viernes, 29 de mayo de 2009

Capa de fingimiento

Hoy me he dado cuenta de algo que no me ha gustado demasiado. Yo siempre había pensado que los que se tiñen añaden una capa de fingimiento a su personalidad, que no se muestran tal y como son en realidad. Sobretodo los hombres mayores teñidos no me gustan nada. Eso de la capa de fingimiento también lo pensaba de las mujeres que se hacen la permanente: ¡los rizos son mentira! Por no hablar de la gente que se pinta la cara con maquillaje... Pero, mira tu por donde, me he dado cuenta que yo, para tener el cabello liso, uso un champú con “efecto gloss”. Eso significa que mojado el cabello se acartona, y cuando se peina es perfectamente liso... (Como reza el anuncio, es “tecnología para tu cabello”...) Se me ha ocurrido que ¡esto también es un afeite! Lo que yo tanto detesto... Yo también hago trampas, ¡yo también añado una capa de fingimiento a mi imagen! Mi cabello no es ni liso ni rizado, está en tierra de nadie, pero tira más a liso que a rizado, y si uso este producto nadie se da cuenta que el liso no es natural; pero mi cabello no es tan perfectamente liso como parece con este champú... Estoy horrorizada de haber descubierto esto de mi misma... ¡yo que quería ser natural y simple como una margarita! ¡Y mira!

Pero también me doy cuenta que, muchas veces, más que una capa de fingimiento, estos afeites son una capa de protección contra las hostilidades del mundo... Y eso, como no, modifica mi intransigencia hacia la gente que se tiñe, se hace la permanente o se maquilla. Comprendo que a veces esta capa de fingimiento, esta capa de protección, puede ser una necesidad del espíritu. Siempre he sido muy intransigente con la gente que miente, pero quizá ha de tenerse en cuenta qué les hace mentir, qué miedo.

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