Me doy cuenta que en uno de los textos del principio del blog, escribí “si pasó o no de verdad, me importa bien poco”. Venia a decir que, a la hora de leer, lo que es importante es que la ficción esté bien construida, y que, tenga una base real o no, ha de “colar”. Pero la frase parece presuponer que se puede construir buena ficción a partir de una base alejada de lo que es la verdad. Y con el tiempo me he dado cuenta que eso no pasa: en toda buena ficción debe haber una base muy firme en la “realidad” tal y como la ha vivido el autor. Que, para que “cuele”, ha de colar para el autor. Entonces, claro, esta base ha de estar aliñada: eso ya dependerá de la habilidad de cada cual, pero la base en el mundo real de la persona que escribe ha de estar ahí.
Uno de los problemas que tenía cuando empecé a escribir (¡y ya ves tú qué problema!) es que temía que la gente creyera que lo que me inventaba como ficción (mi imaginación siempre ha sido truculenta) lo había vivido realmente, y me lo reprochasen. Pero con el tiempo, me he dado cuenta que no puedo defender como mías las ficciones que no he “vivido” realmente (y que eran malas precisamente porqué no las había vivido), que mis esfuerzos por ir por este camino, el camino de la invención sin venir a cuento de argumentos alejados de mi verdad, no va hacia ninguna parte. Eso, esta dependencia de lo que pensará la otra gente de mí a partir de lo que escribo, de cómo me juzgaran, sé que es síntoma de inmadurez por mi parte, pero puestos a ser diseccionada por mis ficciones, prefiero que estas tengan una base de verdad, y no tener que ir diciendo por ahí aquello tan estúpido de “soy novelista, me lo invento...” como justificación que he visto aflorar en los labios de más de uno... Tampoco es que haya escrito muchas ficciones desde este nuevo punto de vista, pero las que he escrito me han satisfecho más que las que había escrito antes, y creo que darme cuenta de la necesidad de este componente de verdad es hacer un paso en el buen camino. Como cuando empecé a escribir, el problema no está en lo que se dice, sino en como se dice, en como se aliña... y que una buena historia es una historia bien escrita.
Cuando empecé en esto de Internet, pasé un tiempo en que me fijé en una especie de forum donde los participantes jugaban a crear cada mes un relato corto que se comentaban entre ellos, siempre haciéndose grandes elogios los unos a los otros, a partir de un argumento truculento. Estos relatos eran malísimos, pero me di cuenta que hasta que no supiera por qué aquellos relatos eran malísimos y los relatos que leía en los libros que tenía por casa eran buenos, hasta que no descubriera por mi misma la razón, no sabría realmente nada sobre lo que yo misma escribía. ¿Quién me decía que lo que yo escribía no era como aquellos relatos? ¿Dónde estaba la diferencia entre aquellos relatos y los relatos publicados? Reflexioné sobre ello y hay diversas explicaciones, pero la principal es que se notaba que en la mayoría de relatos la persona que escribía no había vivido de verdad lo que estaba explicando, es decir, que “se lo inventaba”... y no colaba. Y me di cuenta que porqué una cosa que hayas inventado “cuele” ha de tener una firme base en tu interior. Que debes inventarte lo que has vivido, para decirlo de alguna forma. Además, aquellos relatos cometían muchos errores de “verdad”, cosas que, aunque no las hubieran vivido, si hubiesen observado un poco a la gente de alrededor se habrían dado cuenta que no eran así. Pero ni experiencias vividas, ni observación de su alrededor. Con todo esto no querría adoptar un aire de suficiencia: yo no he escrito buenos relatos y tampoco soy profesora de literatura. Sólo que haciendo este ejercicio intenté darme cuenta, sin que nadie tuviera la necesidad de explicármelo (porqué todavía no he conocido a nadie que me pueda explicar, además de la teoría, la práctica), de cual era el camino.
Me acuerdo también que en el Blog de una lectora defendí que la experiencia de mujer soltera de Jane Austen no la limitaba necesariamente a la hora de parar de escribir cuando sus protagonistas se casaban. Pero me doy cuenta que sí, que debía ser así. Una persona no puede escribir de lo que no conoce, por más dotes de observación que tenga. Yo, como persona que ha intentado en el pasado escribir de lo que no conoce, que ha intentado “inventarse” cosas, sin que estas cosas colasen, ahora me doy perfecta cuenta, pero me ha costado un poco llegar hasta esta conclusión. Y también me doy cuenta que, ahora que sé la teoría, mi teoría (y no digo que no pueda ser diferente para otra persona), sólo me falta ponerla en práctica, es decir, ponerme a escribir ficción según estas cosas de las que me he dado cuenta (que tampoco me he dado cuenta de ellas de golpe y porrazo, sino que han estado sedimentando en mi espíritu durante mucho tiempo)... ¡Casi nada!
Uno de los problemas que tenía cuando empecé a escribir (¡y ya ves tú qué problema!) es que temía que la gente creyera que lo que me inventaba como ficción (mi imaginación siempre ha sido truculenta) lo había vivido realmente, y me lo reprochasen. Pero con el tiempo, me he dado cuenta que no puedo defender como mías las ficciones que no he “vivido” realmente (y que eran malas precisamente porqué no las había vivido), que mis esfuerzos por ir por este camino, el camino de la invención sin venir a cuento de argumentos alejados de mi verdad, no va hacia ninguna parte. Eso, esta dependencia de lo que pensará la otra gente de mí a partir de lo que escribo, de cómo me juzgaran, sé que es síntoma de inmadurez por mi parte, pero puestos a ser diseccionada por mis ficciones, prefiero que estas tengan una base de verdad, y no tener que ir diciendo por ahí aquello tan estúpido de “soy novelista, me lo invento...” como justificación que he visto aflorar en los labios de más de uno... Tampoco es que haya escrito muchas ficciones desde este nuevo punto de vista, pero las que he escrito me han satisfecho más que las que había escrito antes, y creo que darme cuenta de la necesidad de este componente de verdad es hacer un paso en el buen camino. Como cuando empecé a escribir, el problema no está en lo que se dice, sino en como se dice, en como se aliña... y que una buena historia es una historia bien escrita.
Cuando empecé en esto de Internet, pasé un tiempo en que me fijé en una especie de forum donde los participantes jugaban a crear cada mes un relato corto que se comentaban entre ellos, siempre haciéndose grandes elogios los unos a los otros, a partir de un argumento truculento. Estos relatos eran malísimos, pero me di cuenta que hasta que no supiera por qué aquellos relatos eran malísimos y los relatos que leía en los libros que tenía por casa eran buenos, hasta que no descubriera por mi misma la razón, no sabría realmente nada sobre lo que yo misma escribía. ¿Quién me decía que lo que yo escribía no era como aquellos relatos? ¿Dónde estaba la diferencia entre aquellos relatos y los relatos publicados? Reflexioné sobre ello y hay diversas explicaciones, pero la principal es que se notaba que en la mayoría de relatos la persona que escribía no había vivido de verdad lo que estaba explicando, es decir, que “se lo inventaba”... y no colaba. Y me di cuenta que porqué una cosa que hayas inventado “cuele” ha de tener una firme base en tu interior. Que debes inventarte lo que has vivido, para decirlo de alguna forma. Además, aquellos relatos cometían muchos errores de “verdad”, cosas que, aunque no las hubieran vivido, si hubiesen observado un poco a la gente de alrededor se habrían dado cuenta que no eran así. Pero ni experiencias vividas, ni observación de su alrededor. Con todo esto no querría adoptar un aire de suficiencia: yo no he escrito buenos relatos y tampoco soy profesora de literatura. Sólo que haciendo este ejercicio intenté darme cuenta, sin que nadie tuviera la necesidad de explicármelo (porqué todavía no he conocido a nadie que me pueda explicar, además de la teoría, la práctica), de cual era el camino.
Me acuerdo también que en el Blog de una lectora defendí que la experiencia de mujer soltera de Jane Austen no la limitaba necesariamente a la hora de parar de escribir cuando sus protagonistas se casaban. Pero me doy cuenta que sí, que debía ser así. Una persona no puede escribir de lo que no conoce, por más dotes de observación que tenga. Yo, como persona que ha intentado en el pasado escribir de lo que no conoce, que ha intentado “inventarse” cosas, sin que estas cosas colasen, ahora me doy perfecta cuenta, pero me ha costado un poco llegar hasta esta conclusión. Y también me doy cuenta que, ahora que sé la teoría, mi teoría (y no digo que no pueda ser diferente para otra persona), sólo me falta ponerla en práctica, es decir, ponerme a escribir ficción según estas cosas de las que me he dado cuenta (que tampoco me he dado cuenta de ellas de golpe y porrazo, sino que han estado sedimentando en mi espíritu durante mucho tiempo)... ¡Casi nada!
No hay comentarios:
Publicar un comentario