miércoles, 7 de octubre de 2009

A robar que son dos días...

En un libro de los que tengo por casa leí una frase de Flaubert que ahora mismo no encuentro que venía a decir algo así como que debería educarse a la gente de clase alta para que fueran capaces de gobernar justamente. Que el problema realmente es que los que dirigen tienen muy poca cultura. Y quien dice poca cultura dice mucho afán de lucro. Pero supongo que en un país donde el más pintado sale a hacer horas en negro y defrauda a la seguridad social, no tenemos ningún derecho a quejarnos que nuestros dirigentes pongan la mano en la caja. ¿De verdad no se les podría enseñar a los políticos que no deben robar? Eso sólo se les podría enseñar si el pueblo no robase. Pero si el pueblo ve que los políticos roban, ¿cómo puedes pedirle que no robe? Eso es el pez que se muerde la cola. ¿Quién debe empezar a dar ejemplo? ¿Quién debe empezar a hacer las cosas bien? Los políticos no lo harán, porqué son un reflejo de la corrupción del pueblo. El pueblo no lo hará, porqué si ve que los políticos roban sería de burros quedarse atrás... ¿Por qué no hacemos un concursillo a ver quien roba más? Podríamos dar medallas... Bien condecorados por cada gesta económica, saldríamos a la calle profundamente orgullosos, y podríamos competir a ver quien tiene más...: “¡Yo robé un cepillo de dientes en el super!”: una aguja bañada; “¡Yo cobro las horas extras en negro!”: una medalla; “¡Yo ayudé a recalificar unos terrenos...!”: triple medalla; “¡yo desvié unos fondos...!”: la cruz de sant jordi; “¡yo cobro subveciones europeas por mis campos yermos!”: ¡el tostón de oro! Al final, la única cosa que estará mal vista será robar poco. Robemos, robemos, ¡qué el mundo se acaba!

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