jueves, 4 de septiembre de 2008

Autoflagelación

Siempre he escrito y no me he preocupado demasiado de ello. Nunca he podido mantenerme por mi misma, pero siempre he podido comprar libros, he podido leerlos y he podido escribir sobre estos libros. Pero parece que todo esto, el mundo de los libros, no me dará de comer. ¿Qué derecho tengo a pasármelo bien escribiendo para mi misma si mis padres han de mantenerme? En vez de escribir, debería estar trabajando, ganando dinero, que es la auténtica finalidad de la vida. No es hasta ahora, a los 31 años, que me doy cuenta de ello: que el objetivo de la vida es el dinero. Hasta ahora no me había dado cuenta, quizá porqué puede decirse que prácticamente no he trabajado y siempre he tenido de qué comer. Tampoco he necesitado jamás hacer grandes gastos, ni en ropa ni en restaurantes, ni en viajes. Sólo en libros. Pero nunca hasta ahora no me había dado cuenta del problema que representa esto. Problema para mis padres (porque soy una carga), problema para mí (porque no soy independiente) y problema para el futuro (que no está garantizado). He tardado un poco en darme cuenta de todo ello. Hasta ahora dormía, y me he despertado. He vivido en el limbo, leyendo, escribiendo, y poco más. Siempre he sabido que era escritora y que escribiría, pero me doy cuenta que escribir era un lujo que no podía permitirme. Me doy cuenta que por el hecho de escribir, mientras he ido aprendiendo a hacerlo (¡y todavía me queda tanto por aprender!), me he desconectado del mundo real, he omitido el problema de ganarme la vida. Usando palabras de Miquel Torga, no he encontrado mi azada capaz. Supongo que podría decir que me avergüenzo de no ser independiente, y me avergüenzo. Pero, poniéndolo al fiel de la balanza, me doy cuenta que, si me diese vergüenza de verdad, ya haría tiempo que le habría puesto remedio. Siempre he hecho caso de mi intuición, que me dice que escriba, pero mi intuición falla más que una escopeta de feria. Y cuando he hecho cosas contrarias a la intuición, aún ha sido peor. Haga lo que haga, es como tener un lazo que me lía los pies: siempre tropiezo con él y me hago daño. Y no tengo ninguna razón para pensar que en el futuro será diferente. He llegado a un momento de mi vida en que preferiría ser independiente antes de escribir algo bueno, y es la primera vez que siento algo así.

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