sábado, 11 de julio de 2009

No todo el monte es orégano

El otro día dije que había recibido elogios, durante este tiempo de llevar el blog. Sí, es cierto. Pero también he recibido críticas. Y si los elogios son difíciles de encajar, porqué te hacen tener una visión irreal de tu propio talento, las críticas, o más que críticas las opiniones negativas y los insultos, aún no sé como asumirlas. La imposibilidad de tener un diálogo cara a cara con la persona que me deja unas palabras ásperas y que a menudo se escuda en el anonimato lo hacen bastante aborrecible. Precisamente de cosas como esta quería protegerme cuando cerré los comentarios. Y más cuando tienes la sensación por lo que te dicen que no han entendido en absoluto lo que tú has escrito. Yo siempre me esfuerzo por ser clara, pero, a veces, demasiadas veces, la gente entiende lo que quiere, y si quiere sentirse ofendida puede sentirse ofendida, malinterpretar es fácil. Comentarios como estos me hacen pensar en aquel texto que reseñé al principio del blog que decía que hay lectores que “no han tenido las herramientas necesarias para enfrentarse a un texto”. Son lectores que, si leyesen mejor, o simplemente leyeran lo que está escrito, no podrían sentirse de ninguna manera ofendidos por lo que yo he escrito. Pero como que lo han leído deprisa y corriendo, lo han malinterpretado y a la postre les encanta hacerse los ofendidos dejando un comentario heridor... ¿Para eso me esfuerzo tanto en redactar bien? ¡Quizá eso es lo que me creo, que redacto bien! Algo falla. Me parece que me queda mucho por aprender todavía; he de aprender a matar los “puntos oscuros” que a veces sin querer dejo en los textos (pensando que ya se entiende) y que son precisamente en los que se escudan este tipo de lectores. Todavía he de aprender a no dejar resquicios para no ser malinterpretada. No digo que no me merezca críticas, me gustan cuando es el sentido común quien las dicta; una buena crítica a tiempo puede ayudar mucho; pero es diferente criticar que insultar: lo único que digo es que yo no tengo palabras ásperas para nadie y no me merezco las palabras ásperas de alguien que ni tan solo se para a leerme bien. Cuando me pasan cosas como estas, me siento como si estuviera tirando margaritas a los cerdos. Cerraría el blog.

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