viernes, 29 de mayo de 2009

Unas gotitas de cinismo para desayunar

Nunca he estado en Norte-América, pero sé que allí la gente trata cotidianamente con armas. También sé que los norteamericanos por regla general respetan escrupulosamente los límites de velocidad establecidos por la ley en la carretera. ¿Os acordáis del hospital St. Eligius, de Boston? Allí todos los que entraban a urgencias lo hacían con una herida por arma de fuego... Vivo en Europa y sé que aquí no tenemos en casa un armarito para las armas ni lo enseñamos a los invitados. También sé que aquí descargamos nuestra agresividad en la carretera; los hospitales de aquí no paran de atender gente que se han de dejado las costillas en ella... Eso, ya sé que es, probablemente, una leyenda urbana, una generalización sin sentido, porque no conozco lo suficientemente bien las estadísticas, y también sé perfectamente que hay excesos de velocidad en Norte-América y gente que tiene armas aquí. Pero se me ocurre que la agresividad es una cosa humana y que cada pueblo tiene su particular manera de expresarla. Y, podríamos decir, aunque esto parezca una contradicción, que hay maneras más civilizadas de expresar la agresividad que otras. Y que quizá, si aquí tuviéramos armas, y la gente se desahogase con ello, no correríamos tanto por la carretera. Gran solución al problema de los accidentes de tráfico, ¿no creéis?

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