miércoles, 22 de octubre de 2008

Media horita de lectura

Un aristócrata y político francés de aquellos empelucados dijo una vez que jamás había tenido una pena que media hora de lectura no le hubiese podido quitar. El caso es que yo, la primera vez que leí la frase, me la tomé como que la lectura iba bien para arreglar cualquier pena que se pudiera tener. Pero después de intentar aplicarlo diversas veces sin demasiado éxito, me he dado cuenta de lo que quería decir realmente este buen hombre: él quería decir que jamás había tenido una pena lo suficientemente profunda que una cosa tan sencilla y circunstancial como leer un poco no se la hubiese podido hacer pasar. No era una cuestión de efectividad de la lectura contra las penas, era una cuestión de tener un carácter de aquellos que nunca se preocupan por nada, que todo lo toman a la ligera y que las cosas jamás se les atragantan. ¡Y yo toda la vida confiando en la lectura como si fuera quien sabe qué!

domingo, 19 de octubre de 2008

¿Interruptus?

Hace días que estoy republicando posts antiguos. El caso es que ya no pasa como antes, que siempre se me ocurrían cosas nuevas que publicar. Me parece que atravieso una pequeña crisis creativa. Sea lo que sea, ya no me hace tanta ilusión publicar mis cosas en el blog. Lo que antes me gustaba tanto, ahora me lo miro con un poquito más de reserva... Algunas pequeñas decepciones sobre esta vía de comunicación hacen que, muchas de las cosas que escribo, prefiera guardármelas para mí. Pero no quiero decir que lo dejo porque me conozco; tengo un pasado y sé que es realmente improbable que pueda dejar de escribir el blog. Pausa momentánea, pues. Si vuelve a resurgir el gusanillo, volveré; si no, “que me quiten lo bailao”. ¡Viva la vida bloguera!

No haga nada

Vaya a un lugar tranquilo y quédese sentado. No se trata de no hacer nada del tipo de leer un libro, hablar con los amigos o hacer punto. No se trata de meditar. La idea es estar con lo que sea que tenga en la cabeza sin tener que actuar.(...) Una vez dominado el arte de no hacer nada, se asombrará de la claridad que aportará a su vida o a cualquier proyecto que tenga en marcha. Es increíblemente refrescante.”

Simplifique su vida
Elaine St. James

viernes, 17 de octubre de 2008

El fracaso de la primera de la clase

Hoy, de manera indirecta, me han insinuado que soy una fracasada. (Como depende de con quien te compares...) Supongo que si nos lo miramos desde un punto de vista mundano, sí que lo soy. Siempre era la primera de la clase en la escuela. Ahora tengo un empleo muy sencillo y gano por debajo del sueldo mínimo. Supongo que sí, que si me encontrara con alguno de los compañeros de clase de aquel tiempo, que siempre iban detrás de mi en todo pero que ahora han prosperado, supongo que sí que uno de esto compañeros podría decirme con propiedad que soy una fracasada. Pero, ni me sentí nunca por encima de los demás ni una triunfadora cuando era la primera de la clase ni me siento fracasada ahora, ni creo que comparar la propia vida con la vida de los demás sea algo demasiado sano. Siempre viví mis buenas notas como una tara, como una excusa que tenían los demás para marginarme; por mi enfermedad, continuo marginada, o sea que considero que nada ha cambiado. Además lo que yo siempre ha querido es escribir, y ser buena en eso, no ser alguien desde el punto de vista mundano. Jamás no he querido tener dinero ni poder por encima de los demás ni un ferrari esperando en la puerta de mi empresa para huir a toda velocidad de mi vida. Si alguna vez hubiese querido eso, y ahora no lo tuviese, supongo que sí que podría considerarme una fracasada. Pero lo que yo siempre he querido es escribir, y eso hago; tengo el privilegio de poder dedicarme a aprender a hacerlo. En este aspecto, he conseguido lo que quería, y por tanto, no considero que haya fracasado en nada. Es más, me considero más feliz que muchos de estos compañeros que han “triunfado”, a veces a un precio muy alto, y que según como tampoco están contentos. Quizá no tenga gran cosa, pero me levanto cada mañana contenta. Si, de aquí a cincuenta años, en mi lecho de muerte, veo que me he rendido, que he dejado de luchar para escribir algo que valiese la pena, entonces sí que consideraré que he fracasado. Pero cada texto que escribo y publico para mi es una victoria, y me rescabala de mucho, independientemente que la otra gente puede pensar que no vale la pena. Para mi, es mi trocito de gloria, y, francamente, otra cosa tampoco me interesa lo más mínimo.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Pecados de gula

Estaba puesta la televisión: hablaba de las personas gordas, la gran plaga de nuestro tiempo. Constatan, con pruebas científicas, una evidencia: que estar gordo es malo para la salud. Eso estaría bien si sirviese para concienciar a la gente que está gorda de verdad, solamente, pero a buen seguro que muchas personas, sobretodo mujeres, que no están gordas, se comenzaran a sentir gordas y a sentirse acomplejadas por culpa de reportajes como estos. El culto al cuerpo delgado es la nueva manera que tenemos de expiar nuestros pecados ahora que ya no nos confesamos y que la religión no tiene un peso preponderante en nuestra vida. Parece que necesitamos sentirnos culpables por algo, auto flagelarnos por algún pecado. ¿Qué mejor que castigarnos a no comer cosas sabrosas para expiar nuestro pecado de no estar del todo delgadas, cuando podríamos aceptarnos a nosotras misma tal y como somos y no sufrir? En nuestra cultura judeocristiana, nuestro cerebro no deja de funcionar como comer lo que te apetece – placer – pecado, comer cosas insustanciales – aburrimiento – expiación del pecado. Y entonces, los mismos programas que nos dicen que hemos de comer sano están llenos de propaganda de bollería industrial. La gran contradicción de nuestro tiempo.
Hace tiempo, trabajaba con una persona que decía que no comía chocolate porqué un día se dio cuenta que ella entraba por una puerta y su culo entraba tres segundos después. A mi no me molestaba que no comiese chocolate, cada cual hace lo que quiere. El problema era que, por mi bien, se sentía obligada a predicarme la buena nueva y obligarme a mí también a no comer chocolate. ¡Cómo yo estaba más gorda que ella! Creía que me hacía un favor... Jamás me atrevía a decirle que yo no consideraba que valiese menos que ella por el hecho de estar más gorda y de comer chocolate, algo que ella debía creer, tal y como insistía en que no comiese...
Es cierto que una vez, saliendo con un chico, un amigo suyo le dijo que él no se rebajaría a salir con una tía gorda como yo sólo por el hecho de ir con una chica.
Tomé buena nota, y no he salido con ningún otro. ¡Si salir con una chica gorda como yo ha de rebajar a un chico! De todos modos hay gente que la grasa la tiene en el cerebro, sólo que no se da cuenta.
Hubo una persona que llegó a decirme si tomaba dos raciones de cada plato, en las comidas...
Es evidente que no estoy tan delgada como estas modelos que salen en las revistas. Al fin y al cabo, ellas viven de su cuerpo, han de estarlo; a mí eso no me hace falta. No pienso sentirme culpable por el hecho de no estar tan delgada como predican las modas, no considero que valga menos por ello. No considero que coma desaforadamente, ni pienso expiar una culpa que no es mía. Quizá no tendré derecho a meterme en la cama con un Bratt Pitt porqué mi cuerpo no estará a la altura, pero francamente, tampoco lo hecho de menos. Yo creo que lo más importante es aceptarse uno mismo, y no engañarse empezando cada quince días una nueva dieta como hacen algunos, algo que ya deberían saber positivamente que no les llevará a ninguna parte.





martes, 14 de octubre de 2008

Verdades como puños


Hace poco, hablado con mi librero, me dijo que ella no escribía según qué, más concretamente no explicaba intimidades, porque creía que a nadie le importaba nada su vida. Exactamente lo que yo pienso: que mis miserias no importan a nadie aparte de a mi misma. Pero, en cambio, he creado expresa y voluntariamente, un blog donde explico intimidades. Ya lo dije una vez: me he observado y he visto que lo que me gusta de eso de escribir (ya sea en el blog o fuera de él) es esta especie de streap-tease espiritual; que lo que me gusta es explicar lo que explico, de hecho. Pero, claro no querría encontrarme un vecino de escalera cotilla, con poca idea de lo que son las aspiraciones literarias y todavía menos de lo que es la inspiración, que un día cruzase la acera para decirme burlón: “Así que estás como una cabra. No sabes como disfruto de estar sano y de reírme de tus salidas de olla espiando por este agujero en la cerradura que es la red, cómodamente sentado desde casa.” Algo que podría pasar perfectamente. Es el retrato perfecto de mucha gente que conozco. Bien, en general, además de malos lectores, son hipócritas y jamás me lo dirían a la cara, pero esta sería la esencia de la verdad tras su mirada burlona. No se acaba nunca la capacidad de estar integrado en el mundo de la gente sana; siempre saben de quien han de burlarse para encajar en el grupo. Y sería yo misma quien me habría expuesto a ello, a estos comentarios, por no saber dejar el teclado quieto; soy consciente de cómo deben estar riéndose algunas personas. Pero he observado que sólo me gusta leer a autores que digan verdades sobre si mismos, verdades que valgan la pena (y que no son lo mismo que cotilleos), y que se expresen con franqueza. Tan entreverado con la ficción como se quiera, pero que en el que dicen haya un fondo de verdad. Los que hacen razonamientos peregrinos para esconderse y confundir al lector simplemente no me interesan. Aunque supongo que habría diferentes y discordantes opiniones sobre qué es un razonamiento peregrino, y soy consciente que hay gente que podría pensar que mis razonamientos también lo son, de peregrinos. Se me ha acusado de jugar al ping-pong con el lector con mis idas y venidas arguméntales. No es algo intencionado. Si parece que mis textos juegan al ping-pong con el lector es porqué mi cabeza juega al ping-pong conmigo. Una vez más, la necesidad de expresar verdades me puede... Antes creía que podía escribir y podía esconderme: tras un personaje alejado de mí, tras un escenario exótico, tras un estilo trabajado. Eso me dijeron en uno de los cursillos de escritura que hice: “No sois vosotros, es un personaje. Cuando escribís estáis creando un personaje. “ He descubierto que, independientemente de cual digan que es la verdad los otros escritores, mi verdad no esta. Es justo al contrario. Si un escritor escribe sobre un personaje que acaba en el cubo de la basura, lo único que le pido a quien escribe es que alguna vez se haya sentido como alguien a quien tiran al cubo de la basura. Que me salga con el consabido “no has de fiarte de mí, soy escritor, miento; en realidad eso jamás se me ha pasado por la cabeza”, desvaloriza la buena opinión que tenia de él. El texto era auténtico; quizá no es consciente de ello, quizá cree que es un consumado creador de ficciones, pero lo que yo he visto en el texto es una verdad sobre si mismo, alguien que siento como si le tirasen al cubo de la basura, una verdad que por lo que se ve no está preparado para asumir; prefiere escudarse en él “soy escritor, miento.” Me he encontrado con ello muchas veces desde que deambulo por Internet; muchas veces, si lo que habían escrito no era verdad, no tenía ningún sentido escribirlo; pero ellos decían que no lo era. No digo que no se pueda aliñar la verdad (que es lo que yo hago), trabajarla hasta darle forma de pieza de orfebrería, incluso hasta el punto de no saber quien es quien; lo que digo es que, si el fondo no es auténtico, el autor no tiene nada que hacer con ello. Para escribir de verdad se ha de estar dispuesto a exponer las propias miserias, a ir al fondo de una mismo, aunque que lo que encontremos no es lo que querríamos. El hecho de escribirlo puede ayudarnos a aceptarnos, a ventilar fantasmas como quien ventila una casona desolada. Yo no creo en los que dicen que mienten; como dijo alguien, yo creo en los que saben mentir bien la verdad.

lunes, 13 de octubre de 2008

Rarezas

Una vez vi por televisión un reportaje sobre hábitos alimentarios. Entre diversas personas obesas, salió un hombre que se compraba un conejo y se lo iba a comer crudo, sentado sobre la hierba del parque, saboreando la sangre y las vísceras. Este hombre también comía moscas y gusanos de tierra, que criaba a tal fin. El reportaje no lo hacía evidente, pero me dio la impresión que este hombre no debía tener demasiados amigos. Qué tipo más extraño, pensé. Pero me doy cuenta que yo, aunque no coma conejo, ni crudo ni cocido, por mi afición obsesiva a la lectura soy una persona rara, como mínimo tanto como este hombre. Yo también me compro un libro y me siento en un rincón a saborearlo de vivo en vivo. Y no hago otra cosa. Una cosa que tenemos en común es el hecho de practicar una actividad marginal en solitario. Ya sé que se me dirá que hay mucha gente que lee. No es cierto. La gente lee, pero no constituyen con eso el eje central de su existencia. En toda mi vida sólo he conocido a una persona que leyese con la misma intensidad que yo, y no cuento conocer a ninguna más. La gente normal leen por afición, y hacen de eso un elemento de relación. Él se comía un conejo crudo él solo, sentado en parque. Yo leo sola. Leer un poco es normal, es sano y está bien, pero cuando poseer libros y leerlos se convierte en una obsesión absorbente, hasta el punto de que no haces nada más ni te interesa nada más, cuando se convierte en el eje vertebrador de una vida, es cuando empieza a ser preocupante. Algo ha fallado para aquel hombre en su relación con los demás que necesite comerse un conejo crudo él solo. Cada vez veo más claro que yo, en mi obsesión por los libros, voy por el camino de convertirme en lo mismo.

domingo, 12 de octubre de 2008

Rumor de palabras

Cuando digo que me gustan los libros donde no pasa nada, quiero decir que para disfrutar con una obra no necesito que me expliquen historias de lugares remotos o grandes aventuras trepidantes donde en cada párrafo matan a dos personas, atracan tres bancos o descubren un mundo cuadrado fuera del sistema solar. Me basta que el autor me cuente quien es, qué hace, como se relaciona con el resto del mundo, y que lo haga con delicadeza. No sé como definir la palabra literatura, pero un requisito indispensable es el gusto por las palabras.”

Alícia de llegit (leído)

jueves, 9 de octubre de 2008

De la vida y de la muerte

Hoy, alguien me ha hecho la típica pregunta que siempre me hacen las personas que no tienen conexión a Internet: ¿de qué va tu blog? Antes, cuando tenía el Blog de una lectora, lo tenía claro: va de libros, respuesta que solía asustar a la gente y que les desanimaba a continuar indagando. Ahora, pero, ya no tengo el Blog de una lectora, ya no hablo de libros, o sólo a veces. ¿De qué va ahora mi blog? Sin pensármelo dos veces he dicho “mi blog va de la vida y de la muerte”. La persona que me escuchaba se ha escandalizado. ¿De la muerte?! Supongo que no lo habría dicho si lo hubiera pensado más, porqué, si reflexiono sobre ello, me doy cuenta que bien pocas veces he mencionado a la muerte, en el blog. Si he dicho esto, ha sido para no tener que decir: “en el blog intento hablar de mi enfermedad”. Por qué de eso intento que vaya El vuelo de la reina de la ruda, aunque a buen seguro no lo parezca. Mi blog va de la vida y de la muerte... ¡Gran eufemismo! Al final he intentado llegar a una respuesta conciliadora: ¡de la vida, va de la vida! ¡Eso de la muerte es un modo de hablar!, he dicho, intentado parecer convencida. ¿Es eso lo que debe decirse, no? Supongo que sí. Sí, eso es lo que debe decirse, siempre.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Cuentito microeconómico

Pepito siempre pagaba en efectivo. Durante mucho tiempo estuvo preocupado: había oído por la radio que pagar con tarjeta se traducía en un aumento del PIB, es decir, que pagando con tarjeta estaba creando riqueza. Él siempre pagaba en efectivo, y creía que quizá pronto debería salir a la calle con una bolsa en la cabeza; se sentía tacaño. Se le confirmaba lo que siempre había sospechado, que, en el fondo, él era una pústula para la sociedad, un parásito.
Hasta que un día oyó por la misma radio que el PIB creado por el hecho de pagar con tarjeta y por los créditos en general no era un PIB bueno, que era un PIB inflado, engañoso y que no era bueno para la economía depender de un PIB basado en la deuda; que era eso lo que la llevaba a la crisis. Él siempre pagaba en efectivo, por tanto se dio cuenta que el PIB que estaba creando era un PIB real, palpable, aprovechable; era riqueza de verdad, no una burbuja; y que era bueno para la economia, ayudaba a combatir la crisis. De golpe, se sintió capaz de coger aire y de salir a la calle orgulloso como un pavo real. Ya no se sentía como un tacaño. Se le confirmaba lo que siempre había sospechado: que, en el fondo, él era un pilar de la sociedad.

martes, 7 de octubre de 2008

Algo de economía

No hace falta ser discípulo de Karl Marx para reconocer que la economía, si no mueve el mundo, al menos no lo deja estarse quieto. La economía, en sus múltiples formas, es la responsable de la mayor parte de las actividades humanas, y son criterios económicos los que determinan la importancia de la mayoría de las acciones y realizaciones de los hombres. «Un poeta» –escribió algún francés, no sé si Voltaire– «es tan útil al Estado como un jugador de bolos». A partir de esta premisa, difícil de rebatir, y considerando que si la poesía es inútil para el Estado, mucho más lo es para su hermano gemelo, el Capital, podemos explicarnos muchas de las peculiaridades que caracterizan a la poesía y la diferencian del resto de las artes, y aun de la literatura, en el mundo de hoy.
Tiempos hubo en que los reyes de taifas recompensaban espléndidamente en esta península nuestra a los poetas más notables; durante siglos, en la lejana China, los exámenes que permitían a los letrados acceder a los puestos de la administración del Imperio consistían en la escritura de poemas. Hoy, ni nuestros taifas autonómicos ni los capitalistas bajo control comunista de la nueva China se preocupan gran cosa de los poetas. La situación de la poesía ya es la misma en todo el mundo: marginal, no rentable, económicamente irrelevante, menospreciable. ¿Qué rentabilidad puede extraer el capitalismo de la poesía? Prácticamente ninguna. ¿Invertir en poesía? ¿Para qué? Un papel y un bolígrafo le bastan a un poeta para componer una obra maestra. Y una vez publicada, por cualquier medio, ya es propiedad común, bien de todos, invendible, sin posibilidad de apropiación. Todos sabemos cómo interviene el capital en las demás artes, las ganancias que proporciona la música, los contubernios entre arquitectura, construcción y poder, el coleccionismo nversor en pintura y escultura, las cifras millonarias que facturan los que publican según qué novelas, las geométricamente multiplicadas de quienes las transforman en películas… El arte y el negocio van del brazo, se complementan, suelen ser uña y carne. Sólo la poesía queda al margen. No hay que invertir para producirla. Su comercialización no produce ganancias apreciables. Sus obras no se pueden atesorar, coleccionar, comprar y vender. Están fuera del ciclo económico. Son perfectamente prescindibles. Así que el capital prescinde de la poesía sin mayor inconveniente.
(Sólo un curioso fenómeno, el de los premios, casi exclusivo de nuestro país, recupera de alguna manera aquel mecenazgo de las taifas, dedicando una pequeña parte de los caudales públicos a promocionar una actividad que, teniendo en cuenta su inutilidad, goza aún de un curioso e inexplicable prestigio. Tal vez sea éste, sin embargo, un intento de domesticarla. Un libro de poemas subversivo, en cualquiera de las acepciones del término, difícilmente obtendrá un premio bien remunerado, patrocinado por cualquier tipo de organismo público o privado que se precie.)
Así que al margen de la economía, al margen de la sociedad, la poesía, como una planta silvestre, crece y se desarrolla en libertad. Como nadie la financia, a nadie debe respetar o halagar; como nadie puede comprarla, a nadie debe tentarle o reírle las gracias. Y si lo hace, es por libre decisión del poeta. La poesía es libre, libre e independiente, es uno de los poquísimos ámbitos incontrolables que quedan en el mundo de hoy. Es verdad que al quedar al margen de los tejemanejes del capital su difusión es escasa, nadie tiene interés en hacerla llegar a sus posibles destinatarios. Pero sin interés, por afición, por gusto, por convencimiento, son siempre muchos los que se esfuerzan por darla a conocer y difundirla. Hay excepciones, claro, y basta asomarse a Internet, un medio gratuito, para comprobar la vitalidad de la poesía, la ingente cantidad de páginas a ella dedicadas en la red.”


Jesús Munárriz

lunes, 6 de octubre de 2008

Ser pobre con alegría

El otro día oí por la radio que el porcentaje de pobres aumentará los próximos años. Entendemos por pobres a las personas que ganan por debajo del sueldo mínimo. Después de una época nunca lo suficientemente larga de prosperidad, parece que para la sociedad será hora de apretarse el cinturón. A la noticia no le habría dado mayor importancia sino fuese porque me he dado cuenta que formo parte de este grupo: soy pobre.

Ser pobre no es lo que uno sueña que quiere ser de mayor cuando va la escuela. Pero a mis 32 años, con una enfermedad mental, me toca aceptar y hacer frente al hecho que esta es exactamente mi situación. Me lo miro del derecho y del revés, y, cuando más lo hago es que me doy cuenta: soy pobre.

Si me molesta no es sólo por la falta de posibilidades económicas, no poder comprar cosas, que sería la principal, pero no la única consecuencia nefasta. Una de las cosas que más rabia me dan es formar parte de este segmento de la sociedad que nadie tiene en cuenta, de la clase baja, de los desheredados. Si me hubiesen dejado escoger, yo hubiese nacido aristócrata. Por el dinero, pero también, sobretodo, por el prestigio intelectual. ¡La posibilidad de tener conversaciones cultas! Pero no puedo escoger: soy pobre como una rata y como consecuencia se deduce que soy poco inteligente. Porqué, si una persona es inteligente, es evidente que sabrá ganarse bien la vida, ¿no? Los pobres lo son porqué no dan para más. Dan lástima. Es una desgracia ser pobre, encontrarse con algo así, da pena, pero ellos mismos tienen la culpa, porqué no han sabido salir adelante. Yo que no soy tonto salgo a flote. Eso pueden pensar los mil euristas. Y cuidado, un mil eurista no es pobre. Se quejan mucho, hacen mucho ruido con su situación, no hay programa de televisión en que no salga llorando un mil eurista... pero, yo, que soy pobre de verdad, ¡qué más querría que ser mil eurista!

De todas formas, y a pesar de todo, yo siempre he pensado que quien no se conforma es porqué no quiere, y que mucha gente que se queja en los medios de comunicación que la vida es cara, en realidad lo que les pasa es que no quieren renunciar a los privilegios a los que se han acostumbrado y que, en realidad, no pueden permitirse. Llamo privilegios al hecho de ir de vacaciones cada verano (a veces, también por Navidad, Semana Santa y todos los puentes), ir a restaurantes, cambiar la ropa cada temporada, y tantas otras cosas, que son en realidad superfluas, y que en nuestra sociedad consumista se han convertido en una necesidad. Pues, señores, yo no puedo permitírmelo, todo esto. Soy pobre. Y no es que sea tacaña. Es que soy pobre. Y me extraña que salga gente por la tele quejándose que no pueden vivir a todo tren (que es lo que creen que se merece, y tampoco seré yo quien les contradiga) cuando yo tengo que racionarme el queso, la repostería o incluso el jabón. Y con eso no quiero decir que pase hambre o que no salga a flote. Quiero decir que compraría productos más caros de los que puedo permitirme. Y la gente se queja de no poder ir cada verano al Caribe. ¿Pero es que nadie se ha dado cuenta que en el Caribe no hay nada?

Pero este texto se llama Ser pobre con alegría, e intentaré ver el lado positivo. En principio, el único lado positivo que se me ocurre es que aprecias más las conversaciones que tienes con la gente, simplemente hablar. Aprecias las largas caminatas, un pasatiempo baratísimo y para el que no se necesita un juego de pesas de 50 euros. Todo depende del color con que se mira, y en el fondo, quien no se conforma es porqué no quiere. Está bien ser pobre, saber apreciar las cosas importantes de la vida; no tener nada, pero tampoco querer nada que no puedas permitirte.

domingo, 5 de octubre de 2008

Pensar la soledad es pensar la muerte

Veo este título por Internet y me llama la atención. ¿Qué debe haber escrito el autor bajo este epígrafe? El caso es que para mi soledad no equivale muerte; siempre he estado sola, y bien viva, y disfrutando de la existencia a pesar de los altos y bajos emocionales. Claro que a veces también me aburro de estar sola, pero hace poco oí que sólo del aburrimiento nace la creatividad, y creo que es bien cierto. Si no tuviera tantos ratos muertos que lleno pensando, es evidente que no escribiría. Este “no hacer nada” yo sola es el caldo de cultivo perfecto para que nazca la escritura. Para escribir, se ha de tener tiempo para estar en Babia. Mi enfermedad mental me lleva a preferir estar sola a compartir ratos con gente de carne y hueso; habría excepciones, claro, pero contadas y infrecuentes, y suficientemente espaciadas para que tenga tiempo de digerirlas. Pessoa decía que escribir era su manera de estar solo; esto también puede ser cierto para una escritora más de estar por casa. A partir del momento en que llegas a la conclusión de que el tiempo pasa y no vas a compartirlo con nadie, la escritura se impone como una de las pocas actividades con las que vale la pena compartir este tiempo. Claro que podría dedicarme a mirar la televisión. Claro que podría hacer punto de cruz. Pero son cosas que no me atraen; me atrae más leer, escribir y escuchar la radio. No sé exactamente si escribo porque estoy sola o si estoy sola para poder escribir. Llega un punto en que sólo hay soledad, y para llenarla, pues escribo. Pero estoy bien en esta dinámica. Para mí, pensar la soledad no es pensar la muerte; es pensar la escritura, es pensar la vida.

sábado, 4 de octubre de 2008

El ejercicio de la piratería

El otro día, oía a un filósofo que decía que él de pequeño quería ser pirata. Y que no había podido ser pirata y que por ello había escogido ser filósofo. El caso es que yo no recuerdo que quisiera ser nada de pequeña; supongo que en el fondo presentia que no sería nada de mayor, que esta goma simbòlica que me entorpece los pies se interpondría. Como que no he podido ser nada, supongo que es por eso que escribo; es la manera ideal de no ser nada.

viernes, 3 de octubre de 2008

Pequeña decepción

Al final, no han aceptado mi cuento para el concurso de la radio. No lo he sabido recortar lo suficiente. Además, dije que no quería ser entrevistada, cosa que me parece que también ha tenido su influencia a la hora de no aceptarlo, aunque no lo digan. Supongo que si te dan un premio has de comprometerte a dar espectáculo, que es justo lo que yo no quiero. De todas formas, las normas del concurso eran claras: media página. Creía que serían más flexibles con eso, pero no lo han sido, aunque a mí me parece que mi cuento no ocupa más de media página... En fin, que me siento un poco abatida, me hacia ilusión sentir un escrito mío por la radio, tenía curiosidad por saber qué tono le iban a dar; saben interpretar los textos muy bien. Pero no pasa nada, en un primer momento lo habían escogido y con eso ya tengo suficiente. Lo que no podía hacer era desvirtuar el cuento recortándolo indiscriminadamente. ¡Qué ya es suficientemente corto! No puedo firmar como mío un texto en el que no crea, un escrito mutilado que no consiga reflejar exactamente lo que quiero decir. ¡Y eso que ya lo recorté! Ay, me parece que van a darme el premio a la tiquismiquis del año... ¿sabéis si lo radian, esto?

jueves, 2 de octubre de 2008

La suerte de la fea...

Conducir en este ciruito es como si hubieras estado iendo con una chica un poco fea y la cambiaras por otra mucho más guapa. Esto sólo ya te motiva.” (metáfora made in Valention Rossi. Este chico es un filósofo… qué digo un filosófo, ¡un poeta!... – y que conste que a mi me cae bien, ¿eh? Supongo que si de algo entiende él es de chicas guapas y fàciles, o sea que podríamos decir que se trata de la metàfora de un experto. Lo que me escama es que diga que alguna vez él, ¡él! ha ido con una chica fea... ai, Valentino, ¡que tienes una reputación a mantener! Ahora, siendo así, veo que todavía tengo posibilidades...)

Encaje

The excellence of every Art is its intensity, capable of making all disagreeables evaporate, from their being in close relationship with Beauty and Truth... I had not a dispute but a disquisition with Dilke, on various subjects; several things dovetailed in my mind, & at once it struck me, what quality went to form a Man of Achievement especially in Literature & which Shakespeare possessed so enormously – I mean Negative Capability, that is when a man in capable of uncertainties, Mysteries, doubts, without any irritable reaching after fact & reason.”

La excelencia de todo Arte está en su intensidad, capaz de hacer que todos los desacuerdos se evaporen, por estar en estrecha relación con la Belleza y la Verdad... No fue una disputa sino una disquisición con Dilke sobre varios temas; intentaba que algunas cosas encajaran en mi mente, y, de repente, descubrí qué cualidad era la que conformaba un Hombre que ha alcanzado el Éxito, especialmente en Literatura y que Shakespeare poseía tan enormemente. Me refiero a la capacidad negativa, es decir cuando un hombre es capaz de incertidumbres, misterios, dudas, sin perseguir de forma irritante hechos y razones.”

John Keats
Poemas escogidos

(este texto ejemplifica algo que yo siempre he tenido en la cabeza pero que nunca he acabado de expresar del todo en el blog: que no sirve de nada que alguien te diga: mira, el secreto de la literatura está aquí. Has de verlo por ti mismo, algo debe encajar en el interior de tu cabeza. Y es más probable escribir según esta ley sin ser consciente de que la sabes, que no escribir según esta ley siendo consciente del secreto y pudiéndolo expresar. Además, puede ser algo que no seas capaz de verbalizar. Keats, que sabía el secreto, intenta explicarlo, pero yo no le entiendo. Sé que hasta que no recorra mi propio camino, hasta que no me dé cuenta por mi misma de qué es eso de la capacidad negativa, si es que alguna vez me llego a dar cuenta, no lo entenderé, y que entonces todo encajará dentro de mi cabeza, pero no será ningún razonamiento venido de fuera, sino que será el fruto de una amalgama de estímulos interiores que habrán conducido a darme la respuesta, al encaje. Y que será la culminación de un proceso interior. Y que esta respuesta ha ser encontrada con las palabras en la mano, que ha de ser fruto de manipular el lenguaje)

(me doy cuenta de cómo suena esto para alguien que no quiera ser escritor, incluso para alguien que quiera ser escritor pero que no quiera ser el mejor de los escritores posibles: rimbombante, pedante, petulante... ¡el secreto de la literatura! ¡Keats! ¡la excelencia del arte! ¡Cómo si yo supiera algo, de todo esto! Me sabe mal que mis balbuceos sobre este tema probablemente sólo puedan ser interesantes para mí. Pero así y todo tengo necesidad de expresarlo por escrito)


El microcuento

Al final he superado la primera fase del concurso radiofónico del micro cuento. ¡Pero, para leerlo en antena, me piden que lo recorte! ¿Vosotros recortaríais a un hijo vuestro? El caso es que, supongo que si es para hacerlo caber mejor en el cochecillo, se recorta de donde haga falta... ¡el micro cuento, eh! ¡Ahora no os penséis!

Versión comprimida:

Trovador en versos

Sólo escribía poemas para ligar tías.” Esta frase se le había quedado gravada. Se la había soltado él, su primer novio, el que le escribía poemas, un día que coincidieron diez años después. Ella todavía escribía; él ahora tocaba la trompeta, y le confesó que en aquella época había escrito poemas sólo para tener éxito con las chicas. A pesar de ello, ella estaba convencida que había sido la única tonta con quien aquel método había funcionado. ¡Usando los mismos poemas para todas! Saber eso sí que le había sabido muy mal, nunca fue consciente que eran un “método”. Los guardaba, pero no estaba guardando los poemas, estaba guardando la ilusión que le había hecho recibirlos. Él ya no escribía, era como si no hubiera escrito nunca; todo aquello que le había hecho especial, diferente, todo aquello que un día le había gustado de él, se había desvanecido. Le quedaban los poemas, y ahora había llegado a leer lo suficiente como para saber que literariamente no valían nada. Ella todavía escribía, todavía leía, había vivido. Sabía más de libros, pero, también, y sobretodo, sabía más de las personas. Ahora alguien con un poema de amor improvisado sobre cuatro rimas ajenas ya no la hubiera impresionado... ya no la conmovería un versillo de imágenes gastadas y vocabulario rebuscado. De eso tenía la culpa la poesía, la gran poesía que se había estado chutando en la vena todos estos años. Este había sido su verdadero amor, la poesía, no él. Su gusto había mejorado: en los hombres, en los poemas... Ya no era aquella tonta capaz de emocionarse porqué le han escrito una bagatela. (¡Aunque entonces no se lo había parecido, una bagatela...!) Al saberse incapaz de reaccionar así ahora, se daba cuenta que a pesar de la experiencia adquirida, y la experiencia es un grado, se había perdido algo por el camino... La contradicción del paso del tiempo: leería poemas mejores, mucho mejores... pero ninguno volvería a hacerle tanta ilusión..."

Esposa a la ventura

Por la radio, un payés de los Pirineos busca esposa. Como cebo ofrece practicar “deportes de aventura”. A mí, francamente, que este chico crea que una chica que quiere casarse buscará en el futuro marido la posibilidad de practicar “deportes de aventura” me choca mucho. A mi no me comería el coco algo así... ahora, si lo que ofreciese fuesen “deportes de lectura” o “lecturas de aventura”, me parece que podría picar sin pensármelo dos veces...