sábado, 18 de julio de 2009

Leyendo los poemas de Sylvia Plath...

A pesar que haya hablado de ella muchas veces, yo de Sylvia Plath sólo había leído La campana de cristal, y hace ya muchos años. Me había gustado mucho, pero. Desde hace unos cuantos meses, me he puesto con su poesía, que, ayudada de las traducciones en catalán y castellano, intento descifrar en inglés. Y puedo, aunque parezca mentida, puedo. Me gusta, pero no tanto como creía y en comparación con otros poetas que he leído de la misma forma. Me gustaba mucho al principio, me impactaban las imágenes, era estimulante como la comida picante, pero veinte poemas después de las mismas imágenes gore... qué queréis que os diga... Llega un momento en que dices: pero para ya, para de idealizar la sangre, para con las imágenes violentas, ¡para de decir que quieres morirte! Todo con una exquisita sensibilidad y unas asociaciones sorprendentes, pero lo que dice se reduce básicamente a esto, a esta fascinación por la destrucción y el desamor. Incluso hay poemas más conseguidos que otros dentro de este contexto de vomitar “gore”. Los poemas que más me han gustado: Lady Lazarus, Lesbos y, sobre todo, Tulipanes, que creo que trasmite muy bien lo que es estar tumbada en la cama de un hospital mental. Hay otros que me han gustado, pero hay alguno, como aquel en que se corta el dedo y sale la sangre a borbotones, que me han parecido francamente exagerados y fuera de lugar. Ya digo, tantas imágenes gore empiezan a mosquearme. Continuaré leyendo, pero, leeré hasta acabar Ariel, y después seguiré con Árboles de invierno, que viene a continuación. No se puede negar que son unos poemas llenos de fuerza y de imágenes fascinantes... sobretodo las imágenes y las asociaciones, pero el conjunto hace un dibujo un poco sanguinario para mi gusto.

También querría decir que Silvia Plath transmite muy bien la parte oscura dela maternidad, el hecho de que cuando se tiene un hijo, a pesar que le ames por encima de todo, no todo el monte es orégano, y que también hay malos momentos. Eso, esta doble experiencia con los hijos, que yo había leído muy pocas veces, porque normalmente en las novelas y las películas tener hijos es maravilloso y no se habla de las dificultades. Por lo que yo he ido observando, a la hora de tener un hijo, o más de uno, una mujer se enfrenta a una difícil conjugación entre las exigencias a las que se la somete como madre y continuar siendo una mujer, un ser humano con necesidades propias que también deben ser satisfechas. La maternidad cada vez me parece más difícil y admirable, pero también más dura.

Y para acabar querría decir que leer el testimonio de alguien que sólo espera la ocasión para morirse no es nada agradable. La sed de morbosidad que pueda tenerse en leerlo queda superada por lo triste que resulta. De acuerdo que probablemente sin esta fascinación que ella sentía por la muerte no tendríamos estos poemas tan llenos de fuerza y de imágenes, de acuerdo que son diferentes de los típicos poemas alabando las florecillas del bosque, de acuerdo que son un testimonio sincero de tal y como ella se sentía, y que contra eso no puede haber nada a discutir... Pero gracias a leer estos poemas he aprendido cosas sobre lo que no quiero que sean mis textos. Y el testimonio de alguien que sólo quiere morirse lo que me produce es repugnancia. De acuerdo que yo me he querido morir muchas veces, pero no era consciente que eso de querer morirse sonara tan feo... En resumen, o se habla de lo bonita que es la vida (que no siempre es bonita, pero bueno...), o no se habla de nada, porqué para deprimir al personal ya están las noticias...

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