domingo, 2 de agosto de 2009

El aprendizaje protector

Aunque ahora ya no me interese leer novelas, durante todos estos años he ido acumulando unas cuantas que (¡oh...!): no he tenido tiempo de leer todavía, antes que me dejara de gustar leer novelas... Pero, si las tengo, tendré que leerlas, no puede ser tener un libro que no se haya leído (sic)... las compré pensando sinceramente que las leería... En conclusión: que he decidido ponerme manos a la obra y empezar por una que me parece atractiva: sexo, violencia... y sin rock’n’roll, porqué las músicas son otras. (También muy pecaminosas, pero, eh?, ¡qué os pensáis!) Y, no me lo esperaba, pero en seguida ha explotado. Me interesa, me interesa. Y me doy cuenta de cuanto tiempo hacia que no leía así, impulsada por un hilo argumental... Leer poesía y ensayo está bien, pero la emoción de continuar leyendo para saber “qué pasará” sólo puede dártela leer una novela que no hayas leído antes... y es incomparable. Ay, ¡cuanto tiempo hacía que no leía una novela que me gustase así! ¿Cómo he podido estar tanto tiempo sin hacerlo? Que, desengañémonos, lo que tira de mí de esta novela es el sexo y ver como están descritas las relaciones entre los protagonistas... y que está bien escrita y puedo aprender cosas (de la estructura y de expresar un contenido, por ejemplo la locura del personaje femenino), aunque para eso harían falta más lecturas de las que me parece que estoy dispuesta a hacer... Pero, por ejemplo, una cosa que veo con una lectura simple como la que yo hago: la distribución del material de los capítulos. Me acuerdo que cuando yo intenté escribir mi novela, en cada capítulo cambiaba de escena. No sabía hacerlo de otra manera. Intentaba imitar un best-seller ramplón que hacia poco que había leído y allí las escenas estaban distribuidas así, sin complicaciones. Pues bien, mi autor de ahora es capaz de encadenar diversas escenas en un mismo capítulo, conjugándolas hábilmente. De acuerdo que se trata de un “capítulo de transición” que podría parecer un trámite para colocar a los personajes en otro lugar (aunque empiezo a darme cuenta que en las buenas novelas no hay “capítulos de transición”, sino que cada capítulo tiene su razón de ser.) ¡Recuerdo que yo lo hice mucho, esto, de poner en mi novela “capítulos de transición”! Ay ay... Cómo me equivocaba... Un buen texto (sea un microcuento o una novela) ha de haber aprendido la lección de los anuncios: que no debe haber nada sobrero ni de “transición”, todo lo que sale en el anuncio ha de ir encaminado a potenciar el mensaje que quiere transmitirte el anuncio: en un anuncio del zoo no saldrá una cámara de fotografiar si no es que visitando en zoo te regalan una, por ejemplo, o si no es que quieren decirte que allí podrás disfrutar usándola. Pues, aunque el mensaje de una novela no esté encaminado a venderte un producto, sí que en cierta manera quieren transmitirte como son aquellos personajes (este es su producto, podríamos decir). Por ello, incluso en las escenas que parece “de transición” nos han de estar mostrando como son los personajes y como se relacionan. Eso lo hace mi autor, y eso es lo que tira de mí. Luckacs dice que los personajes de las novelas son seres que buscan... jamás lo había visto tan claramente reflejado en una novela, eso. Qué buscan o qué creen que buscan... bueno, no lo sabré hasta que no lo encuentren, si es que lo encuentran, aunque empiezo a tener interesantísimas teorías...

(La novela de que hablo es El cielo protector, de Paul Bowles. No lo he dicho hasta ahora no porqué quisiera parecer misteriosa, sino porque quería hablar de “la novela”, así en abstracto, y no de esta novela concreta, aunque que esta sea el ejemplo concreto que ahora me ocupa y de donde he sacado la inspiración para escribir el post.)

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