sábado, 31 de octubre de 2009

Hivernación con un ojo abierto

Continuo aquí: Lazos imaginarios, y ahora sí que va en serio.

viernes, 30 de octubre de 2009

Hundimiento

No es que haya dejado de escribir en el blog, pero no se me ocurre nada.

Creo que debería escribir otras cosas que no fueran el blog.

De hecho, no sé si volveré a escribir.


Escribir siempre ha sido muy importante para mí, pero de golpe y porrazo me siento incapaz de articular, de exponer las ideas. De hecho, siento que ni tan sólo tengo ideas. No tengo ganas de decir nada. Llega el invierno... lo ideal sería poder invernar. Meterme en un tronco de árbol bien aislado y que no hiciera falta volver a salir de él nunca más...

martes, 27 de octubre de 2009

Ohhh...

A veces, la realidad es un artefacto que me deja estupefacta...

lunes, 26 de octubre de 2009

La fuerza de la mirada

Una vez acompañé a mi librero a qué le hicieran una sesión de fotos. Esta amiga lo que quería es que le hicieran un “book” como los de las modelos, aunque tengo entendido que los books de verdad no los paga la modelo, sino que un book es el testimonio en imágenes de todos los trabajos que la modelo ha tenido a lo largo de su carrera. Bien, por el caso, ella no era modelo pero quería posar como si fuera una modelo, para tener, cuando sea vieja y fea, pruebas de lo bonita que era cuando era joven y bonita; vaya, esta es la única explicación que se me ocurre para querer hacerse una serie de fotografías de estudio de este tipo. Mi librero se compró un vestido de noche para posar en ellas y todo. Yo fui testigo de toda la sesión, por otro lado un “rollo papatero”. Cuando hubo acabado las fotografías, el fotógrafo dijo: “muy bien, no creí que fueras a darme tanto”. Yo pensé... (sic) ¿dar tanto? ¿Qué es exactamente lo que una modelo ha de dar al fotógrafo? Ojeando revistas del corazón me he dado cuenta. Me parece claro: un fotógrafo quiere una “mirada de polvo”, que digo yo, es decir, que mires a la cámara (y por tanto al fotógrafo y a la persona que va a mirar la fotografía) como si fueras a follar con él. Es esta cara con la que todas las modelos salen en los anuncios, y no quiero decir los anuncios de las revistas porno, sino los anuncios normales de revistas y televisión: la cara de polvo. Y que reza: “si compras este producto será como si estuvieras follando conmigo, como si yo te amara”. Debe ser una mirada sincera, debe ser una mirada poderosa, y debe ser una mirada cálida. Íntima. Una mirada en que la modelo se deje la piel. Saber hacerla se llama “posar”. Fijaros bien: las mejores modelos no son las más rubias, las más agraciadas o las más delgadas (porqué todas las chicas que quieren ser modelos son rubias, agraciadas y delgadas). Lo que hace la diferencia es dominar el arte de posar, el arte de mirar a la cámara con “mirada de polvo”; saber transmitir el sexo ( ¿o es el amor?) con la mirada. Y eso no tiene nada que ver con estar desnuda físicamente, es la mirada la que debe desnudarse. La modelo debe mostrar que se siente querida; para ello el feeling con el fotógrafo es muy importante; y no creo que la expresión de amor en los ojos pueda retocarse con ningún photoshop. ¿No habéis oído decir nunca aquello de “la cámara la adora”? Es porqué saben mirar a la cámara así. Evidentemente, esta amiga mía no sabe poner esta “mirada de polvo”, ni tan sólo sabe que eso exista, y las fotografías quedaron como las de cualquier persona de la calle un poco agraciada que se hace fotografías, no como las de ningún book de modelo. Pero ella ya estuvo satisfecha con ellas, y yo, después de picar-me de pie todo el rollo de la sesión para acompañarla, pues también. Al final de la sesión, apelando a mi vanidad, el fotógrafo mostró interés en convencerme para que yo también me dejara hacer este tipo de fotografías... ¡horror y terror...! Yo no dejaría que nadie me robara el alma. No me las hice. Y no me arrepiento de ello. Suficientes problemas tengo para encontrar a alguien a quien mirar de esta forma en la vida real, ¡cómo para ir dejando que me retraten!

domingo, 25 de octubre de 2009

Las muñecas de famosa se dirigen al portal...

Con toda esta murga del cambio de hora, no entiendo por qué no sale una secta que propugne hacer las cosas a la misma hora que las hacías en hora vieja: es decir, si te levantabas a las 8, ahora levantarte a las 7, que serían las 8 en la hora vieja; la misma hora a la que te levantabas todos los días. Si comías a tal hora, comer a tal otra para coincidir con la hora vieja; la misma hora a la que comías todos los días. Y así irlo trampeando hasta que vuelvan a cambiar la hora y tus horarios coincidan con los “oficiales”. Ya lo sé, ya lo sé: si has de ir al trabajo o a la escuela, algo así es impensable. Pero de verdad que me extraña que en un mundo donde cada vez hay más movimientos, organizaciones y grupúsculos, no surja ninguna secta (o grupo del facebook) que lo propugne...

sábado, 24 de octubre de 2009

Fumando espero

Yo no fumo pero alguna vez he tenido un cigarrillo entre los dedos. La última vez que fumé fue en una cena de trabajo, de aquellas tan típicas que se celebran en las Navidades. Un compañero de trabajo guaperas me dio fuego (ay, aquellos dedos...) y yo empecé a chupar el cigarro. Pero... pronto me di cuenta que una compañera que fumaba, una de estas personas tan mundanas que saben ir por los sitios, me miraba con una cara de pena... Me di cuenta que le daba pena porqué yo no sabía fumar, no sabía coger el cigarro, no sabía aspirar el humo. Ella se daba cuenta de que yo hacía el ridículo y yo le daba lástima, mucha lástima. Jamás se me olvidará aquella cara. La verdad es que dejé el cigarro enseguida y no he vuelto a fumar nunca más. Si no se sabe no se sabe, tú, tampoco hace falta amargarse la vida por ello. Pero, a veces, cuando cuelgo algún post del que no estoy demasiado segura, me viene a la cabeza la sensación que tuve con aquella compañera mirándome con cara de pena... y pienso en las caras de mis lectores al otro lado de la pantalla, caras que yo no veo. Y me pregunto, si nos viéramos las caras, si pudiera leer en sus caras que estoy haciendo el ridículo publicando en el blog según qué... ¿dejaría de hacer el blog como dejé el cigarrillo? ¿O continuaría escribiendo a pesar de ser consciente que hago el ridículo? La ventaja es que no puedo comprobarlo, y, ojos que no ven...

viernes, 23 de octubre de 2009

El don de la metáfora

Leo (¡por fin!) El lector común, de Virginia Woolf. Se trata de un libro que siempre había querido leer, desde que era adolescente, pero que me parece que hasta ahora no había sido traducido, como mínimo en una traducción a mi alcance. Incluso me había planteado leerlo en inglés, aunque no había llegado a hacerlo y seguramente lo hubiera tenido que dejar por demasiado difícil. Normalmente pasa bastante tiempo desde que me compro un libro hasta que lo leo. Y tardo bastante en leer un libro. Este me lo he tragado enterito la misma semana de haberlo comprado. Oh... qué libro... qué claridad, qué manera de exponer las ideas, qué imágenes... tiene aquello que yo llamo “la chispa de Virginia Woolf” y que no sé muy bien como definir. Pero algo está claro: si su escritura perdura es por su dominio de la metáfora: los burros en la fuente, Helena de Troya, el cielo estrellado... Hace unas metáforas exquisitas. Unas metáforas, que yo, por más que me esfuerce en ello, tengo claro que no hago, que no sé hacer, y que no sabré hacer nunca. Simplemente, algo como esto debe salirte de dentro, espontáneamente, y a mí no me sale. Y es por ello que su estilo perdura, por estas metáforas sembradas en su texto que explotan como minas de placer cada vez que pisamos una. Y además, qué claridad... se lee tan fácilmente... Aquello que me cautivó la primera vez que leí un texto suyo todavía está ahí. Y entonces arrugo un poco la nariz, porqué sé que como persona era una esnob y una arpía... ¿cómo podía escribir tan bien y ser tan transparente? Pero bien, yo no la conocí ni me ofendió, o sea que como fuera ella como persona es un poco igual, lo importante son los textos. El último texto ¿Cómo debemos leer un libro? es simplemente genial. Recomienda algo que yo hago pero que jamás había oído que recomendasen en parte alguna: que, además de leer un libro, pensemos sobre el libro, que lo digiramos, que dejamos que sedimente en nuestro espíritu como una lluvia de respuestas. Muchas veces he dicho que yo voy poquito a poco leyendo porqué siento que he de digerir lo que he leído... y sé que eso suena como una idea rarísima, una idea de tía excéntrica, en nuestro mundo de objetos de un solo uso, donde un libro puede durar tanto como un pañuelo de papel. Pero a pesar que haga eso yo no pretendo llegar a esta tercera fase que dice ella, la de hacer comparaciones entre los libros, y establecer categorías según su manera de hacer, básicamente porqué me faltan muchos por leer, y tampoco tengo claro que en lo que yo me fijo de los libros sea en lo que se fijaba ella, que sólo tenía una sola literatura, y muy buena, como campo de acción (si exceptuamos las literaturas clásicas). Quiero decir que un lector de nuestro tiempo y de nuestro país, en que leemos mucha literatura traducida, primero de todo ya tiene suficiente trabajo en decidir a qué mundo pertenece el libro que lee: si es anglosajón, si viene de una lengua minoritaria pero lejana, si es de los nuestros o de los de más allá... Se hace difícil comparar libros creados en contextos tan diferentes. No me extraña que ella, comparando libros paridos en el mismo contexto, pudiera sacar mucha más tajada de ellos. Además, entre los nuestros hay muchos que pretenden ser inventados, y no reflejar ningún mundo real, y a la postre hacen bandera de ello (¿?), como por ejemplo novelas de autores catalanes con los nombres de los personajes en inglés... ¿es para dar un toque chic? Para mí es una aberración. En fin, que eso de comparar libros todavía es una asignatura pendiente, pero por algo ella era Viginia Woolf y yo... pues no lo soy. ¡Pero estoy leyendo mucho sobre el tema!

jueves, 22 de octubre de 2009

Pela y libertad

Oigo con preocupación como en los Estados Unidos, pero también aquí, los periódicos y revistas ya ponen a sus redactores la condición de no crear blogs personales hablando libremente de las cosas que se les quedan en el tintero en el periódico, y a la información de las que acceden gracias a trabajar en él. Eso en principio podría parecer razonable: yo te pago un sueldo, por tanto “te compro” la libertad de decir lo que quieras, y sólo dirás lo que yo quiera. Parece lógico que los que tienen el poder actúen así. Y también me parece lógico que todos estos trabadores de la información se dejen comprar, al fin y al cabo de algo se ha de vivir. La única cosa que me sabe mal es que yo creía que los blogs podrían ser a la larga una especie de contrapoder a los medios “oficiales”, a la verdad establecida. Y me doy cuenta que si van cerrando la boca y hacen ser “políticamente correctos” a todos los que cobran por escribir, la posibilidad de decir las verdades quedará en manos de aficionados que vivimos de otra cosa, pero no de escribir. No creo que con cláusulas de estas puedan hacer callar el “blog power”, pero van a dejarlo circunscrito a la marginalidad. No sé, tampoco sé lo suficiente sobre el tema, pero esta prolongación de lo que dicen los periódicos a los blogs personales de sus redactores me parece una peligrosa ingerencia a la libertad de expresión, y con el tiempo tanta endogamia empezará a hacer tufillo. Me gustaría que los blogs continuasen siento una alternativa saludable a la prensa “oficial”. A ver si resultará que aquello que dijo aquel periodista en aquella charla que fui, aquello que “en un blog tú eres editor de tu propia mirada”, desaparecerá...

miércoles, 21 de octubre de 2009

Conflicto psiquiátrico con la realidad

Veo en un blog que me gusta mucho como se habla de la importancia de lo que no existe refiriéndose a las historias que pueden leerse en los libros. Como una historia que alguien se ha inventado y que leemos en un libro puede llegar a ser importante para nosotros. Como aquello que no existe puede llegar a ser importante. Me doy cuenta que me gustaría haber escrito estas palabras, y cuando me doy cuenta de porqué yo no puedo decir esto, la respuesta me entristece. Porque es evidente que dar importancia a lo que no existe distinguiendo que no existe sólo puede hacerlo una persona sana. Alguien con una enfermedad mental, alguien que en algún momento de su vida se haya encontrado que no distingue lo que los demás dicen que es la realidad y haya sido medicado por ello, es evidente que jamás podrá hablar con esta ligereza de dar espacio a las “cosas que no existen”. El mundo de los libros es inmaterial, impalpable, intangible, pero existe, forma parte de la realidad para la mayoría de la gente, una realidad de la que se puede hablar. A nadie le medicaran porqué en su vida ocupe un espacio muy importante este “aquello que no existe” que puede leerse en los libros. Lo que no existe y que puede crear conflictos es otra cosa. Jamás he entendido, por ejemplo, porqué la gente que escogen a sus amigos por su signo del zodiaco (yo los he conocido) no deben ir al psiquiatra y no deben ser medicados. Pero por lo que se ve, son gente perfectamente sana la que cree en los horóscopos; inculta, pero sana. Lo que quiero decir es que el problema que tienen con aquello que no existe la gente que sufre, no es con la realidad de los libros, ni con la realidad de los horóscopos, que puede ser inmaterial, impalpable, intangible, pero que existe y se puede hablar de ella. Es con otras cosas. Evidentemente no se puede culpar a nadie que no haya vivido “la realidad que no existe” de hablar con ligereza de lo que “no existe”; nadie tiene el patrimonio de lo que existe y de lo que no existe y de cómo hablar de ello. Pero una vez ya me quejé de los poetas que hablan de la poesía como “de otra realidad”, y que no necesitan ir al psiquiatra por ello. Para mí, cualquier realidad que no entre en conflicto psiquiátrico con la verdad establecida, como lo son la realidad de los libros, la realidad de los horóscopos, la realidad de la poesía, no es otra realidad, simplemente es una de las múltiples facetas de nuestro mundo. Pueden ser facetas más materiales, palpables y tangibles o menos materiales, palpables y tangibles, pero la gente no va al psiquiatra por creer en ellas ni hablar de ellas. Si no existe un conflicto psiquiátrico real, lo siento mucho, pero no puede hablarse de “aquello que no existe”, no puede haber “otra realidad”. Por más que sea un cliché de nuestra sociedad decir que las novelas son “aquello que no existe”, las novelas existen y encajan en nuestro mundo. Aquello que no existe es otra cosa.

martes, 20 de octubre de 2009

Proverbio

«Un ladrón con dinero todavía es un “señor ladrón”.»

(proverbio chino)