martes, 2 de diciembre de 2008

Una frase antediluviana

Recuerdo una vez, ya hace años, hojeando la revista Lecturas, leí una entrevista a Mercedes Milá en qué decía que la clave de la felicidad era tener una escala de valores puesta en las cosas pequeñas. En aquel momento no salía por televisión y tenía un novio (diez años más joven que ella, pero que parecía que la quería). En aquel momento aquella frase me dijo algo, y me la apunté. No hace tanto, rebuscando en la libreta de frases alguna frase para poner en el blog, me la encontré: “Tener una escala de valores puesta en las cosas pequeñas.”, Mercedes Milá. Y francamente, pensé que si ponía esto en el blog, teniendo en cuenta su fulgurante carrera televisiva, perdería toda mi credibilidad y más de uno o de una se reiría de mí. ¿Cómo puede tener una “escala de valores puesta en las cosas pequeñas” una persona que sale por la televisión? Y en el programa en que lo hace, precisamente, donde lo que cuenta es la mierda que puedan arrojarse los unos a los otros y no “las cosas pequeñas”, precisamente. ( Y que conste que yo la admiro mucho, a Mercedes, sobretodo porque pienso que es una gran cosa que una mujer con su edad y su poco pelo consiga salir por la tele. Eso quiere decir que su capacidad para hacer que los concursantes se arrojen mierda los unos a los otros es realmente espectacular, que está por encima de un físico poco televisivo. Un gran mérito, ya digo.) Pero, aparte de eso, yo siempre he pensado que salir en la tele no es un mérito, sino una vanidad, y que es evidente que alguien que sale por la tele no tiene una escala de valores puesta “en las cosas pequeñas”. Por tanto, jamás se me ocurrido sacar la frase a pasear. Pero lo que me hace este caso realmente es reflexionar como, cuando no tenemos demasiado nada, podemos decir con verdad que tenemos “una escala de valores puesta en las cosas pequeñas”, pero cuando se nos ofrece la posibilidad de tener algo que consideramos importante somos capaces de tirar los ideales por al borda y aferrarnos a la mierda que haga falta. En eso, no creo que el de Mercedes Milá sea un caso único, y que nos podría pasar a todos. Me podría pasar a mí perfectamente. Yo siempre he pensado que quiero ser escritora, no payaso, y que no iría según donde a promocionar un libro mío... pero claro, tampoco tengo ningún libro que promocionar. Si lo tuviera, quizá vería las cosas de una manera muy diferente, a pesar de lo que pueda pensar ahora. Sé que nunca puede decirse de esta agua no beberé, porque entonces pasa lo que pasa... y las palabras no siempre se las lleva el viento.

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