lunes, 29 de septiembre de 2008

Perplejidad

Este verano he estado oyendo una serie de conferencias hechas por poetas, cada cual desgranando su poética. Lo que más me ha gustado ha sido escuchar a persones para quienes la poesía es algo palpitante, real, que viven y de lo que hablan. Lo he disfrutado mucho.

Todos ellos se refieren a la inspiración, a la poesía, como algo que está más allá de la realidad de cada día, prosaica y cuotidiana. Una magia. Gracias a la poesía tienen percepciones que están más allá de la realidad, de lo que la lógica permite explicar. Yo, como enferma mental, a veces también tengo percepciones que están más allá de la realidad prosaica y cuotidiana, de lo que la lógica permite explicar. Yo voy al psiquiatra por ello, ellos son poetas y dan conferencias donde la gente los escucha y en las que explican precisamente estas percepciones que yo debo explicar al psiquiatra porqué estoy loca; cosas más allá de la realidad. Como persona un poco cortita que soy, no acabo de entender dónde está la diferencia, o cual es esta realidad fuera de la realidad que ellos perciben, y que no les obliga a ir al psiquiatra... ¿Es un modo de hablar de la gente culta? ¿Una metáfora? Porqué todos estos poetas, eso sí, están muy integrados en el mundo y en la sociedad, tienen amigos, dan clases, venden libros... Ellos, como yo, también dicen que perciben cosas fuera de la realidad, pero... ¿qué narices deben percibir que no entra en contradicción con una vida “normal”?

En fin, sólo son cuatro pensamientos que me vienen a la cabeza oyendo hablar a estas personas de una manera tan rimbombante de otra realidad, cuando en el fondo estoy segura que viven el mismo mundo que vive todo el mundo, de un modo más culto, eso sí, y que esta otra realidad que creen percibir sólo es, estoy segura de ello, una manera de hablar.

Palabras poéticas

“La escritura no es un espejo plano, sino un mar de aguas cóncavas.”

José Ramón Ripoll

domingo, 28 de septiembre de 2008

Impulsiva conducta concursil

Hoy, siguiendo un impuso no claramente justificable, he enviado un micro cuento mío para un concurso de la radio. Ha sido un impulso del que me he arrepentido enseguida, pero ya estaba enviado. Esto que los correos electrónicos ya enviados no tengan un botoncito donde diga “anular” es absolutamente primitivo... Si gano, ganaré un cursillo de escritura creativa. Y ya he hecho cursos de estos, sé de que van, y un premio así no me atrae nada de nada. Digamos que mis experiencias en cursos de este tipo son más bien insatisfactorias. Pero debo tener una especie de necesidad interior de oír mi escrito leído por la radio (¡qué vergüenza!), sino no entiendo como he picado. Es que realmente ha sido un acto reflejo: tenía el cuento, tenía la dirección, tenía el ordenador encendido... click click... ay ay... ¡Es que no aprenderé nunca! Además, no me gusta presentarme a concursos porque entonces no gano y me como el coco, y realmente no vale la pena. ¿Qué prestigio tiene algo como esto? ¡Ninguno! Quiero decir que si pierdo es una frustración, y si gano no significa nada. Todavía estoy intentado decidir si lo he estudiado burrología pura o burrología aplicada por haber picado para algo así.

El primer curso de escritura creativa al que me apunté era presencial, anunciado por al radio a bombo y platillo (¡sí aprenderé, a no confiar en los anuncios de la radio!). Lo organizaba una escuela de la cual todos los profesores en pleno se fugaron a medio curso para fundar una organización competidora. Tanto la dirección como los profesores sabían desde antes que empezara el curso que aquello no iba bien, que no se entendían y que no podían continuar así, pero anunciaron la nueva matrícula a bombo y platillo para la gente se apuntara y tener ya la clientela hecha para la nueva organización que salió después de la escisión. Quizá no lo hicieron adrede, sería ser muy malpensado, pero es así como ocurrieron las cosas; el noventa por ciento de los alumnos fueron como borregos a apuntarse al sitio nuevo, y fue una jugada maestra, porque los anuncios los había pagado la organización antigua, la que ellos dejaban plantada... Me hizo mucha rabia, porqué no sólo perdí el dinero que había pagado, sino que fui invitada a volver a pagar para apuntarme a la nueva organización. Por lo que sé, tanto la primera organización como la que surgió a raíz de aquella crisis todavía funcionan, y continúan atrayendo incautos, una de las dos con un cierto éxito, porqué el autor de un conocido best seller va diciendo que ellos (los nuevos) le han ayudado a escribirlo. ¡Qué propaganda, eh! A mi no volverán a engañarme, esta buena gente. ¿Qué qué aprendí en aquel cursillo interrumpido a medio curso? Nos dijeron que cuando escribíamos no éramos nosotros, que el autor de nuestros textos era un yo inventado, que estábamos creando un personaje. Yo aprendí que el autor de mis textos era yo, más auténtica que nunca, y que los compañeros de clase a quienes leía mis textos, a pesar de la doctrina que nos predicaban, no podían dejar de entenderlo así. Yo también entendía lo mismo de sus textos. Un escritor es su texto, sobretodo si lo lee ante todo el mundo, y si no lo es mal vamos. Aunque sé que hay mucho a discutir sobre ello, y que porqué hay mucho a discutir ellos pueden ir por el mundo predicando el contrario. También nos decían que debíamos buscarnos un “hermano mayor del alma” que leyese nuestros textos y nos dirigiese en este áspero camino de la escritura. Aprendí que una relación como esta puede crear una fuerte dependencia emocional que puede llevarte a escribir sólo para satisfacer a esta otra persona y no para satisfacerte a ti mismo. Y que, además, si esta persona es de una organización como aquella, esto te puede llevar a que a la postre tengas que pagar. Creo que las relaciones que propulsaban entre los aprendices y los juzgadores de los textos se basaban en la dependencia emocional, del tipo, yo soy amigo tuyo y te elogio, tu escribes bien por lo tanto eres amigo mío. El mundo de los blogs es una poco lo mismo, pero con la única diferencia que es gratuito. No digo que no sea bueno que un escritor se relacione con lectores con experiencia y que tienen el morro suficiente como para ponerse a dar un curso de escritura creativa como aquel, pero creo que se ha de ser muy maduro para qué una crítica o una burla o un desinterés sincero, o un interés pasando por caja, no te afecten negativamente. Me di cuenta que no era lo suficientemente madura para entrar en este juego de amiguismos, ni para hacer la pelota a quien hacia falta, y que la filosofía que predicaba aquella gente de si eres amigo mío puedo ayudarte no me gustaba nada. Además, no me gustaba la dinámica que se establecía entre compañeros de clase por la cual tu te hacías amigo de las personas cuyos textos elogiabas, cuando creo que no tiene nada que ver que te guste un texto de alguien con que quieras ser amigo suyo, por más que yo misma diga que el texto tiene mucho de la persona que hay detrás. El texto es fruto de la persona, pero en la persona hay algo más que el texto. Creo que aquella gente fomentaba mucho este tipo de malentendidos. De hecho, son los mismos malentendidos que hay en el mundo de los blogs, pero como que eso de los blogs es gratuito no estoy tan en contra de ello. Pero estoy segura que ellos creen que hacen un gran trabajo enseñando a gente que tiene la escritura como hobby, y que creerían que yo soy una tiquismiquis y que no hay nada en el mundo de la escritura como conocer a la gente adecuada, que es lo que ellos propugnan. A la única persona de todos ellos a la que he leído de verdad fue a la que se quedó en la organización antigua, también con una armario lleno de esqueletos en lo que se refiere a amistades literarias y dependencias emocionales, pero que como mínimo sabía de qué iba la cosa. Lástima que las circunstancias no eran las más adecuadas para disfrutar de ninguna clase suya, y que se puso a saltarse a la torera todos sus principios en lo que se refiere a la enseñanza de la escritura sólo con el objetivo de retener a los pocos alumnos que se habían quedado, cosa que lo estropeó todo. No es agradable ver como se desmorona de esta forma alguien acorralado, aunque tenga un poco de idea.

Después de esta experiencia insatisfactoria, piqué con un cursillo por correspondencia, cuando todavía se enviaban cartas de papel. Funcionaba basándose en fotocopias. Aprendí que no debía presentar mis escritos a mano, aunque hiciera buena letra. Parece que no, pero es una gran cosa. Pero no lo aprendí porque me llamaran la atención por presentar mis escritos a mano. ¡Lo aprendí precisamente porque en aquel cursillo estaba permitido!

El tercer cursillo que hice era de la misma organización, pero ya por Internet. La profesora nos hacía la pelota indiscriminadamente a todos los alumnos. Yo estaba muy de acuerdo conque me la hiciesen a mí, la pelota, pero no veía con muy buenos ojos que hicieran los mismos elogios a compañeros de clase míos a quienes yo nunca se los hubiera hecho. Siento así las cosas, ¿qué valor podían tener los elogios que me hacían a mí?

También por Internet, hice otro curso que era justo lo contrario: el profesor era un profesor universitario que sé sentia muy orgulloso de poder predicar la buena nueva de la escritura entre la pobre gente sin estudios. El curso estaba a su nombre pero lo dejó en manos de un jovencito que se fugó a medio curso. ¡Las fugas a medio curso de profesores en cursillos de escritura a los que me apunto me persiguen! ¿O es que esto es algo normal en este mundo? El ínclito profesor universitario encontró otro jovencito que le hiciera el trabajo sucio de corregir los textos de la plebe apuntada al curso. El primero se había fugado, pero hasta el momento de hacerlo había hecho correcciones muy interesantes; la segunda persona sólo corregía la ortografía. Aprendí que yo hacía muchas faltas, eso sí. Hasta entonces había escrito en castellano y aquella era la primera vez que presentaba textos en catalán; me costó un poco adaptarme. De hecho, no me extraña que el profesor universitario pensara que sus alumnos éramos incultos ante el montón de errores gramaticales que había en mis textos, y que todavía hay, tanto en una lengua como en la otra. En los otros cursillos no se habían dado cuenta de esto, o si lo habían hecho, no me lo habían dicho nunca. Aquello realmente me sirvió. Este curso fue muy curioso, porque así como en los otros cursos los profesores me habían hecho mucho la pelota y me habían animado, y los compañeros de clase se habían interesado por mis textos (“en el reino de los ciegos el tuerto es el rey”), aquí creían que “no debía tener demasiada confianza en mi misma”... Supongo que me vieron con demasiadas ilusiones por la sencillez de los textos que presentaba. Me reventó un poco que no me hiciera la pelota, pero creo que todo lo que aprendí sobre redacción me ha sido muy útil. Ahora, incluso el profesor de recambio acabó el curso dejando textos sin corregir. ¿Cómo puedo confiar en la opinión experta de una gente tan informal?

La conclusión es que nunca he hecho un cursillo de escritura en catalán en el que los profesores hayan sido serios hasta el final, y que en los que he hecho en castellano me han hecho tan desaforadamente la pelota que no me fío; estoy muy contenta de ellos en lo que se refiere a la seriedad, pero respecto a la mejora de los textos no me han servido tal y como yo creía que me servirían; no eran como el profesor universitario con el bisturí.

Hay un libro malísimo de John Garner que entre la cantidad de tonterías que llega a decir dice algo que es muy acertado: que nadie puede ayudarte a descubrir qué está mal en tus propios textos, que has de descubrirlo por ti mismo. ( Los libros sobre “cómo escribir” son otra de mis aficiones, y a pesar que ningún autor se me ha fugado a medio libro, es un tema que merecería un capítulo aparte.) Quizá algún día hablaré de mis experiencias leyendo este tipo de libros, cosa que, como ir a cursillos, también he decidido dejar poco a poco. Como diría aquel, “me estoy quitando” de estas cosas.

O sea que ni no es un cursillo donde me traten muy mal, donde me hagan sentir que soy analfabeta por no redactar bien y hacer faltas, y se fuguen a medio curso, yo no vuelvo a apuntarme. Y si gano el concurso de la radio, tendré un problema, porqué no sé qué voy a decirles... Bueno, que lean el post.

La microcelebridad y yo

“No nos referiremos a los blogueros que se han agrupado como clase A, ni de los que representan los intereses de corporaciones o empresas que han entrado en el mundo del blog solo porque creen que así pueden penetrar sus productos. Aquí hablamos de esa persona natural y real, de aquel aficionado que quiere 'probar', del que escribe no por dinero, aquí hablamos de usted.
Salió el tema del titular, al recordar una conversación que teníamos con un bloguero de la India, exitoso por cierto, quién decía que una cosa es ser bloguero y otra es ser escritor (en términos de publicación). Pues bien, con el pasar del tiempo hemos madurado la idea y tenemos que aceptar que ciertamente, uno es el bloguero y otro el escritor. Usted se estará preguntando, pero ¿cómo es eso?
Todo el mundo puede ser bloguero, pero no todos pueden ser escritores. Dicho de otra manera, el ser escritor no garantiza un espacio en la blogósfera y viceversa. Parece un galimatías, ¿verdad? Pues no lo es. El que escribe lo hace porque puede escribir y porque le gusta, profesionalmente o no, poco importa que sea contenido original, o se trate de ideas prestadas (como la nuestra), lo que cuenta es publicar, subir documentos online a través de cualquier medio como podría ser un blog, google docs, flickr o slide. Esta persona simplemente escribe por el prurito de hacerlo y no está interesado en quien lea, comente o distribuya ese contenido, pues esa persona se sienta feliz de haber escrito o 'producido intelectualmente' como mi amigo Yovani Salazar lo diría.
Por su parte, el bloguero es un profesional, entrenado y preparado para decir lo que le interesa decir, sabe que si lo que escribe no agrada a los lectores, no tendrá visitantes, y lo que es peor nunca lo encontrarán a través de Google. El bloguero sabe como escribir (tal cual lo hace el escritor) solo que, el bloguero quiere ser una estrella y quiere conseguirlo trabajando, creando redes sociales, editando su blog de tal manera que sea llamativo y de muy fácil navegabilidad. Esta muy familiarizado con toda la jerga en la blogosfera y hasta se ha convertido en un 'geek' luego de ensuciarse las manos con tantas aplicaciones y haber tratado más una alternativa para distribuir sus posts.La hipótesis he tratado de demostrarla, al más puro estilo kantiano. Pues seguimos creyendo en los postulados de Marx que ya se dice están obsoletos, 'la practica es el único criterio de verdad' El axioma sería, los escritores no son buenos blogueros y el que escribe blogs no es un escritor profesionalmente hablando.”
(texto encontrado en Internet que me ha hecho gracia. Leyéndolo he llegado a la conclusión que ¡no soy bloguera!)

domingo, 21 de septiembre de 2008

El áspid de Alejandría

Una mañana más me levanto temprano y espero la aurora. Esta noche he estado leyendo Antonio y Cleopatra. Me ha interesado bastante, aunque hay trozos complicados y los meandros que dibuja la acción pueden hacerse un poco pesados. No la he acabado de entender. No entiendo porque Cleopatra se suicida por la muerte de Antonio cuando es ella misma quien le ha traicionado... En fin, supongo que es porque mi pobre cerebrito no está preparado para Shakesperare, y que si hiciese otra lectura quizá lo entendería. Algo en lo que me fijo, como futura escritora, es que bien dibujados sólo hay los personajes principales. Que los personajes que los acompañan sólo son voces que les dan la réplica (cada personaje principal tiene su conhorte de voces); quiero decir que puede parecer que hay muchos personajes, pero en realidad la multiplicidad de veces está ordenada según el personaje principal al que contestan. Antonio, César y Cleopatra llevan la voz cantante, y los demás personajes se arremolinan entorno suyo. Bien dibujados, bien individualizados, con voces inconfusibles y no intercambiables, sólo lo son Antonio y Cleopatra. Las demás voces están a su servicio, incluso la de César, a pesar de tener, como a antagonista, un peso importante en la acción. (Ostras, qué bien me ha quedado esto... ¡tal y como me expreso parece que entienda! Con la plática que gasto, alguien que no supiera nada de todo esto podría confundirse fácilmente...) En fin, que creo que se puede aprender mucho de Shakespeare, y lo que más me está gustando es la nitidez con la que está perfilada la estructura de sus obras, tanto en esta como en las otras que he leído últimamente, Romeo y Julieta y La tempestad. El movimiento de los personajes y la sucesión de las escenas tiene algo de matemático, es muy limpio. Claro, es Shakespeare, ¡no sé de qué me sorprendo! Alguien decía que lo que sorprende realmente de Shakespeare es que, a pesar de la cantidad de gente que hay por el mundo diciendo que es bueno, y lo momificado que lo tienen los estudiosos, es bueno de verdad... Pero no es lo mismo que te lo digan o leerlo que darte cuenta por ti misma...

sábado, 20 de septiembre de 2008

Una vida la tiene cualquiera

Ya sé que estáis pensando: ¿porqué esta chica no puede dejarse de hablar de ser escritora y escribir de una vez? ¿Porqué no puede dejar de pensar en ser la escritora que no es y no se conforma con lo que tiene, un blog más o menos fantástico, con unos lectores – eso sí-, de primera como nosotros? Pues sí, seguramente es eso lo que debería hacer, dejarme de cuentos y de tantas aspiraciones y conformarme con lo que tengo y lo que sé hacer. ¿Y qué que no pueda ser escritora? ¡Tampoco se acaba el mundo aquí! ¿O sí? En fin, mientras lo decido, aquí os dejo otro post... ¿indecisa? Carai, ¿pero no decía que quería dejarlo? ¿Qué hago generando otro post, todavía? ¿Para dejarlo hace falta escribir más posts? ¿Es absolutamente necesario e indispensable? ¿Y además, cuantas veces lo ha dicho, que lo dejaba, en lo que va de mes? ¿Cuántas veces ha cerrado otros tantos tinglados? Es que esto no es serio... Y ya veo que la palabra que se cumplirá no será “autobiográfica”, precisamente. ¡Será la otra! Pero, ¿y qué? Cómo decía aquel, una vida la tiene cualquiera... ¡lo difícil es lo otro!

viernes, 19 de septiembre de 2008

Al filo de lo imposible

Durante casi tres años, he tenido necesidad de publicar un post casi cada día. Siempre he querido ser escritora, y secretamente creía que si la gente me leía alguien me “descubriría” y mi camino para convertirme en ello se encarrilaría. Pero no ha sido tan fácil como eso. He descubierto que hay mucha gente que escribe, y mucha gente que lo hace igual o mejor que yo; la red está henchida de buenos escritores esperando a ser descubiertos. Mi escritura no es especial ni diferente ni yo tengo nada a ofrecer que no pueda ofrecer mejor otra persona más desinhibida y con más facilidad para “transformar” la realidad en escritura; para ser escritora, el camino no es ofrecer a los buitres la primera ocurrencia graciosa que se nos ocurra. Siento que publicar un post cada día como lo he venido haciendo hasta ahora ya no tiene sentido, que he de volver a la cueva y picar piedra en silencio durante una temporada. Al principio de leer blogs me aficioné a un blog que explicaba con pelos y señales la vida de su autora. Lo que yo para mi misma llamo “basura autobiográfica”. Creía que mi blog era diferente, pero me doy cuenta que lo que escribo se está convirtiendo en esto: en basura autobiográfica como la que todo el mundo sin demasiada ambición puede escribir, aunque haya quien lo haga realmente bien. Han sonado todas las alarmas en mi interior, porque no quiero que mi blog se convierta en esto. Hablar de libros era una manera de huir de los lugares comunes, de las obviedades, y también de esconderme. De ser diferente y de ser igual al mismo tiempo. Pero ya no he hablado más de libros y he estado a punto de empezar a ofrecer mi vida. Y me doy cuenta que eso no me hará la escritora que quiero ser, sino que gracias a ello ser escritora será una especie de zanahoria colgada sobre mi cabeza que no alcanzaré nunca. El exhibicionismo no creo que sea bueno. Antes de exhibirse, se debe aprender. Para hablar de la propia vida, se ha de haber hecho algo, y yo no he hecho nada. Hay quien dice que soy tan perfeccionista que nunca me daré por satisfecha, que no lo pensaré nunca, que lo que escribo vale la pena de ser leído. Pero eso lo dice una persona que no me lee, que se lo mira en abstracto desde la distancia. Yo también sabría vivir mi vida mucho mejor de lo que lo hago si me la mirase en abstracto desde la distancia. Pero, en el interior de mi cabeza, siento que mi camino internáutico se acaba aquí. No sé qué me deparará el futuro, no puede decir que no volveré porque no lo sé. Soy tan feliz escribiendo y publicando que pensar que no volveré a hacerlo me parte el corazón. Escribir (y publicar el blog) es la alegría de mi vida. Pero estoy pensado en renunciar. No me gusta el camino que sigo, ni lo que estoy escribiendo últimamente, ni mi dependencia del blog. No sé como continuar, quería hacer algo diferente pero no puedo huir de las cuatro paredes de mi yo. Tampoco dice demasiado a mi favor que mi manera de hacer frente al problema sea escribir otro post... No sé, estoy pensado en aficionarme a la pesca del salmón noruego con caña, y hacer un blog sobre ello. ¡Sería un gran blog!

lunes, 15 de septiembre de 2008

Poder no asumido

Hace unos días oí por la radio una noticia que me impresionó: una jueza fue multada por dictar sentencias mientras hacía sus necesidades. Además, se ve que esta mujer huele tan mal que uno de sus subordinados vomitó después de olerla. El caso es que sólo de pensar que le han puesto una multa para solucionarlo me recorre un escalofrío. ¿Qué no se dan cuenta que esta mujer tiene un trastorno de la personalidad? Ir oliendo por el mundo no es sólo un signo de mala educación: indica que algo va mal; es un signo de problemas psicológicos, significa que no estás bien contigo mismo ni con la gente que te rodea, que necesitas desesperadamente llamar la atención... ¿cómo puede ser justa una persona que no tiene el equilibrio interior que hace falta para duchar-se con regularidad? Hace tiempo oí un juez retirado que decía que debería revisarse la salud mental de muchos jueces de nuestro país, pero, francamente, no me habría pensado nunca que la cosa llegase tan lejos. Esta mujer debería estar bajo tratamiento médico, no dictando sentencias; deberían ayudarla psicológicamente, y no sólo ponerle una multa. ¿Qué arreglará una multa? La multa sólo aumentará su desorden interior, pero no la ayudará a equilibrarse. Dicen que el poder embriaga, que no todo el mundo puede asumirlo; lástima que este ejemplo de poder no asumido sea una mujer.

domingo, 14 de septiembre de 2008

La séptima dimensión

José Luís Sampedro, en su libro Escribir es vivir, dice que cuando en su novela aparece durante un momento un centinela romano que no volverá a salir nunca más, incluso entonces, procura sentirse como este centinela romano. El caso es que yo, escribiendo, he llegado a la conclusión que mi escritura no es de “sentirse como”, sino de ser. Que se escribe a partir de lo que se es, que escribo a partir de lo que soy y no a partir de sentirme “como si fuera”. Él también habla de escribir a partir de uno mismo, pero él es capaz de transmutar esta autenticidad en personajes. Él es él, pero consigue transmitirse como si fuese otros. Yo, de momento, no soy capaz de eso. Yo sólo soy yo y sólo puedo ser yo. No hace falta decir que me preocupa mucho esta limitación, y que no intuyo qué especie de escritora unidimensional puedo ser; no poder salirme de mí misma y del yo a veces doloroso que arrastro no cuadra con mis aspiraciones...

Prender fuego al desastre

_ ¿Qué es tanta amargura? ¿qué son tantos miedos, qué es tanta desgracia? ¿Dónde está tu alegría? ¿Dónde tu buen humor? ¿Dónde están aquellos post irónicos que hacían caer el cabello a los calvos? ¡Tendrás que comértela con patatas, tu pesadez! ¡Venga, espabila y prende fuego a toda esta miseria...! Deja que el corazón te lata bajo la poesía...
_ Ibas muy bien, pero ahora has caído en la cursilería...
_ ¡Mejor ser cursi que ser aburrida!
_ Imagínate que tu blog es la diligencia: has cambiando tantas veces de coche que a buen seguro ya no quedan pasajeros...
_ Así, puedo ser cursi y aburrida, ¿no?
_ Sólo en la intimidad. Para escribir “en publico” se te pide un poco más.
_ ¡Es que yo soy escritora “en secreto”!
_ Claro, porqué no te conoce nadie... ¿Té fijas? Te alaban más por las citas que escoges, por los libres que eliges... que no porqué represente que escribas bien... Parece que tengas un buen ojo para la obra ajena, y un pobre ojo para la obra propia...
_ De todos modos, la opinión ajena es secundaria. Yo siempre hago todo lo que puedo hacer, y es lo mismo tanto si me dicen que es muy bueno como si me dicen que no vale nada... Yo soy la misma persona, y continuaré escribiendo lo mismo.
_ ¿Ves? ¡Ya vuelves a ponerte seria! ¡Has de hacer caer el cabello a los calvos!
_ Algún día quizá me ponga a explicar algún chiste de Arguiñano, pero de momento quien me lee deberá vivir en mi grisura...
_ O rosura... ¡qué las cursis sois de color rosa!

sábado, 13 de septiembre de 2008

Ojos al tiempo

¿Cómo debe ser ser vieja? ¿Verse en el espejo con la cara llena de arrugas y el cabello cano? Ahora estoy, tal y como decía el poeta, en la flor de la edad; tengo los cabellos morenos y lozanos, tengo la piel lisa (no, no me hace falta maquillaje), tengo aquella chispa en los ojos... es la juventud. El tiempo destinado a cazar uno, a encontrar un compañero en quien poder apoyarme en los años difíciles, los años del invierno, cuando ya no quedará nada sino arroparnos mutuamente como dos manzanitas viejas, se está acabando. Pronto saldrán los las primeras arrugas, las primeras canas; los ojos dejaran de chispear. Pronto dejaré de ser la muñeca que he sido y no podré continuar basando en eso mi búsqueda. Pronto, el tiempo habrá pasado, y con presteza de ladrón, se habrá llevado todas mis esperanzas. Pronto vendrá la nieve, y será demasiado tarde; me encontraré sin nadie en quien apoyarme: me encontraré sola.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Extraño albinismo

De vez en cuando me viene a la cabeza la película Powder. El protagonista, que tenía una relación con la energía desconcertante, sufría un albinismo diferenciador que lo había tenido aislado en una casa de campo leyendo: “Me los sé todos de memoria”, le dijo a alguien, señalando la biblioteca. Los libros, pero, no le servirán para enfrentarse al mundo. Cuando su familia muere, el chico, que nunca ha salido al exterior, es incapaz de enfrentarse a los golpes y sobrevivir. La única salida para él es la disolución en la energía. La peli me impresionó, y pienso muchas veces en este estaño personaje cuando me miro mi vida con ojos de halcón. Yo también estoy aislada por un extraño albinismo, jamás he salido a enfrentarme al mundo exterior; cuando eso pase, todavía no sé si saldré adelante. Ya he intentado diversas veces sin éxito de disolverme en la energía; no era el momento, pero no hay nada que me mire con más anhelo. “Debes esperar a ser llamada... “ Pero vivir como vive el personaje de esta película, tener que enfrentarme a los obstáculos a los que él se enfrenta... no tengo el valor que hace falta. No estoy preparada para enfrentarme al mundo hostil y sobrevivir; no estoy preparada por la dureza de la realidad. Hasta ahora he prosperado entre las cuatro paredes del invernáculo, soy animal doméstico, el mundo exterior me asusta. Yo también tengo la biblioteca; sólo que, a diferencia del protagonista de esta historia, yo no me la sé de memoria. Quizá eso sea lo que ha de salvarme.

Aurora

Estoy enamorada de la lluvia. Cada día que he hecho el blog, ha sido como un día de lluvia; pero últimamente empezaba a vivirlo como una lluvia ácida... No me gusta nada publicar post antiguos, es como masticar comida previamente rumiada.... Pero antes de volver a dejarlo y que entonces deba tragármelo con patatas, intentaré escribir cosas nuevas.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Escribir con el corazón

En julio del 2006, escribí esto en el Blog de una lectora:

“Ahora hace unas semanas, leí un texto que hablaba de escribir con el corazón. Es curioso como han pasado las semanas y continuo pensando en él. ¿Escribo con el corazón, yo? Y por más que me rompa la cabeza pensando en ello, siempre llego a la misma conclusión: yo escribo con la cabeza. Soy una persona muy cerebral, me gusta controlar lo que escribo. Hay cosas que con el corazón las escribiría pero ante las que la cabeza me dice no: no, no y no. Y se quedan en no. Con el corazón, este blog ya haría tiempo que se habría desbocado; me habría puesto a hablar de ciclismo, de música clásica, de la radio, del Barça, de cierto actor que me gusta mucho, de la gente que conozco, de cómo partir el átomo... Pero la cabeza me dice no, y es no. Sólo libros. Y eso ya es suficiente y demasiado. Leer sí que lo hago con el corazón, con la medula, con el tuétano. Pero escribir... debo admitirlo: eso lo hago con la cabeza.”

Es curioso por qué con la perspectiva que da el paso el tiempo me doy cuenta que el Blog de una lectora se me debocó, que bien pronto me puse a hablar de todo-tema-que-se-retorciera y fui arrinconando los libros. Nunca puede decirse de esta agua no beberé... De todos modos, a pesar de que la temática se me haya desbocado, creo que continuo escribiendo con la cabeza: controlo mucho lo que publico. Y aunque la reina de la ruda me parece una materia demasiado íntima para ser escritura seria, y yo siempre he querido ser una escritora seria, entiendo que si me lo propusiera todavía podría hacer más el ridículo. Por tanto, miro de controlar lo que publico. O como mínimo me gusta creerlo, que lo controlo, y aunque me encanta el streap-tease, comprendo que con el tiempo deberé aprender a no decirlo todo, a dejar un espacio a la imaginación; a ser misteriosa. De todos modos, yo siempre he sido prosaica como un saco de patatas, y me parece que esto no tiene remedio...

Transformarlo en palabras

Recuerdo la película Diamante de sangre. Un personaje decía de la protagonista: "se metió tras las líneas enemigas y volvió con 4000 palabras y los ojos chispeantes, más guapa que nunca." También recuerdo lo que me dijo una vez, ya hace mucho tiempo, Álvaro: "tu puedes escribir de lo que te ha pasado dentro". Se refería a mi proceso de locura, que él ayudó a compactar. Es evidente que yo, para obtener 4000 palabras, no necesito meterme tras las líneas enemigas. Las líneas enemigas las tengo en el interior de mi cabeza. Tengo bastante con sumergirme en el interior de mis entrañas. Y vuelvo de estas inmersiones, no sé si con los ojos chispeantes, no sé si más guapa que nunca, pero con palabras. Ahora la pregunta es si lo sabrá hacer lo suficientemente bien, eso de meterme dentro del interior hostil para destilar estas palabras, las palabras de mi enfermedad, pero también las palabras de mi vida como artista, las palabras que me han llevado a ser lo que soy escribiendo, aunque eso no sea demasiado. Si con las palabras tendré suficiente para expresarlo.


viernes, 5 de septiembre de 2008

Lunes con mi viejo profesor

Pienso en una frase que usé el otro día, y pienso que sé exactamente de donde la he sacado: de mi viejo profesor de primaria. Él siempre lo decía. Y me sorprendo de recordarlo tantos años después, y me gusta haber adoptado sus palabras. Este profesor ya había sido profesor de mi padre, y yo siempre lo había visto mayor. Pero no me di cuenta de lo viejo que se había hecho hasta que un día, cuando ya hacía muchos años que se había acabado la escuela, me lo encontré en una sala de espera. Para él aquella ya sería la última sala de espera. No miraba la gente a los ojos como solía, y se le veía cansado. Hablando, hablando, me confesó que él, de joven, también había querido ser escritor, pero con el tiempo y la necesidad de mantener a la familia lo había ido abandonando. Sus ojos reflejaban la derrota de un modo enternecedor. Yo, en aquella época, todavía me planteaba si valía la pena intentar escribir. Y al ver aquella mirada perdida lo tuve claro: debía escribir. Estaba segura que si mi viejo profesor hubiese podido seguir su vocación, no hubiese tenido aquella mirada; no quería llegar a vieja con aquella mirada. Era la mirada de una persona que sabe que muere y que sabe que la vida le ha vencido. Se lo comenté a Álvaro y sonrió, como aquel quien sonríe ante el razonamiento de una niña pequeña. Pero aquello fue importante para mí, y, en aquel momento de mi vida, fue el recuerdo de aquella mirada desesperada lo que me dio las alas que necesitaba para decidirme a intentar escribir.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Autoflagelación

Siempre he escrito y no me he preocupado demasiado de ello. Nunca he podido mantenerme por mi misma, pero siempre he podido comprar libros, he podido leerlos y he podido escribir sobre estos libros. Pero parece que todo esto, el mundo de los libros, no me dará de comer. ¿Qué derecho tengo a pasármelo bien escribiendo para mi misma si mis padres han de mantenerme? En vez de escribir, debería estar trabajando, ganando dinero, que es la auténtica finalidad de la vida. No es hasta ahora, a los 31 años, que me doy cuenta de ello: que el objetivo de la vida es el dinero. Hasta ahora no me había dado cuenta, quizá porqué puede decirse que prácticamente no he trabajado y siempre he tenido de qué comer. Tampoco he necesitado jamás hacer grandes gastos, ni en ropa ni en restaurantes, ni en viajes. Sólo en libros. Pero nunca hasta ahora no me había dado cuenta del problema que representa esto. Problema para mis padres (porque soy una carga), problema para mí (porque no soy independiente) y problema para el futuro (que no está garantizado). He tardado un poco en darme cuenta de todo ello. Hasta ahora dormía, y me he despertado. He vivido en el limbo, leyendo, escribiendo, y poco más. Siempre he sabido que era escritora y que escribiría, pero me doy cuenta que escribir era un lujo que no podía permitirme. Me doy cuenta que por el hecho de escribir, mientras he ido aprendiendo a hacerlo (¡y todavía me queda tanto por aprender!), me he desconectado del mundo real, he omitido el problema de ganarme la vida. Usando palabras de Miquel Torga, no he encontrado mi azada capaz. Supongo que podría decir que me avergüenzo de no ser independiente, y me avergüenzo. Pero, poniéndolo al fiel de la balanza, me doy cuenta que, si me diese vergüenza de verdad, ya haría tiempo que le habría puesto remedio. Siempre he hecho caso de mi intuición, que me dice que escriba, pero mi intuición falla más que una escopeta de feria. Y cuando he hecho cosas contrarias a la intuición, aún ha sido peor. Haga lo que haga, es como tener un lazo que me lía los pies: siempre tropiezo con él y me hago daño. Y no tengo ninguna razón para pensar que en el futuro será diferente. He llegado a un momento de mi vida en que preferiría ser independiente antes de escribir algo bueno, y es la primera vez que siento algo así.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Desnudo artístico

_ Ha llegado la hora, la reina de la ruda ya está en marcha; no podrás esconderte eternamente...
_ ¿Quién te dice que me escondo?
_ Te escondes tras estas cuatro paredes, tras al radio, tras los libros... dices que la gente tiene una idea equivocada de ti, pero, qué has hecho tú para que te conozcan?
_ Yo sólo digo que uno es esclavo de sus palabras, y dueño de su silencio.
_ ¿Tú? ¡Pero si tienes unas ganas de charlar que revientas! Y en realidad sólo buscas alguien que te escuche.
_ ¿Crees que esto que explico puede interesarle a alguien?
_ ¿Te interesa a ti?
_ Desesperadamente.
_ Pues eso ya es un primer paso. Para ser escuchada lo primero que hace falta es tener ganas de serlo. Y, claro, saber llenar el silencio.
_ A veces siento que manipulo el silencio como si fuese una pieza de orfebrería, y cuanto más la pulo más brilla, pero no deja de ser eso, silencio. Toda mi escritura es una lucha para hacer más atractivo ese silencio. Para superarlo. Para llenarlo de vida y de palabras.
_ ¿No hay algún lugar donde dice "aquellos que hablen serán escuchados"?
_ Y a buen seguro hay un lugar donde dice "aquellos que escriban serán leídos", pero eso no siempre es así.
_ ¿Y como es?
_ Es el reverso del silencio: la soledad; no hay nada, ni reacción ni palabras. Sólo indiferencia y mis ojos tristes que no consiguen arrancar el vuelo.
_ Has de trenzar en silencio los gritos amargos del alma, es el camino que recorres, la vía por donde vas, no hay otro camino.
_ Sólo querría...
_ ¿Qué quieres?
_ Nada. Me parece que pudiendo escribirlo ya lo tengo todo.
_ Pues no te quejes y manos a la obra. La ventaja de este invento es que no obligas a nadie a leerte.
_ Tampoco obligo a nadie a que le guste... No tengo la fórmula mágica, ¿sabes?
_ Déjate de fórmulas para gustar y se tu misma... si se asustan, como mínimo que sea de tu magnífica horripilancia natural...
_ O de mis tres mugrones...
_ Veo que sonríes. ¿Estás más animada?
_ Sí.
_ ¿Dejarás de esconderte y de amargarte?
_ Eso de los tres mugrones debo esconderlo a la fuerza...
_ Hablo en serio...
_ Intentaré conseguir esconderme y amargarme lo más artísticamente que pueda...

martes, 2 de septiembre de 2008

Dulce condena

Me doy cuenta que, escriba lo que escriba, nunca podrá ser muy diferente del Blog de una lectora. Yo ya no doy para más. Claro que me gustaría escribir una gran novela, una gran narración, pero he de reconocer que eso no esta a mi alcance, de momento. No tengo ningún dibujo en la cabeza que corresponda a una gran novela. Pero tengo el blog, y, en el fondo, eso ya me satisface, porqué escribo, me expreso, y además hay una respuesta por parte de los lectores. Soy consciente que son lectores, no amigos. A veces es fácil confundirse, porque se crean unos vínculos muy especiales: son gente que te escucha. Cuando, hace diez años, me afanaba yo sola para escribir mi primera obra, que se quedó a medio hacer, no podía imaginarme de ninguna manera que habría un día en que tendría lectores sin haber escrito ningún libro. Por eso, haciendo el blog siento un poco como si hubiese hecho trampa, como si hubiese engañado al destino: no he escrito ningún libro, tengo lectores. Se trata de un sentimiento muy especial.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Mi material

"La vida es aquello que te pasa mientras tu estás haciendo otros planes." Esta frase me viene a la cabeza ahora, en el impás de ponerme a escribir. El otro día oí por la radio que en Montserrat tienen celdas para gente que quiera ir allí a preparar oposiciones, por ejemplo. Me gustaría mucho poder ir, y allí, dejándome cautivar por el silencio, escribir. No porqué en casa no tenga silencio, sino porqué creo que alejarme de mi celda habitual me iría bien para distanciarme de mi propia historia, y eso redundaría en poder escribirla con más fluidez. Escribir la propia historia no es mi ideal, pienso que en realidad no hay demasiado nada digno de ser contado, pero me veo impelida a ello porqué no sé escribir "ficción". Los mecanismos me fallan completamente. Me doy cuenta que las historias que pueda inventar son cojas, les falta aliento. En cambio, haciendo el Blog de una lectora, me he dado cuenta que escribiendo sobre mis propias experiencias sí lo tengo. Por tanto, es lógico lo que se impone: explicarme como si hablase en un largo post sobre mi misma. Me dado cuenta que, para los críticos literarios, algo muy importante es la sinceridad; que el autor hable sinceramente de su mundo. Es curioso, porque de que eso fuese tan importante no me había dado cuenta nunca. Siempre he sido sincera, pero creía que eso carecía de valor. Siempre había pensado que lo que tenía valor era inventar, fabular, las mentiras, la imaginación. Creía que lo que yo pudiera explicar de la sencillez de mi vida no podía tener ningún interés: no he estado en la selva, no he navegado por los mares del sur... apenas he salido de casa. ¿Qué podría decir que fuese interesante? Siempre he pensado que mis experiencias no eran lo suficientemente buenas, o que, si lo eran, estaban equivocadas. Nadie puede desear que yo le explique como voy al supermercado una vez por semana, por ejemplo. Siempre he pensado que si hubiese tenido otro tipo de vida, que si hubiera conocido a otro tipo de gente, mi material a la hora de inventar sería caudaloso, que las aguas fluirían. Y en cambio, soy quien soy y tengo las pocas experiencias que tengo, y me doy cuenta que hasta que no deje de desear la vida palpitante que no tengo y acepte las limitaciones de mi vida real, hasta que no acepte mi material, no podré hacer nada bueno.

Invadiendo la Galia

Ahora que está tan de moda esto de los blogs, me había planteado crear un blog personal, explicando mi vida y milagros. Sobre todo, ya os lo podéis imaginar, los milagros. Pero no me decido. Ya hace tiempo que todo lo que escribo y que es más personal va la hoguera (una hoguera simbólica, se entiende, que nadie crea que se me ha ocurrido encender fuego). He leído que se ha de quemar mucho (muchos escritos) para convertirse en buen escritor, o escritora, que sería el caso. Quemar mucho, aunque se corra el riesgo de quemar algo valioso. Pero quizá yo ya hace demasiado tiempo que quemo. Sé que quemando a troche y moche tampoco llegaré a ninguna parte. Es hora, pues, de coger el caracol por los cuernos y empezar a hablar de mi vida, sin quemarlo después. A pesar que soy muy consciente que quizá la única posteridad que conocerán mis escritos será la de las cenizas de una hoguera.

Hablar de mi vida no es lo que yo querría. Yo querría (de hecho, quiero) escribir ficción. Eso es lo que diferencia a un gran escritor: la capacidad de transformar la vida latiente en ficción interesante. Y yo por lo que parece aún no puedo hacerlo, todavía. Quizá algún día sabré (de hecho, es mi gran sueño), pero, de momento, he de acercar-me a la materia prima de otra manera, sin la alquimia de la ficción. No tengo más remedio que tirar por el camino que se me ofrece. La musa, jamás suficientemente ponderada, me exige, y como que hace ya tiempo que descubrí que, o obedecía a la musa en asuntos de escritura, o no iría a ninguna parte, una vez más le haré caso. Siempre que me he dejado ayudar por mi inspiración, he escrito cosas interesantes. Tampoco es seguro que cualquier día no me pueda fallar, claro, pero si me falla no será porque no la haya escuchado. Siempre tendré en cuenta lo que me susurra por si las moscas. A pesar de todo, por mucha inspiración que haya, es con mi cabeza sobre la que trabaja: usa mis recuerdos, mis miedos, mis cargamentos de azúcar... Por tanto, puedo decir con propiedad que soy yo quien escribe, a pesar de no poder obviar que la inspiración juega un papel muy importante: liga la salsa, podríamos decir. Sin ella, yo tampoco tendría necesidad de escribir. Me parece de cajón que me ayude a cuajar una mayonesa que su misma existencia crea. ¿Os imagináis destino más cruel que tener la necesidad de escribir y que no haya ninguna musa traviesa para guiar el pespunte? Porqué es traviesa, eso seguro, y tiene más ganas de juerga que una clase de secundaria de viaje de fin de curso. Más que la inspiración, muchas veces parece un duende diabólico, exigiendo, guiando, mandando, haciendo y deshaciendo dentro de mi cabeza como un general romano invadiendo la Galia. La cosa no tiene remedio; es parte de mí y he de procurar estar bien con ella.

Bien, pues ahora mismo la inspiración me exige que hable de mi misma largo y tendido, de una manera amena y que pueda ser interesante de leer. Hablar de uno mismo es el gran deporte, pero ahora que me veo precipitada a ello, si he ser sincera, me da miedo. Miedo sobretodo porqué sé que todo lo que diga podrá ser, y de hecho será, usado en mi contra; sobretodo por mi misma. Eso me asusta. Pero quien no quiera agua que no se tire al pozo, y he de conocer que la inspiración tiene razón, el cuerpo me lo pide. Si hay un tema que domino, este es hablar de mi. Aunque sé que podríamos encontrar algunas personas con sus propias ideas sobre el asunto, creo que para hablar de ello nadie está más preparado que yo. No se trata de hacer una tesis sobre la órbita del electrón; es mi vida, soy yo; nada a lo que no pueda poner el lazo como si fuese un cochinillo que hubiera estado cebando para la feria. Aunque a buen seguro que me llevaré alguna sorpresa. Y de eso se trata, ¿no? De no discurrir por los caminos trillados de la cotidianeidad, sino de hacer fuego nuevo con las cuatro ramas ahumadas que han quedado después de la quema; yo pongo las ramitas y la inspiración pone la chispita. Quizá no luciré blog personal, tampoco sabría como ponerme a ello, pero habrá una parte de mi misma que saldrá de mí, y quien sabe, quizá vuela...