jueves, 2 de octubre de 2008

El microcuento

Al final he superado la primera fase del concurso radiofónico del micro cuento. ¡Pero, para leerlo en antena, me piden que lo recorte! ¿Vosotros recortaríais a un hijo vuestro? El caso es que, supongo que si es para hacerlo caber mejor en el cochecillo, se recorta de donde haga falta... ¡el micro cuento, eh! ¡Ahora no os penséis!

Versión comprimida:

Trovador en versos

Sólo escribía poemas para ligar tías.” Esta frase se le había quedado gravada. Se la había soltado él, su primer novio, el que le escribía poemas, un día que coincidieron diez años después. Ella todavía escribía; él ahora tocaba la trompeta, y le confesó que en aquella época había escrito poemas sólo para tener éxito con las chicas. A pesar de ello, ella estaba convencida que había sido la única tonta con quien aquel método había funcionado. ¡Usando los mismos poemas para todas! Saber eso sí que le había sabido muy mal, nunca fue consciente que eran un “método”. Los guardaba, pero no estaba guardando los poemas, estaba guardando la ilusión que le había hecho recibirlos. Él ya no escribía, era como si no hubiera escrito nunca; todo aquello que le había hecho especial, diferente, todo aquello que un día le había gustado de él, se había desvanecido. Le quedaban los poemas, y ahora había llegado a leer lo suficiente como para saber que literariamente no valían nada. Ella todavía escribía, todavía leía, había vivido. Sabía más de libros, pero, también, y sobretodo, sabía más de las personas. Ahora alguien con un poema de amor improvisado sobre cuatro rimas ajenas ya no la hubiera impresionado... ya no la conmovería un versillo de imágenes gastadas y vocabulario rebuscado. De eso tenía la culpa la poesía, la gran poesía que se había estado chutando en la vena todos estos años. Este había sido su verdadero amor, la poesía, no él. Su gusto había mejorado: en los hombres, en los poemas... Ya no era aquella tonta capaz de emocionarse porqué le han escrito una bagatela. (¡Aunque entonces no se lo había parecido, una bagatela...!) Al saberse incapaz de reaccionar así ahora, se daba cuenta que a pesar de la experiencia adquirida, y la experiencia es un grado, se había perdido algo por el camino... La contradicción del paso del tiempo: leería poemas mejores, mucho mejores... pero ninguno volvería a hacerle tanta ilusión..."

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