Si alguien lee lo que escribí hace dos posts, sacará acertadamente la conclusión que “me lo tengo muy creído”, que ya pienso en “fichar” por un periódico... que se me han subido los humos, en una palabra... Pero una cosa es que sueñe que con lo que escribo pueda ser columnista de un periódico y la otra muy diferente que espere que realmente eso pueda pasar; no tengo tantos delirios de grandeza. Lo que pasa es que los elogios quizá un pelín indiscriminados que he recibido desde que tengo el blog (¿hay nada más peligroso que un elogio suelto?) quizá me han hecho coger una confianza en mis posibilidades que no debería tener, visto lo que escribo, y como ya me dijeron una vez. Es decir, que yo estoy convencida de que lo hago muy bien (sino ya no escribiría, evidentemente), pero eso no significa que no sea consciente que haya quien pueda no pensar lo mismo, o que no sepa que hay gente que tiene blogs (y gente que no tiene blogs) que escriben mucho mejor que yo. El blog es mi práctica diaria para aprender a pesar palabras, y me encanta practicar y continuar aprendiendo, pero soy perfectamente consciente que los borradores no se enmarcan.
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