amigos, pero en fin, si él lo dice... quizá sí que en alguna ocasión lo haya hecho... Lo que está claro es que con la gente distante: escritores, famosos, gente que observo por la calle... no tengo piedad. Eso sí que debo reconocerlo y tampoco me gusta demasiado tener como tema las críticas a los demás. Pero, ¿qué es un escritor sino una persona que observa la realidad y la pasa por su tamiz? Y si eso incluye decir cosas “políticamente incorrectas” y que no gustarían al aludido... ¿No es lo que yo veo que hace la gente que no escribe, normalmente, criticarse los unos a los otros cuando la persona a quien critican no los oye? ¡Criticarme a mí! Como persona que siempre ha sido muy criticada por la sana “gente normal” que no tienen ninguna enfermedad me parece que no cometo ningún delito criticando un poco yo también... En todo caso, tengo la sensación que no lo hago con mala leche, aunque a saber lo que parece... Me sabe mal si con ello “he pecado” de cotilla y lengua larga... Claro que a mí me gustaría mucho más ser intelectual y hablar en cada post de Cervantes... pero me parece que no doy para tanto...