viernes, 16 de octubre de 2009

He dicho

Sé que lo mio con los clásicos es espinoso, porqué aunque he leído muchos, hay otros (y de muy importantes) que se han cruzado. Como por ejemplo, Guerra y paz, Memorias de Ultratumba o el Quijote. Vergüenza torera debería darme –y me la da- decir que no he podido acabarlos, porqué creo que son libros que todo buen lector con unas ciertas pretensiones debería haber leído. Quizá más adelante.

A pesar de ello, hay un clásico de aquellos con fama de farragosos que puedo decir con orgullo que estoy leyendo y que me ha cautivado completamente: Montaigne y sus Ensayos. Es la pera. Estoy segura que hay muchos académicos que creen que Montaigne es bueno por la manera como conoce la vida de los antiguos, por los ejemplos sacados del mundo clásico que domina como si fuesen una baraja de cartas. Pero eso es la vestidura externa de sus textos, podríamos decir. No digo que no sea valioso, lo es y mucho, pero no es eso por lo que me atrae. A Montaigne le encuentro bueno (muy bueno) e interesante (muy interesante) porqué es un hombre que conoce a los demás hombres. Conoce a la gente y se conoce a sí mismo. Ha observado y conoce a la gente de su alrededor, se ha observado y se conoce a sí mismo. Lo que me tiene cautivada son las verdades que dice sobre las personas, sobre el género humano. (A pesar que ya sé que yo misma dije que no sabía en qué consistía la regla de una mujer; pero esto es anecdótico.) Suelta verdades que son tan verdaderas ahora como lo eran cuando las escribía. Continuamos siendo el mismo animal medio libre medio sometido digno de ser observado que éramos en su tiempo. Este hombre es un genio. He dicho.

Otro clásico que me gusta muchísimo es el Decamerón, del que ya me he tragado un tercio y continuo. ¿Qué decir de este libro que hace años que los lectores más enterados disfrutan con placer? Es picante, es travieso, es satírico. La mayoría de cuentos te dejan con una sonrisa de picardía en los labios. Una auténtica delicia para la mente y los sentidos. Su autor es un genio. He dicho.

Y Villon. Dije que su traductor se equivocaba pensándose que podría ser amigo de un tipo que era un delincuente, a ver si un profesor universitario se haría amigo de muchos delincuentes, en la actualidad. Rectifico. Después de leerlo un poco, yo también querría ser amiga de Villon: amiga y muchas otras cosas. Ah, el amor... Este no te deja con una sonrisa de picardía, ¡de este acabas la lectura con ganas de darle un beso! Este tipo sí que es un genio, una estrella que ilumina la verdad con la fuerza de una supernova. He dicho.

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