viernes, 30 de enero de 2009

El mercurio que desaparece

Es muy difícil ser original en poesía, hay que tener siempre presente que todo ha sido ya dicho y que todo puede seguir diciéndose.”

“Lo malo es que escribir poemas es una actividad muy asequible, no se necesitan equipos caros, materiales difíciles de conseguir, condiciones climáticas excepcionales, herramientas costosas o espacios especialmente diseñados para una práctica concreta. ¿Quién no tiene a mano un lápiz y un papel, una ocurrencia y una pena, por ejemplo amorosa? Seguramente por eso todos los presentes están repletos de poetas, en cada momento actual los hay a miles, pero a la vuelta de unos años, con todos calvos y mejor con todos muertos, esa nómina ilimitada se queda reducida a un puñado de nombres representativos de una época, un lugar y una lengua. Ya que los poetas no acaban de dominar la disciplina de la criba, está bien que el tiempo y los demás terminen ejerciéndola. También por esto me parece admirable la figura del lector de poesía que no es poeta, público o secreto, individuo de una especie con escasos ejemplares que ha resistido el paso de los siglos contra todas las reglas de la selección natural y el contagio virulento, y ante quien hay que descubrirse.”

“Después de mi primer libro estuve siete años sin escribir un solo verso. Y tras ese tiempo sólo publiqué un cuadernillo con diez poemas. Cuatro años más, es decir, once desde el primer libro, tuvieron que pasar para que saliera el segundo. Y debo decir que, durante todo ese tiempo de sequía absoluta, en ningún momento sentí angustia, preocupación, ansiedad por escribir o miedo por si jamás volvía a hacerlo. No pasaba nada, no importaba, no lo temía. A la poesía no se la convoca ni se la obliga, ni la disciplina ni el empeño, ni las horas dedicadas o las variadas e inexistentes musas pueden nada contra su ausencia. Llega cuando quiere, cuando puede, cuando es necesario, cuando no hay otro remedio.”

“Cuando alguna vez me han preguntado qué haría yo para fomentar el hábito de la lectura, y concretamente el gusto por la poesía, siempre he respondido lo mismo: nada. No todos servimos para todo y, de igual manera que yo no sirvo para correr el maratón, hay gente que no sirve para disfrutar de la literatura. Yo sé que ahí están las calles y las zapatillas deportivas por si quiero lanzarme, ellos saben que ahí están los libros. Nada más. La libertad, la capacidad y la voluntad de cada uno hacen el resto.”

“Me cuesta creer esa afirmación de quien asegura que escribe para sí mismo y que, por lo tanto, no quiere, nunca ha querido, que sus versos sean leídos o escuchados por nadie. Creo, sinceramente, que entonces no escribiría, no se molestaría en pasar al papel ni una palabra. La íntima, secreta, individualista satisfacción de comprobar lo bien que lo ha hecho no lo justifica. Cada uno ya sabe de lo que es capaz, pero a veces necesita que alguien más lo sepa.”

Amalia Bautisa

1 comentario:

Ferragus dijo...

Con la afirmación del último párrafo, tengo la sensación que podría ser más frecuente de lo que pensamos, aquello de escribir para uno mismo.
Un beso, Clarissa.