“Claro, como tú pasas de todo...” me dice mi librero cuando le digo que una persona ha de saber estar sola y no hacer lo que sea para tener pareja a cualquier precio... Cualquiera podría pensar que, mi librero, que ha tenido muchas más parejas que yo, y que todas le han ido mal (y que la que tiene ahora también le irá mal), cree más en el amor que yo, que no me he expuesto impunemente a los fracasos. Son maneras de mirarlo, pero, si no tengo pareja, no es porque no crea en el amor, sino precisamente, porqué creo. Creo mucho. De una manera absorbente y absoluta, quizá hay quien diría que enfermiza... Pero no creo que un volcán en erupción pueda meterse dentro de una lata. También veo que últimamente, en casi todos los posts, hablo de ser soltero o de tener pareja. Según mi librero (otro de diferente), si piensas mucho en el tema es señal de que... ¿de qué exactamente? ¿De qué piensas mucho en el tema? Me atrevería a decir que ha sido casualidad, me gusta teorizar y dar vueltas a las cosas, aunque no llegue a nada práctico, pero tampoco quiero llegar a nada práctico. “No soy filósofa”, me dijo en una ocasión una amistad internáutica. Pues me temo que yo sí que lo soy, por mucho que no sé si me gustan las connotaciones con qué decía esta palabra. Es verdad, me gusta dar rienda suelta a mis ideas, zarandearlas como se escurre la arena entre los dedos de la mano. Claro que es un tema en el que pienso, y más ahora, pero no más de lo que he pensado en ello siempre, y de la misma manera en qué he pensado en ello siempre. Sólo que quizá nunca lo había expresado así, pero no creo que eso signifique nada diferente de lo que mi manera normal de expresarlo quiere decir. Lo escribo en las nubes pensado que lo escrito se esfumará. Es una manera como otra cualquiera de no darle importancia y de echarse a volar con la palabra escrita.
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