domingo, 31 de mayo de 2009

Al acecho

Me acuerdo que cuando buscaba trabajo me vi obligada a rellenar muchos tests psicotécnicos. Me habían dicho que lo que buscan en un psicotécnico es que refleje “la normalidad”, algo que yo, con mi enfermedad mental, os podéis imaginar que temía no saber reflejar. A pesar de eso, todos los psicotécnicos para trabajos de mierda (evidentemente no hablo de cargos directivos) acostumbran a ser el mismo con ligeras variaciones. Son tan el mismo que aprendí a hacerlo para reflejar “normalidad”, y como mínimo esta etapa de la selección siempre la pasé. No sé si es que todo el mundo la pasa o qué, pero una vez lo has hecho más de cinco veces, ya ves por donde van los tiros, qué es lo que quieren que contestes, y francamente, jamás he sabido ver el valor de contestar aquello concretamente, más que el de demostrar que serás una persona con pocas ideas propias y que sabrá obedecer. Cosa que, quizá, es más importante de lo que a mí me parece a la hora que te den un trabajo de mierda... Por ejemplo siempre preguntan: “¿le gusta trabajar en equipo?”. En realidad quieren decir: “¿le gusta trabajar bajo las órdenes de otra persona sin quejarse?”, porqué, a pesar que siempre te preguntan si te gusta trabajar en equipo, yo jamás he tenido un trabajo en el que realmente se trabajase en equipo; siempre hay quien manda, y tú, como buen pringado, obecedes. Y eso no es trabajar en equipo, por más que digan. Claro que me gusta trabajar en equipo, pero nunca se trabaja en equipo, siempre se trabaja bajo las órdenes de “alguien que piensa”, y que nunca te consulta para nada; pero ellos insisten en seguir preguntado si te gusta trabajar en equipo. Al principio del test siempre había una pregunta que me hacia mucha gracia, el enunciado de la cual rezaba: “siempre estoy al acecho de los intentos de propaganda en los medios de comunicación.” Evidentemente, si contestas que sí, es decir, que siempre estás al acecho de los intentos de propaganda en los medios de comunicación, creerán que eres un friki y un paranoico. Has de contestar que tú, como a buena oveja normal, no te das cuenta de los “intentos de propaganda”. Recuerdo una día en el Versión Rac 1 que entrevistaron al presentador del programa de bricolaje Bricomanía. Inocentemente, los locutores le dijeron que les gustaría verlo en las “tomas falsas”, que les gustaría ver las escenas en que hace las cosas mal y no le salen, porqué ellos en su casa la mayoría de veces no les salen las cosas tal y como dice él que deben hacerse, ¡pero como en el programa todo le sale siempre tan bien! ¿Por qué un programa como Bricomanía no tiene la sección “tomas falsas” en la que el presentador se clava el martillo en el pie? Pues porqué este programa es un absoluto vehículo de propaganda para los fabricantes de todo tipo de herramientas de bricolaje, y lo que les interesa a estos anunciantes es mostrar que usando sus herramientas todo sale bien a la primera, es decir, que usando estas herramientas no habrá “tomas falsas”. Pero, ¿creéis que el presentador lo confesó, esto? ¡Quizá ni se lo haya planteado! Es evidente que no sería demasiado buena propaganda para la sierra de calar que nos quieren endosar que la “calada” no saliera a la primera... Pero yo, que me dado cuenta de este “intento de propaganda” en un lugar donde ni tan sólo los que trabajan en la radio lo dicen... ¿soy friki y paranoica por ello? Pues quizá sí. No es de buena oveja. Otro ejemplo: estoy cansada de oír que el barça paga por llevar el nombre de Unicef en la camiseta. Oh, que bueno es el barça que renuncia a ganar dinero por este concepto... ¡Cómo se preocupa por las criaturas del mundo! ¿Es que nadie se ha dado cuenta que las camisetas del barça las patrocina Nike? ¿Y no es verdad que Nike –no sé si justificadamente o no – tiene fama de explotar niños en los países asiáticos? Ahora me dirán que a Nike no le interesa tener su nombre asociado al de Unicef... El barça quizá es altruista respecto Unicef, pero os aseguro que Nike esto se lo paga religiosamente al barça. Pero claro, hace mucho tiempo que escucho la radio y nunca he oído a nadie que lo dijera, eso... ¿Soy friki y paranoica por pensarlo? Quizá sí. No es de buena oveja. Lo que debería hacer como buena ciudadana de este mundo consumista sería comprarme una camiseta del barça y dejarme de mandangas... y comprar esta sierra de calar con la que nunca te pillas los dedos, también, claro.

sábado, 30 de mayo de 2009

Arriesgarse

«A mi juicio, el escritor se asemeja realmente a ese atracador que proyecta un robo a costa de indecibles esfuerzos, que durante una noche, en una soledad fatal, fuerza una caja fuerte, sin saber cuánto dinero ni cuántas joyas encontrarà. Sin saber cuál será su botín, arriesga veinte años de cárcel o la deportación y la colonia penitenciaria. Con cada nuevo trabajo, los escritores y poetas arriesgan, a mi parecer, todo lo que han escrito hasta entonces. Es el riesgo de encontrar la caja vacía, de ser sorprendido, de perder los beneficios de todos los robos anteriores. Sin duda, el autor se caracteriza por el hecho de ser quien es, con su estilo, con su filigrana que lo distingue de los demás, con su sello de maestro. Pero la auténtica prueba comienza cuando los otros, los lectores y los críticos, le otorgan ese sello. Entonces, el escribir no siempre significa “no tener otra alternativa”; a veces, puede convertirse en una mera rutina, en una rutina con el sello de maestro, desde luego. Para el atracado experto y para el boxeador experto, cada nuevo atraco, cada nuevo combate es más duro y peligroso que el anterior, pues la inocencia ha desaparecido y su lugar ha sido ocupado por el saber. Lo mismo debería sucederle al escritor, y puedo asegurar que para muchos, en efecto, es así, aunque cuelgue en la biblioteca el diploma de maestría con el sello del gremio. Un artista tiene muchas posibilidades, sólo una le ha sido negada: retirarse, jubilarse. Desconoce el concepto de hora de cierre, aunque sea un gran concepto, un concepto humano, digno de envidia, a no ser que “ya no tenga qué decir”, para siempre o por un período limitado, y decidiera aceptar este hecho como irreversible. Entonces dejaría de ser artista. Es algo que en mí no tiene cabida. Leí una vez, en una reseña cuyo autor he olvidado, que una mujer no puede quedar un poco embarazada; a mi juicio, tampoco se puede ser un poco artista, sea cual fuere la profesión que uno ejerza.

“No tener otra alternativa” es una frase altisonante, pero no he encontrado mejor respuesta a la pregunta de por qué escribo. El arte es una de las pocas posibilidades de vivir y de mantenerse vivo, tanto para aquel que lo ejerce, como para aquel que lo recibe. Nacer y morir, y todo ocurre entre estos dos extremos, no pueden convertirse en rutina; tampoco el arte lo puede. Sin duda, existen personas que llevan una vida rutinaria. Hay artistas, maestros, que se han convertido en meros rutinarios; sin confesarlo a los otros ni a sí mismos, han dejado de ser artistas. No es haciendo algo mal como uno deja de ser artista; uno deja de serlo cuando comienza a temer los riesgos.»



El riesgo de la literatura, 1956
Más allá de la literatura

Heinrich Böll

viernes, 29 de mayo de 2009

Unas gotitas de cinismo para desayunar

Nunca he estado en Norte-América, pero sé que allí la gente trata cotidianamente con armas. También sé que los norteamericanos por regla general respetan escrupulosamente los límites de velocidad establecidos por la ley en la carretera. ¿Os acordáis del hospital St. Eligius, de Boston? Allí todos los que entraban a urgencias lo hacían con una herida por arma de fuego... Vivo en Europa y sé que aquí no tenemos en casa un armarito para las armas ni lo enseñamos a los invitados. También sé que aquí descargamos nuestra agresividad en la carretera; los hospitales de aquí no paran de atender gente que se han de dejado las costillas en ella... Eso, ya sé que es, probablemente, una leyenda urbana, una generalización sin sentido, porque no conozco lo suficientemente bien las estadísticas, y también sé perfectamente que hay excesos de velocidad en Norte-América y gente que tiene armas aquí. Pero se me ocurre que la agresividad es una cosa humana y que cada pueblo tiene su particular manera de expresarla. Y, podríamos decir, aunque esto parezca una contradicción, que hay maneras más civilizadas de expresar la agresividad que otras. Y que quizá, si aquí tuviéramos armas, y la gente se desahogase con ello, no correríamos tanto por la carretera. Gran solución al problema de los accidentes de tráfico, ¿no creéis?

Capa de fingimiento

Hoy me he dado cuenta de algo que no me ha gustado demasiado. Yo siempre había pensado que los que se tiñen añaden una capa de fingimiento a su personalidad, que no se muestran tal y como son en realidad. Sobretodo los hombres mayores teñidos no me gustan nada. Eso de la capa de fingimiento también lo pensaba de las mujeres que se hacen la permanente: ¡los rizos son mentira! Por no hablar de la gente que se pinta la cara con maquillaje... Pero, mira tu por donde, me he dado cuenta que yo, para tener el cabello liso, uso un champú con “efecto gloss”. Eso significa que mojado el cabello se acartona, y cuando se peina es perfectamente liso... (Como reza el anuncio, es “tecnología para tu cabello”...) Se me ha ocurrido que ¡esto también es un afeite! Lo que yo tanto detesto... Yo también hago trampas, ¡yo también añado una capa de fingimiento a mi imagen! Mi cabello no es ni liso ni rizado, está en tierra de nadie, pero tira más a liso que a rizado, y si uso este producto nadie se da cuenta que el liso no es natural; pero mi cabello no es tan perfectamente liso como parece con este champú... Estoy horrorizada de haber descubierto esto de mi misma... ¡yo que quería ser natural y simple como una margarita! ¡Y mira!

Pero también me doy cuenta que, muchas veces, más que una capa de fingimiento, estos afeites son una capa de protección contra las hostilidades del mundo... Y eso, como no, modifica mi intransigencia hacia la gente que se tiñe, se hace la permanente o se maquilla. Comprendo que a veces esta capa de fingimiento, esta capa de protección, puede ser una necesidad del espíritu. Siempre he sido muy intransigente con la gente que miente, pero quizá ha de tenerse en cuenta qué les hace mentir, qué miedo.

jueves, 28 de mayo de 2009

Lo digo en serio...

¡Quiero follarme a Guardiola!

lunes, 25 de mayo de 2009

Vida internáuta

Para hablar de los temas relacionados con el blog, hace poco cree en el gemelo catalán la categoría vida blocaire. La llamé así porqué me encanta la palabra “blocaire”. Para el blog en castellano, pero, la traducción lógica sería “vida bloguera”, y no me gusta nada la palabra “bloguera”, parece un insulto sacado de un culebrón. Por tanto, para el blog en castellano la cosa se ha quedado en vida internáuta...

domingo, 24 de mayo de 2009

Puesta en escena

Hace unos cinco o seis años, yo era una gran aficionada a la Fórmula 1. En mi casa no interesaba a nadie más y tenía todo el sofá para mí. Entonces, llegaron Alonso y el jolgorio familiar y dejó de gustarme. Yo viví todos los últimos campeonatos de Schumi. Schumacher siempre ganaba, pero, a veces, su segundo lo dejaba pasar. Tengo fresca en la memoria la imagen de Schumacher alzando la mano a su segundo una vez en el podio, después que este le hubiera cedido el primer puesto. Dijeron que eran ordenes de equipo, es decir, que había sido el equipo quien le había hecho ceder la victoria. Al ver a Schumacher alzándole el brazo, pensé que él personalmente no estaba de acuerdo con estas órdenes de equipo, con esta trampa para que él ganase, pero que se veía obligado a aceptarlo. Pero, al cabo de un tiempo, cuando Alonso tubo problemas con su compañero de equipo, revelaron que Schumi tenía firmado un contrato en el que exigía ser siempre el primero de su equipo: es decir, que tenía un contrato según el que su compañero de equipo siempre le cedería la preferencia. (Alonso, que sólo miró el dinero cuando firmó, es evidente que hizo el primo en no pedir lo mismo.) Es decir, que Schumacher, cuando alzaba la mano de su segundo que le había dejado pasar, no estaba protestando contra unas órdenes de equipo con las que no estaba de acuerdo, ya que era él mismo quien exigía aquello por contrato: ¡lo que estaba haciendo era hacer el hipócrita! Vaya cara dura. Pero, es así como se debe ser: en un mundo tan competitivo, aquello es la ley de la selva y es este el tipo de gente que triunfa; la que, por encima de todo, mira por sus propios intereses. No diré que lo que hizo Schumacher esté mal: no lo está. Sólo que cuando vi que alzaba el brazo a su compañero creí que las cosas eran de una manera y en realidad eran de otra muy distinta...

sábado, 23 de mayo de 2009

Paleta

Antes escribía los posts a mano, y los pasaba en limpio en el ordenador. El hecho de hacer muchos borradores producía unos textos bastante depurados. Ahora, pero, se me ocurre un post, y me lanzo directamente sobre el teclado. También hago borradores, pero uno mata al otro: más que borradores son leídas. Podría simplificar y decir que he acabado haciéndolo así por pereza, pero puedo crear una respuesta alternativa y quedar mucho mejor. No es exactamente pereza: es una necesidad de imediatez, de “acción” que la escritura a mano no me proporciona, porque requiere más pasos y mucha más paciencia; con el tiempo, la escritura a mano se ha convertido en una resistencia que he de vencer. Pero, la razón principal es que, si bien la escritura a mano va bien para pulir detalles, el acabado de las frases, la escritura directa al procesador de textos permite “ver” la estructura del texto. De un vistazo puedes comprenderla, porqué siempre son textos cortos. Es una manera de trabajar que quizá no pule tanto los detalles, pero gracias a la que te das cuenta con más seguridad de donde deben acabarse los párrafos y donde has de poner los puntos y coma. Cosa que nunca hago bien en la escritura a mano, y que en los primeros posts que publiqué ya se nota que baila; cuando escribo a mano el texto se me presenta más bien como una masa informe e indiferenciada, y es a copia de borradores que lo voy desbrozando; el processador de textos permite desbrozar directamente. El processador de textos es una gran herramienta, y tanto si se combina con la escritura a mano como si no, una herramienta eficaz que me permite dar forma a lo que quiero expresar con los matices que a mí me gustan. El equivalente sería la superficie donde mezcla los colores el pintor.

viernes, 22 de mayo de 2009

La canción de la Gran Muralla

No es suficiente con sentirse escogido. También hace falta sentirse querido. Humanamente amado.

miércoles, 20 de mayo de 2009

El invento del siglo

Algo que no he dicho nunca y que también agradezco enormemente al blog es que me haya retirado de pertenecer a la categoría de los pesados que asedian familiares, amigos, conocidos y saludados para que estos se lean lo que ellos, como buenos pesados, han escrito, y que se mueren por mostrar a todo el mundo. Desde que tengo la posibilidad de publicar el blog, no he tenido la necesidad de molestar a nadie más. Y eso, quieras o no, es un descanso y una liberación, porqué no es agradable abusar de la paciencia de nadie, y todo el mundo tiene muchas cosas que hacer y pocas opiniones literarias que dar. Ahora, si alguien quiere leérselo sabe que tengo el blog y puede hacerlo. Y, si no quiere leerlo, no pasa nada, porqué estoy segura que alguien más se lo leerá. Y, lo más importante: siempre habrá alguien de buena fe a quien le guste lo que escribo. Ya sé que puede haber gente que se ría de ello, o que no le guste, o que no le interese. Eso ya lo sé. Pero, teniéndolo publicado, siempre está la posibilidad que llegue a alguien, y lo más importante, no hace falta perseguirlo para que se lo lea. Se lo leerá porqué querrá, no porque sea amigo tuyo o porqué no sepa como sacársete de encima. Creo que eso de los blogs realmente es un avance, porque ya no hacen falta los “amigos del escritor” que leen lo que escribes, sino que puedes separar entre la gente que te lee y la gente que aunque no te lean son amigos tuyos. Me diréis: una persona que te conoce puede darte su opinión sincera, su crítica, en cambio un lector internáuta cualquiera no te da su opinión: me ha dado cuenta que la opinión que te pueden dar los demás cara a cara tampoco está libre de condicionantes. Tan parcial y limitada es la opinión de alguien a quien conoces como al de alguien a quien no ves la cara; pueden atreverse tan poco a decirte las verdades que necesitas tanto los unos como los otros; de gente que realmente sepa hacer críticas útiles continua habiendo muy poca. Lo que me interesa de verdad es que se lo lean, tener audiencia (aunque sea una audiencia limitada), alguien a quien mis palabras lleguen. Y el blog es eso, la posibilidad de que la gente se lea de buen grado lo que escribo, sin obligaciones, sin hacerlo para quedar bien, y también me ahorra ver la risita de burla que se les pinta la cara a algunas personas con según qué escribo. Estoy firmemente convencida de ello, el blog es un gran avance... ¡Gracias blog!

martes, 19 de mayo de 2009

Dao de bolsillo

Suficientes problemas tengo en pensar lo que pienso yo y en entenderme, como para pensar en qué piensan los demás...”

Carles Reixach

(ay, ¡si yo pudiera ser así!)

lunes, 18 de mayo de 2009

Herramientas para el bienestar emocional

Hoy, una lectora del blog (gracias) me ha puesto sobre la pista de Janet Frame, escritora neozelandesa que también estuvo encerrada en el manicomio en su juventud. (Psiquiátrico en mi caso, absolutamente manicomio en el suyo, y la diferencia sólo la hace la época.) Por lo que he leído, parece Janet Frame tuvo una vida muy dura, mucho más dura que la mía en el aspecto físico, si bien me he dado cuenta que en el aspecto mental nuestros sufrimientos han podido ser equiparables. Por lo que he podido entender sin haberla leído nunca, a ella también la hería el contacto con las personas, ella tampoco encajaba en la conspicua definición de “normal”. ¡Sin duda leeré sus libros!

Por qué la escritura acostumbra a ser una salida natural para personas de estas características es algo a lo que quizá tendría que dedicar una reflexión profunda alguien con estudios, aunque en el fondo me parece muy lógico: una herramienta como la escritura, que permite al yo expresarse parece hecha adrede para reconciliar la fragilidad de la experiencia personal con las aristas puntiagudas de un mundo que es más bien una lucha.

Por lo que observo de mi propia escritura, me sale mejor la reflexión sobre las cosas que no la explicación de las cosas en si. Rememoro mi vida y hay muchas cosas de las que, simplemente, no puedo ni quiero hablar. En cambio, me pasaría horas dado vueltas a sus consecuencias, coloreando los detalles. Pero me doy cuenta que, más que habilidad para explicar detalles, lo que necesito es un esquema, una estructura que pueda dar cabida a mi vida (que de hecho, no es nada del otro mundo), y sobre todo, a mis reflexiones sobre esta vida, una estructura que me permita explicar todo lo que he aprendido viviendo. Porqué las personas, a pesar que seamos el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, aprendemos, y yo he aprendido en cada tropiezo.

Me doy cuenta que empieza a haber gente de mi edad (o incluso, un poco más jóvenes) que se lamentan del paso del tiempo, y sobre todo, de la pérdida de la belleza que comporta la juventud que intrínsecamente la acompaña. Están equivocados. El paso del tiempo es una bendición. Llega un punto en que ya me he encallado con todo lo que podía encallarme, y he hecho en consiguiente aprendizaje: se llame experiencia, y es absolutamente cierto que es un grado. No en vano dicen que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Y son muchos los que querrían volver a su juventud, ¡pero sabiendo lo que saben ahora! A pesar de ello, a buen seguro que cualquier joven en la flor de la edad (o no tan joven) podría replicarme que de qué te sirve saber cosas, si tu cuerpo no te acompaña. Por ejemplo, de qué te sirve a según qué edad saber muchas cosas sobre el sexo si ya no tienes atractivo para conseguir alguien con quien practicarlo. Parece que el valor de la juventud y de la belleza radica en la oportunidad que te da de conseguir buenos polvos. Pero, precisamente, si la experiencia sirve para algo más es para darte cuenta que, aunque parezca mentira, el mundo no se acaba en los buenos polvos. Y también sirve para, si se puede conseguir alguno, disfrutarlo más, tal y como se aprende a disfrutar del amor y de las cosas realmente importantes de la vida, que no son ser un objeto sexual, o tener un objeto sexual, contrariamente a lo que pueda parecer viendo la televisión.

Si estoy contenta de hacerme vieja es porqué, con el paso del tiempo, he aprendido muchas cosas sobre el mundo y sobre la gente, cosas que pueden hacer que, en futuro, el sufrimiento no sea tan intenso como en el pasado. Ahora ya no sufro tanto como lo que sufrí siendo adolescente. Las inseguridades de la juventud pueden ser un doloroso calvario, por más sex-appeal que se tenga. Cuando eres mayor eres más fea, pero te quieres mucho más a ti misma. Por eso solo, por la disminución del sufrimiento, ya vale la pena hacerse vieja. Básicamente mi vida ha sido eso: un acumular herramientas para enfrentarme al sufrimiento. (De aquí que siempre haya coleccionado libros, una de las pocas cosas que no me hacen sufrir.) Una de estas herramientas para enfrentarme al sufrimiento es la escritura. Otra es el aislamiento. Son herramientas complementarias, de hecho. Una tercera herramienta para enfrentarme al sufrimiento, que también complementa a las demás, es quizá la de uso más difícil, la que puede actuar más a menudo como arma de doble filo: es la sinceridad. (Tanto en la escritura como en la vida.) Y creo, que conjugadas, estas herramientas pueden servir para algo, para convertir el dolor en algo no doloroso, para hacer comestible el triste rancho que es a veces la vida, para continuar viviendo con ganas, y no sólo como una imposición de la existencia. Escritura, aislamiento, sinceridad. Esta soy yo, esta es mi manera de estar viva.

viernes, 15 de mayo de 2009

El reflejo del burro

Muchas veces leo u oigo en los medios de comunicación críticas a la televisión. Que si es infecta, que si nos trata como si fuéramos subnormales, que si no puede llegarse a ver... Lo que nunca te dicen es que... ¡nadie está obligado a ver la televisión! ¡Se puede apagar! ¿Qué sentido tiene constatar que la tele nos aborrega, pero continuar viéndola? Porqué las críticas a la tele no vienen de la gente que no la ve, ¡vienen de la gente que la ve! (Yo, por ejemplo, que no la veo, nunca critico la tele...) ¡Y la ven a pesar de todos estos supuestos defectos que la tele tiene! ¿Qué encuentras que lo que echan por la tele es denigrante? ¿Quién te obliga a verlo? Porqué estos programas son los que tienen más audiencia: a todos los que ven la basura que echan por la tele nadie los obliga a verla, la ven porque quieren, porqué les gusta. Si la humanidad en su conjunto es una basura no nos ha de extrañar que la tele nos refleje como a una basura. Nuestros inventos nos reflejan; si en un espejo se mira un burro no puede devolver la imagen de un apóstol. Es más, los hay muchos preocupados porque los jóvenes, con el auge de la red, se dedican a navegar por internet y no ven la tele... ¿qué será de nuestra sociedad tal y como la conocemos si no vemos la tele? ¡Vamos hacia la autodestrucción!

Yo no quiero predicar nada, pero me gustaría que, antes de ponerse a criticar la tele, la gente se preguntase... ¿estoy obligado a verla? ¿No? ¿Lo hago? ¿Sí? ¡Pues de qué narices me quejo!

jueves, 14 de mayo de 2009

Horror vacui

_ Bueno, ¿qué me cuentas?
_ Ya ves, ir tirando...
_ Otra vez escuchando canciones románticas en el youtube...
_ Sí, mira...
_ ¿En qué piensas cuando las escuchas?
_ Para empezar, en como me gustaría poder cantar, ¡afinando! Cantar así, a pleno pulmón, me parece que debe ser un poco como volar...
_ Hay otras cosas que proporcionan sensación de ingravidez, y no hace falta saber afinar para practicarlas...
_ Ya empezamos... de momento me conformo con soñar que canto canciones románticas...
_ No será por falta de ofertas...
_ No, por eso no será... ¿pero no queda demasiado bien decirlo, no? Me parece que vale más ser discreta en este aspecto... quiero decir que tampoco es mérito mío, algo que me haya ganado como se gana el respeto y como se conquista la libertad...
_ La libertad se conquista... que bonito es esto... ¿de dónde lo has sacado?
_ Lo que no dice la frase es que debes conquistarla a costa de ti misma, renunciando...
_ Ui, no nos pongamos trascendentales, que nos conocemos...
_ No me conoces tanto como crees...
_ Eres tú la que no te conoces a ti misma tanto como crees...
_ En el fondo, todos somos unos ilustres desconocidos para nosotros mismos, aunque pasemos mucho tiempo solos... ¿Cuánto rato dedicamos a estar con nosotros mismos, a tener tiempo para estar? ¿Recuerdas a Joel Fleshmman? En un capítulo se iba a vivir con les cazadores de nutrias que vivían entre el hielo y decía que allí se había encontrado realmente a si mismo... pero aquello era un poco irreal, porqué viviendo entre aquella gente debía gastar tanta energía sólo para asegurarse la comida (cuatro peces a la parrilla), que realmente no sé cuando tenía tiempo para “estar” tal y como él decía... No podía tener tiempo para estar realmente solo consigo mismo sin hacer nada, sólo pensando, algo que yo sí puedo hacer en casa cómodamente...
_ Pero eso, quedarse solo con uno mismo, da un poco de miedo, ¿no?
_ Jill, la internauta que va en bici por Alaska, también habla de eso cuando, yendo en bici, llega al límite del esfuerzo... dice que encontrarse en esta situación le va bien para darse cuenta de qué es importante en su vida, para poner aparte los pensamientos subsidiarios... es un poco como quedarse sentado pensando, sólo que ella no puede estarse quieta, y llega al mismo estado después de mucho esfuerzo, con las endorfinas al máximo... como esta gente que va a correr... Evidentemente, sentada en casa no se me pone en marcha ninguna endorfina... y según como, los pensamientos pesan un poco. Supongo que es eso de lo que tiene miedo la gente a la hora de quedarse solos consigo mismos.
_ Nothern Exposure, Up in Alaska... quizá realmente, lo que necesitarías sería irte a vivir a Alaska...
_ Tener tiempo para estar sola también puedo hacerlo aquí. ¿Qué hay en Alaska? ¿Grandes espacios vacíos de gente? No puedo decir que no suene tentador, pero me hace el efecto que allí la vida es muy primitiva, que se ha de luchar para sobrevivir en el sentido más elemental del termino... Me parece que yo no saldría adelante, si ya no salgo adelante ni aquí. Para empezar, allí la vida se hace al aire libre, y a mí me gusta estar en casa...
_ Pero eso es porqué cuando sales encuentras gente, y allí no te contrarías a nadie... sólo algún empanado como tú...
_ Vete a saber, entonces quizá tendría miedo de estar físicamente sola... “horror vacui”, se llama ¿no? No, prefiero que Alaska continúe siendo un sueño... además, seguro que allí no luce tanto el sol como aquí...

miércoles, 13 de mayo de 2009

La Golem

A mí es muy fácil quererme porqué soy muy obediente. Me doy cuenta que toda mi vida he cambiado obediencia por amor. Pero ahora, a buena hora, me doy cuenta que el amor que se obtiene a cambio de obedecer no es amor de primera ley. Y también me doy cuenta que ya es demasiado tarde para intentar descubrir como ha de obtenerse el amor, sino es obedeciendo. Han intentado explicarme que el amor se cambia por amor, pero no he conseguido que me expliquen como puede amarse sin tener que obedecer.

martes, 12 de mayo de 2009

Observación y vivencia

Me doy cuenta que en uno de los textos del principio del blog, escribí “si pasó o no de verdad, me importa bien poco”. Venia a decir que, a la hora de leer, lo que es importante es que la ficción esté bien construida, y que, tenga una base real o no, ha de “colar”. Pero la frase parece presuponer que se puede construir buena ficción a partir de una base alejada de lo que es la verdad. Y con el tiempo me he dado cuenta que eso no pasa: en toda buena ficción debe haber una base muy firme en la “realidad” tal y como la ha vivido el autor. Que, para que “cuele”, ha de colar para el autor. Entonces, claro, esta base ha de estar aliñada: eso ya dependerá de la habilidad de cada cual, pero la base en el mundo real de la persona que escribe ha de estar ahí.

Uno de los problemas que tenía cuando empecé a escribir (¡y ya ves tú qué problema!) es que temía que la gente creyera que lo que me inventaba como ficción (mi imaginación siempre ha sido truculenta) lo había vivido realmente, y me lo reprochasen. Pero con el tiempo, me he dado cuenta que no puedo defender como mías las ficciones que no he “vivido” realmente (y que eran malas precisamente porqué no las había vivido), que mis esfuerzos por ir por este camino, el camino de la invención sin venir a cuento de argumentos alejados de mi verdad, no va hacia ninguna parte. Eso, esta dependencia de lo que pensará la otra gente de mí a partir de lo que escribo, de cómo me juzgaran, sé que es síntoma de inmadurez por mi parte, pero puestos a ser diseccionada por mis ficciones, prefiero que estas tengan una base de verdad, y no tener que ir diciendo por ahí aquello tan estúpido de “soy novelista, me lo invento...” como justificación que he visto aflorar en los labios de más de uno... Tampoco es que haya escrito muchas ficciones desde este nuevo punto de vista, pero las que he escrito me han satisfecho más que las que había escrito antes, y creo que darme cuenta de la necesidad de este componente de verdad es hacer un paso en el buen camino. Como cuando empecé a escribir, el problema no está en lo que se dice, sino en como se dice, en como se aliña... y que una buena historia es una historia bien escrita.

Cuando empecé en esto de Internet, pasé un tiempo en que me fijé en una especie de forum donde los participantes jugaban a crear cada mes un relato corto que se comentaban entre ellos, siempre haciéndose grandes elogios los unos a los otros, a partir de un argumento truculento. Estos relatos eran malísimos, pero me di cuenta que hasta que no supiera por qué aquellos relatos eran malísimos y los relatos que leía en los libros que tenía por casa eran buenos, hasta que no descubriera por mi misma la razón, no sabría realmente nada sobre lo que yo misma escribía. ¿Quién me decía que lo que yo escribía no era como aquellos relatos? ¿Dónde estaba la diferencia entre aquellos relatos y los relatos publicados? Reflexioné sobre ello y hay diversas explicaciones, pero la principal es que se notaba que en la mayoría de relatos la persona que escribía no había vivido de verdad lo que estaba explicando, es decir, que “se lo inventaba”... y no colaba. Y me di cuenta que porqué una cosa que hayas inventado “cuele” ha de tener una firme base en tu interior. Que debes inventarte lo que has vivido, para decirlo de alguna forma. Además, aquellos relatos cometían muchos errores de “verdad”, cosas que, aunque no las hubieran vivido, si hubiesen observado un poco a la gente de alrededor se habrían dado cuenta que no eran así. Pero ni experiencias vividas, ni observación de su alrededor. Con todo esto no querría adoptar un aire de suficiencia: yo no he escrito buenos relatos y tampoco soy profesora de literatura. Sólo que haciendo este ejercicio intenté darme cuenta, sin que nadie tuviera la necesidad de explicármelo (porqué todavía no he conocido a nadie que me pueda explicar, además de la teoría, la práctica), de cual era el camino.

Me acuerdo también que en el Blog de una lectora defendí que la experiencia de mujer soltera de Jane Austen no la limitaba necesariamente a la hora de parar de escribir cuando sus protagonistas se casaban. Pero me doy cuenta que sí, que debía ser así. Una persona no puede escribir de lo que no conoce, por más dotes de observación que tenga. Yo, como persona que ha intentado en el pasado escribir de lo que no conoce, que ha intentado “inventarse” cosas, sin que estas cosas colasen, ahora me doy perfecta cuenta, pero me ha costado un poco llegar hasta esta conclusión. Y también me doy cuenta que, ahora que sé la teoría, mi teoría (y no digo que no pueda ser diferente para otra persona), sólo me falta ponerla en práctica, es decir, ponerme a escribir ficción según estas cosas de las que me he dado cuenta (que tampoco me he dado cuenta de ellas de golpe y porrazo, sino que han estado sedimentando en mi espíritu durante mucho tiempo)... ¡Casi nada!

jueves, 7 de mayo de 2009

Sine die

Me doy cuenta que, aunque no lo haga adrede, no puedo evitar a veces en mis textos un tono de ironía, cierto deje de recochineo de las cosas en algunos momentos (que no es de todo, ni en todo momento). El problema es cuando quiero ponerme a hablar en serio de mi misma. Si incluso en el post anterior, que para mí ha sido de gestación dramática, no he podido evitar bromear con todo esto de los pies... Eso no es lo que yo quiero trasmitir. Pero me doy cuenta de que este tono de ironía será el que prevalecerá si continuo con los lazos imaginarios. De acuerdo que no tomarse seriamente a uno mismo hay quien lo considera un avance, pero yo no estoy preparada para hablar de las cosas que me han hecho sufrir a la ligera y distanciarme de ellas hasta el punto de ironizar como ironizo normalmente sobre las cosas (que no es siempre, por supuesto). Y veo que es esto lo que acabaría pasado, supongo porqué un tono victimista y demasiado dramático no “cuela”, en el fondo: por más que se haya sufrido, escribir sobre el sufrimiento debe hacerse desde una distancia donde lo que te ha hecho sufrir ya no te duela. Sólo entonces la ironía tendría sentido, y aún no soy capaz de ello. Conclusión: no estoy preparada para hablar de lo que quería hablar, y atraso sine die el principio de este blog, que tengo en la cabeza y he de hacerlo, sí, pero... no encuentro el tono necesario para enfocarlo. Pero tampoco pierdo la esperanza de encontrarlo algún día.

lunes, 4 de mayo de 2009

Alma de pino, pero espíritu para el sufrimiento como destino

“¿Usted ha visto alguna vez un pino que se suicide?”
(esta frase viene a decir que el hombre es un ser natural corrompido, por el hecho de que se suicida, en cambio, ¡las plantas! no, las plantas son sanas y naturales, un ser vivo auténtico, y jamás harían algo así... Yo no sé si hay alguna planta que se suicide, pero algunos animales sí que lo hacen, por ejemplo, una especie de ratas siberianas, que no sé como se llaman, que cuando son demasiadas corren en manada a tirarse al mar- en esta reacción se basa en popular juego de ordenador de los lemmings-. Si incluso los animales salvajes se suicidan, ¿qué hay de antinatural en que lo hagan las personas? De acuerdo, un pino, en su natural simplicidad, en su nobleza vegetal, no se suicidará jamás... pero nosotros no somos un pino y podemos llegar a sufrir como jamás podría expresarlo un pino –ya no digo que el pino no pueda sufrir, porqué...- Por mucho que yo admire este escritor, y me guste el mensaje de optimismo implícito en la frase –es una frase que me ha llegado-, poner a un pino como ejemplo de no suicidio me parece una chuminada. Nosotros y nuestro sufrimiento no tenemos nada que ver con lo que pueda llegar a sufrir un pino.)

domingo, 3 de mayo de 2009

Alma de pino

“¿Usted ha visto alguna vez un pino que se suicide?”

Miguel Torga
Diario (1932-1987)

Afilando el cuchillo

Cuando era adolescente leía mucho, pero leía libros para adolescentes, no leía los clásicos de la literatura, que encontraba difíciles. Algunos todavía los encuentro difíciles, si he de ser sincera. Creo firmemente que hay una edad adecuada para cada libro, y que querer hacerle leer a una mente tierna según qué es más bien un atentado a la maduración de aquella persona como lector, y puede ser contraproducente incluso hasta el punto de hacerle aburrir la lectura. Será el tiempo y la evolución personal de cada cual que acabaran llevando a un lector concreto a los libros “difíciles”.

Entre los libros que me leí en aquella época, hay dos que recuerdo especialmente: uno se llamaba la Ennéade, el otro La guerra de los bombones. En la Ennéade, situado en un futuro donde una hipotética humanidad estaba desperdigada por el Universo, una escultora-inmigrante era llevada a la Tierra desde un planeta depauperado para trabajar en régimen de semi-esclavitud esculpiendo en el jardín de un hombre rico. Durante el viaje, las mismas herramientas de escultora le habían servido para defenderse-atacar y sobrevivir, y estas misma herramientas le servirán una vez se escape del jardín del hombre rico y decida huir a los suburbios de la ciudad. Esta idea, el hecho de tener que sobrevivir mediante la violencia, mediante las misma herramientas que usaba para crear, me impresionó mucho, y no se parecía en nada a lo que yo estaba acostumbrada a leer. En La guerra de los bombones, un líder de la tribu urbana de un instituto se dedicaba a organizar actos de vandalismo, más que para hacer el mal, para ser popular entre sus compañeros. El protagonista, en sus alturas maquinadoras, se sentía muy solo. Aquello también me impresionó mucho, como alguien que se dedica a manipular y a hacer cosas no muy legales, incluso usando la violencia, a hacer sufrir a los demás, y que parece integrado en el mundo de la popularidad (ya sabéis lo difícil que es ser popular en un instituto) puede tener la debilidad humana de sentirse solo y ajeno a la gente que manipula. Aquello, este afán por dirigir a los demás, tampoco se parecía demasiado a lo que yo estaba acostumbrada a leer, y fue la primera vez que leí sobre la soledad del poder. El poder que tenía aquel personaje ciertamente fascinaba, a mí me fascinó, aunque si le hubiera encontrado en la vida real quizá me habría dado asco... pero curiosamente, a pesar que siempre conseguía lo que quería, él tampoco estaba contento, y sí, sentía el poder, pero también su presión.

Si recuerdo estos dos libros es porqué la mayoría de libros para adolescentes acostumbran a ser muy típicos: los buenos son muy buenos y los malos son muy malos, no hay gradaciones. En cambio, en estos libros, los personajes con los que te identificabas hacían cosas reprobables, no eran modelos de perfección moral. Y yo me daba perfecta cuenta que esta era la verdad, que los humanos tenemos cosas buenas y también cosas malas. Que la “capacidad para hacer el mal” es algo inherente en las personas, a pesar de que la mayoría de libros no lo refleje, y que la burguesía bienpensante que ha hecho algún dinerillo jamás lo admitiría.

Si me acuerdo de eso ahora, en el impás de empezar a hacer este nuevo blog, es porqué me siento mala persona por tener la intención de escribir sobre mi relación los demás, que jamás ha sido un camino de flores. Es evidente que la gente, aunque haya podido hacerme algún mal, está en desventaja respecto a la capacidad que tengo de ponerlos verdes diciendo cuatro verdades. Les puedo hacer daño sólo haciendo eso: diciendo las verdades. No hace falta que invente calumnias o que difame a nadie: oyéndose decir la verdad ya les dolerá lo suficiente. (Evidentemente, voy a cambiar nombres.) Sentir que puedes hacer eso no es agradable, y me hace tener mala conciencia. Claro que me gustaría que mis textos estuvieran de seres inocentes que duermen confiando en el futuro, de comidas con los amigos, de flores de fragancia tierna y fresca... Pero mi realidad no es así. Mi realidad está llena de gente que no me ha aceptado, de gente que ha intentado manipularme, de rechazo y de críticas por la espalda. En sus Diez mandamientos de un escritor, Stephen Vizinczey dice que si crees que eres una víctima de las circunstancias no eres lo suficientemente maduro para escribir. También he leído que una narración explicando un personaje a quien sólo le pasen cosas (entiéndase desgracias) no funciona, y si no funciona quiere decir que no es cierto, porqué todos somos agentes de nuestro propio destino, y llega un punto en el que podemos incidir sobre las desgracias que nos pasan. Esta idea la encuentro muy discutible, pero se ve que es así. Es decir, que esta realidad victimista en la que he sido rechazada y me propongo compensar criticando aquellos quienes me han rechazado tampoco es la verdad. No lo sé, tendré que encontrar una especie de visión madura para conjugar todo esto, una visión donde yo también sea capaz de mostrarme “haciendo el mal”, una visión que, explicando lo que a mí me parece que es la verdad, “cuele”... Encontrar la manera de hacerlo con el tono justo (sobretodo sin hacerme la víctima, que me conozco) me parece más difícil que explicar según qué. Encontrar el tono.
(texto publicado inicialmente como introducción al blog lazos imaginarios)

sábado, 2 de mayo de 2009

Nuevos comienzos

Cuando tenía 20 años, lo que había empezado como un escueto listado de lecturas, se convirtió en mi cuaderno, un apasionado diario donde analizaba con pelos y señales mi vida y mis relaciones con los demás, estos lazos imaginarios que nos determinan.

Diez años después, lo que empezó hace tres como un blog para hablar de libros se ha convertido en un nido de reflexiones personales, y el último paso que me queda por hacer es ponerme a hablar de mis relaciones con los demás, ponerme a hablar de los lazos imaginarios que me determinan.

Parece ser que empezar hablando de libros y acabar hablando de mi misma es mi modus operandi. Parece también que decir la verdad de mis relaciones con los demás me cuesta un poco, y que las que me determinan son unas relaciones difíciles. Para mí, hablar de mis relaciones con los demás es ponerme a crear personajes. Algo que siempre he creído que no podría hacer, y de hecho siempre he evitado hacer, porqué, aunque pretenda que lo que escribo es real, entiendo por el hecho de escribirlo ya se convierte en una transformación de la realidad, porque lo paso por esta criba que es mi visión personal, que seguramente no coincidiría con la de otra persona. Aunque para mí sea real, soy consciente de que se trata de una transformación de mi verdad vivida a mi verdad escrita, y que como tal es personal y discutible. Es decir, soy consciente que puedo crear ficción explicando la verdad, y que en realidad, aunque se escriban las memorias más íntimas y verdaderas, siempre se está creando ficción: es inevitable aliñarlo y dar cuenda a la cometa, a veces. Escribir ficción, aquello que pretendo no saber hacer...

Para intentar reflexionar sobre todo ello, creo este nuevo blog: lazos imaginarios.

Viejos comienzos

Siempre he tenido la curiosidad por saber como trataría el tiempo a aquello que yo he escrito. También he expresado mi frustración por haber borrado la mayor parte del Blog de una lectora, y que un lector cualquiera no pueda acceder a él. Por todo ello, para ver si lo que escribí resiste el paso del tiempo y para que todo el mundo pueda acceder a él, he decidido republicarlo: Blog de una lectora.